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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La joven esposa ansiaba tener un bebé. Cada noche ella y su esposo hacían todo lo posible por conseguir tan venturoso don, pero los ímprobos esfuerzos de la pareja, esfuerzos a veces repetidos en la misma jornada de labor, no daban resultado. La muchacha le comentó su situación a una amiga a la que hacía tiempo no veía. Le dice ella: "Yo estuve en la misma situación que tú. Cinco años llevaba de casada ya, y no había encargado. Entonces fui con un brujo". Contesta la otra: "La verdad, no creo en brujerías". "Tampoco creía yo -replica la amiga-. Pero ahora tengo mi hijo". La muchacha, por sí o por no, le pidió la dirección del hombre. Meses después las dos volvieron a encontrarse. "¿Cómo te fue con el brujo?" - pregunta la amiga. Responde la muchacha: "Fuimos mi esposo y yo a verlo, y de nada sirvió". Le dice al oído la amiga: "Debes ir sola"... Lady Highass recibió a sus amigas en su casa de Gookshire. Antes de servir el té quiso mostrar ante ellas sus habilidades de pianista, y en su Steinway de media cola -milady era de cola entera- empezó a tocar una polonesa. De pronto sonó el timbre de la puerta. La abrió Jitter, el viejo mayordomo de la casa. Quien llamaba era un bobby. Ese nombre reciben los policías londinenses en memoria de sir Robert Peel, secretario del Interior en Inglaterra cuando se creó en 1828 la Policía Metropolitana. Le dice el bobby a Jitter: "Vengo a investigar un crimen". "¿Un crimen?" -repitió el mayordomo con interés, pues era lector devoto de Agatha Christie, y a lo mejor él era el asesino. "Sí -confirma el agente-. Oí decir a los vecinos que alguien está asesinando aquí a un tal Chopin"... "He caminado leguas y leguas, todas las leguas que Dios ha querido, y me siento cansado y un poco triste...". Así comenzó el relato de su vida don Artemio de Valle-Arizpe, ilustrísimo paisano mío saltillense. Yo también he andado muchas leguas, pues en la legua ando, pero lejos de fatigarme el camino me vivifica y fortalece, y el deleitoso oficio de juglar me llena de júbilo la vida. Fui al Estado de México hace días, y mi trayecto fue como el rezo de un rosario de eufónicas cuentas sonorosas: Nenetzingo, Zacualpan, Amomolulco, Tonatico... Y vi las milpas niñas, con la promesa del maíz asomando apenitas su verdura sobre el negror mojado de la tierra. Pensé que el corazón de México está hecho de maíz, y recordé un poema de Fidencio Flores, el vate de Ramos Arizpe, poeta que además lo parecía, que en unos versos llamó a la tortilla "hostia santa". Luego, ya de regreso, comulgué con hostias azules en una pequeña fonda de La Marquesa, tortillas hechas en el hogar de leña y rellenadas con los sabrosos guisos comarcanos: verdolagas, moronga, flor de calabaza, requesón... ¡Cuántos humildes prodigios tenemos en México, y cuán ciegos somos, que ni siquiera los miramos!... "Me voy -les dice un tipo a sus amigos del dominó-. La criada salió, y mi mujer esta sola". "También me voy yo -dice otro-. Mi mujer salió, y la criada está sola"... En un bar una chica que comerciaba con mercancía de la cual no tenía que desprenderse ofreció su compañía a un hombre. Le dice él: "Sé que esto te sonará extraño, pero me he propuesto conservarme puro para la mujer de la que estoy enamorado". "Caray -se conmueve la muchacha-. Eso es algo muy hermoso". "Bueno -responde él-. A mi esposa no le gusta tanto"... FIN.

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