Sonó el celular de Babalucas. Era su esposa la que hablaba. Le dice hecho una furia el tonto roque: "¡Ahora sí tengo la seguridad de que me estás siguiendo! Si no ¿cómo supiste que estoy en este motel?"... La señorita Peripalda, catequista, hizo un viaje por autobús, y le tocó ir sentada al lado de un hombre joven que le sacó plática. Ella respondió, no obstante su deseo de aprovechar el trayecto para entregarse a la meditación piadosa. En el curso de la conversación e joven expuso sus ideas sobre la vida. Esas ideas eran hedonistas: sólo el placer y la felicidad justificaban la existencia. Los únicos valores reconocidos por aquel epicureísta eran el vino, las mujeres y el canto. Si acaso, declaró, podría renunciar al canto. Le dijo con gran severidad la señorita Peripalda: "Joven: veo que tenemos ideas diferentes, y por completo opuestas. Usted profesa la doctrina del placer. Yo, en cambio, creo en el mérito de las penitencias y mortificaciones. No coincidimos absolutamente en nada". "Se equivoca usted, señorita -dice el joven-. Estoy seguro de que podríamos hallar alguna coincidencia entre nosotros". "Lo dudo mucho" -replica con acritud la catequista. "Se lo demostraré -contesta el muchacho-. Vamos a suponer que en un hotel hubiera escasez de habitaciones, y que le dieran a escoger a usted entre compartir la cama con una mujer o con un hombre. ¿Con cuál de los dos se acostaría usted?". "Con la mujer, naturalmente" -se indigna la señorita Peripalda. "¿Lo ve? -exclama triunfalmente el joven-. ¡Yo también!"... Decía un individuo: "Es un mito eso de que los ostiones sirven para vigorizar las facultades amatorias. Anoche me comí una docena, y solamente funcionaron tres"... Aquella muchacha era algo tonta. Creía que una cobra era un brassiére para siamesas... Amor matrimonial. El primer año: "¿Qué ya acabaste?". El quinto año: "¿Qué no has acabado?". El décimo año: "Beige. Creo que pintaré el techo de beige"... Una chica moderna le dice a su amiga: "Tengo un tío rico a quien le preocupa la vida que llevo. Me dijo que si abandono mis malos hábitos me dará 50 mil pesos. Pero si abandono mis malos hábitos ¿de qué me va a servir tener 50 mil pesos?"... Aquella señora era caritativa y generosa: de ella nadie pudo decir jamás que hubiese negado un vaso de agua a un sediente caminante. Compartía las prendas que de Natura recibió con todo aquel que se las solicitaba. Las prendas, digo. Tenía muchos amigos la señora; tal parecía que su teléfono estaba en la sección amarilla del directorio telefónico. En cierta ocasión se estaba refocilando con uno de sus numerosos visitantes cuando sonó el timbre de la puerta. "¡Métete abajo de la cama!" -le dice la señora a su galán. El recién llegado era otro amigo de la dama, de mayor compromiso que el primero, de modo que ella se vio en la precisión de atenderlo. Atendiéndolo estaba cuando llegó su marido. La señora le iba a decir a su segundo amor que se metiera abajo de la cama, pero recordó que esa trinchera estaba ya ocupada. "¡Súbete al ropero!" -le dice al individuo. El sujeto ocupó aquella altura. Entra el marido a la recámara y le da a su mujer una noticia triste: había sido despedido del trabajo. "¡Qué barbaridad! -se consterna la señora-. ¿Qué vamos a hacer para comprar comida?". Suspira el esposo y dice: "El Señor de arriba proveerá". Inquiere la mujer: "¿Y de dónde vamos a sacar para el abono de la casa y del carro?". "El Señor de arriba nos ayudará". -suspira otra vez el marido. Pregunta la esposa: "¿Y de dónde vamos a sacar para zapatos, ropa y demás gastos?". Otra vez suspira el hombre: "El Señor de arriba remediará nuestras necesidades". En eso estalla el tipo que estaba arriba del ropero. Exclama muy enojado: "¿Y qué no va a poner nada el desgraciado que está abajo de la cama?"... FIN.
