Las señoras hablaban de cosas íntimas en su merienda semanal. El tema era la frecuencia amatoria de sus respectivos cónyuges. Una de las señoras afirmaba que su esposo le hacía el amor todos los días; otra que dos o tres veces por semana; otra que cada mes, y una dijo que su marido era como el informe del Banco Mundial: una vez al año. Una de las presentes no decía nada. Le preguntan: "Y tu marido ¿qué?". Responde ella: "Bueno, en 2004 me hizo el amor el doble de veces que en 2003". "¿De veras?" -preguntan con interés las otras. "Sí -confirma la señora-. Porque en 2003 nada, y en 2004 nada de nada"... Un aficionado al beisbol fue con el siquiatra. "No pienso en nada más que en ese deporte -le dice preocupado-. Todas las noches sueño que estoy jugando beisbol". "Muy raro caso el suyo -declara el analista-. ¿No sueña con mujeres?". "No -replica el angustiado sujeto-. Me da miedo perder mi turno al bat"... Wilderio, hijo único de su mamá, era un muchacho de modales demasiado finos para frontera. Pese a eso, obligado por su señora madre, cuya ilusión era tener un nieto, Wilderio cortejó a una chica y se casó con ella. Fueron los recién casados a su luna de miel. Cuando regresaron la mamá de Wilderio le dice: "Espero que tu esposa ya venga embarazada. Bien sabes lo mucho que anhelo ser abuela". "Yo también espero que venga embarazada -replica con ansiedad Wilderio-. No me gustaría pasar por eso otra vez"... Un viajero extravió su camino en el desierto. Se le acabó el agua, y se sintió morir de sed. "¡Señor, ten piedad de mí! -gritó desesperado-. ¡Mándame agua!". A sus pies una roca empezó a manar el claro líquido. Al día siguiente clamó el hombre con angustia: "¡Señor, estoy feneciendo de hambre! ¡Compadécete de mí! ¡Mándame comida!". A su lado brotaron de repente unas palmeras cargadas de fruto, y con sus dátiles pudo el sujeto saciar su hambre. Cuando acaba de comer el hombre se limpia los labios con el dorso de la mano, y alzando la mirada al cielo dice: "Señor, te veo con ánimos de hacer milagros. Ya que calmé mi sed y mi hambre ¿no podrías mandarme ahora una muchacha?"... Don Geroncio y su esposa cumplieron 35 años de casados. Fueron a una segunda luna de miel. Cuando volvieron las amigas de la señora le preguntaron cómo le había ido. "Les diré -relata ella-. Hace 35 años no hallaba yo cómo contener a Geroncio. Ahora no hallaba cómo consolarlo"... Suspiraba tristemente un escocés: "Caray, las medicinas a mitad de precio, ¡y yo con esta maldita salud!... Un individuo buscó a su compadre y le dijo muy atribulado: "Compadre: me llegó un recado anónimo donde alguien me informa que mi mujer va por las tardes a un table dance, y que baila desnuda sobre la mesa que más aplauda. En el papel viene el nombre del establecimiento. Le pido que me acompañe a ver si es cierto eso". El compadre aceptó de buen grado la singular invitación, y juntos fueron los dos al table dance. Apareció una mujer vestida con un atuendo exótico de encajes, boa, sombrero de plumas y guantes largos de terciopelo negro. Se cubría el rostro con un antifaz. Rompe a tocar la música, y la mujer empieza a bailar con movimientos voluptuosos. Se quita el sombrero y lo avienta; se quita la boa y la arroja también; se despoja de los guantes y los lanza a la concurrencia. "¡Compadre! -clama el marido con desesperación-. ¡No sé si esa mujer es mi esposa! ¡El antifaz me impide verle el rostro!". "Cálmese, compadre -le aconseja el otro-. Al rato que se quite la ropa los dos la vamos a reconocer"...FIN.