De don Senilio decían las mujeres que lo trataban: "Es hombre de edad madura, pero rico". (A ninguna se oyó decir jamás: "Es hombre rico, pero de edad madura"). Pues bien: el dineroso señor se dijo cierto día parodiando la canción de José Alfredo: "Tengo el pelo completamente blanco, pero voy a sacar juventud de mi... cartera". Así diciendo logró que una mujer joven y frondosa aceptara su proposición matrimonial. Quería casarse don Senilio, pues era célibe irredento, y oyó decir a un conferencista que los casados viven más que los solteros. (No es que vivan más, lo que pasa es que el tiempo se les hace más largo). En vísperas del desposorio don Senilio, preocupado por la ingente responsabilidad que había asumido, fue con un médico y le confió una inquietud que lo agobiaba. "Doctor -le dijo-. Últimamente cuando he estado con una dama me he dormido en el acto. Y a veces antes del acto. Ahora que me caso con mujer guapa y fosfórica me asalta el temor de dormirme también en mi noche de bodas". Sin decir palabra el médico procede a escribir una receta, y se la entrega a don Senilio. Pregunta el carcamal lleno de exultación: "¿Y con esto, doctor, podré...?". "Me temo que no podrá usted nada, don Senilio -contesta el facultativo-. La receta es para su esposa. Son pastillas somníferas, para que se duerma ella también"... El siquiatra especializado en trastornos de la sexualidad recibió a un paciente, y empezó a examinarlo. Con su pluma puso un puntito en una hoja de papel: "¿Qué es esto?" -le pregunta. "¡Es una mujer desnuda!" -contesta el individuo abriendo con avidez los ojos. En otra hoja pintó el siquiatra una rayita. "¿Y esto?". "¡La mujer se ha tendido en la cama!" -dice el hombre respirando con agitación. En una tercera hoja el siquiatra dibujó un pequeño triángulo. "Y ¿qué es esto?". Responde el erotómano acezando como verraco en celo: "¡La mujer abre los brazos en espera de un hombre que satisfaga su pasión!". "Muy bien -dice el siquiatra guardando las hojitas-. Creo haber localizado su problema. Vuelva a consulta la próxima semana". "Oiga, doctor -dice el sujeto bajando la voz-. Mañana voy a ir a una despedida de soltero. ¿No podría prestarme esos dibujos pornográficos, para enseñárselos a mis amigos?"... Me preocupó el trasnochado tufo jacobino de algunos comentarios y publicaciones hechos en torno de la designación de Carlos Abascal como nuevo secretario de Gobernación. Varios analistas remarcaron machaconamente su carácter de católico conservador, y un periódico publicó su fotografía junto a una imagen de la Virgen de Guadalupe. Decía el pie de grabado: "GUADALUPANO. Carlos Abascal, declarado seguidor de la Virgen de Guadalupe, fue nombrado ayer Secretario de Gobernación". Adviértase el "Declarado seguidor"... Faltó sólo decir: "Convicto y confeso seguidor". Si al anunciarse el nombramiento de un funcionario alguien hiciera notar como su rasgo principal y distintivo: "Es negro", "Es judío" o: "Es indígena", todos veríamos en esa calificación connotativa un reprobable signo de discriminación, y pensaríamos que nada tiene que ver la raza, religión u origen de una persona con su capacidad para desempeñar un cargo. Una letra K les dice a otras dos letras K: "He notado que cuando ando sola paso inadvertida, pero cuando voy con ustedes dos la gente nos mira mal". Cuidado con el síndrome KKK. Eso de señalar a un hombre público principalmente como católico y guadalupano, sin aludir a sus méritos o fallas de funcionario, equivale a la postura del Ku Klux Klan, para el cual una persona no es persona: es simplemente negro, comunista, católico o judío. Juzguemos a las personas por su conducta, y a los funcionarios por su desempeño, sin aplicarles a priori etiquetas descalificadoras que no cuadran con la justicia, ni con la inteligencia y la modernidad... FIN.