Un tipo le pregunta a una chica: "¿Sabes en qué se distingue un convertible de una cama?". "No" -responde ella, intrigada por esa rara adivinanza. Le dice el individuo: "Entonces te invito a dar una vuelta en mi cama"... Aquella muchacha hablaba inglés con acento, y le decían "La Yesera". A todos los hombres les contestaba: "Yes, ser!"... La mamá se dirige solemnemente a su hija en edad de merecer. Le dice: "Jamás tuve yo relaciones con un hombre antes de casarme con tu padre. ¿Podrás tú decir lo mismo a tu hija?". "Sí, mami -responde ella-. Pero a lo mejor a mí sí me va a ganar la risa"... ¡Por fin! ¡El próximo viernes saldrá aquí el matrimonio Hit! ¡Esperen mis cuatro lectores su llegada!... Siempre he pensado que traducir bien es más difícil que escribir bien. Cualquiera escribe el Quijote -es un decir-, pero no cualquiera lo traduce. Así como hay Premio Nobel de Literatura debería haber Premio Nobel de Traducción. Lo habrían ganado Ipandro Acaico por sus exactas glosas virgilianas, el Padre Errandonea por su precioso Horacio, el argentino Mitre por haber terciado en tercetos entre el lector y Dante, y nuestro Alfonso Reyes, que en modo magistral tradujo el Poema del Cid del español al español. Digo todo eso porque una vez fui traductor. Durante un tiempo me pagué mis estudios en la Ciudad de México trasladando del inglés folletos de propaganda religiosa para una iglesia evangélica. En ese ejercicio aprendí muchas cosas sobre traducción y -más importante aún- sobre tolerancia religiosa. Luego traduje el "Rip Van Winkle", de Washington Irving, pero los editores rechazaron mi traducción porque, como me pagaban por palabra, añadí a la historia algunos episodios que no incluyó el autor. Todo esto viene a cuento por la dificultad de traducir con exactitud al español de México la palabra "people". En Estados Unidos, por ejemplo, esa palabra significa igual "pueblo" que "gente". Cuando Abraham Lincoln acuñó su famosa definición de democracia, y declaró que es el gobierno "of the people, by the people, for the people" -del pueblo, por el pueblo, para el pueblo-, o cuando Theodore Parker dijo aquello de que "Democracy is direct government over all the people, for all the people, by all the people", en esas expresiones la palabra "people" comprende a todo el pueblo, es decir, a toda la gente. En cambio entre nosotros la palabra "pueblo" se entiende referida únicamente a los pobres, al proletariado, a lo que un marxista llamaría "las masas", a esos que don Mariano Azuela dijo "Los de abajo". En México no toda la gente es "pueblo". Los empresarios no son pueblo, ni los banqueros, ni los comerciantes, ni los profesionistas, ni los empleados de clase media, ni todos los maestros, únicamente los de la Coordinadora. El pueblo son los campesinos y los obreros, el proletariado rural y urbano. Sólo a ese pueblo se dirige López Obrador en sus discursos, que son por eso populistas. No se dirige a toda la gente, es decir a todos los mexicanos. Yo, por ejemplo, no me siento incluido en sus proclamas. Soy gente -y aun me gustaría que se dijera de mí que soy "muy gente"-, pero no soy "pueblo" en los términos de la restrictiva y excluyente connotación que esa palabra tiene en México. Los mexicanos llegaremos a una verdadera madurez política cuando en nuestro país el pueblo sea considerado gente y la gente sea considerada pueblo. Es decir, cuando entre nosotros la palabra "pueblo" signifique lo mismo que significa en Estados Unidos la palabra "people": gente, toda la gente. Pero eso no lo veremos con López Obrador, que cuando habla se dirige al pueblo, lo cual está muy bien, pero no a toda la gente, lo cual está muy mal... FIN.