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De Política y Cosas Peores

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Bustolina Granderriére, vedette de moda, requirió los servicios de un famoso abogado penalista. Quería presentar, le dijo, una denuncia contra un hombre. Inquirió el letrado al tiempo que tomaba una libreta de apuntes: "Acusación... ¿de qué?". Responde Bustolina: "El hombre me hizo tocamientos". "Ya veo -empieza a anotar el licenciado-. Atentado al pudor". "Luego -prosigue la vedette- me obligó a ir con él". "Entiendo -dice el profesional tomando nota-. Secuestro". "Seguidamente -continúa la cantatriz-, sació en mí sus bestiales y salvajes instintos de hiena, de chacal, de satánico canalla maldito sin conciencia" (NOTA: Bustilia leía revistas policíacas). "Comprendo -escribe el abogado-. Violación". "Y por último -concluye la Granderriére- el muy imbécil tuvo el descaro de pagarme nada más mil pesos". El licenciado arranca la hoja donde había hecho sus anotaciones, la arruga y la tira al bote de la basura. "Lo siento, señorita Granderriére -dictamina-. Ese pago elimina de iure y de facto la comisión de los ilícitos supracitados. En virtud de que usted recibió dinero del supuesto acusado no hay atentado al pudor, ni hay secuestro, ni hay -todavía menos- violación". "Sí hay todo eso -lo contradice Bustolina-. El cheque rebotó"... La maestra le pregunta a Pepito: "Si en esta mano tengo seis manzanas, y en esta otra mano tengo nueve manzanas, ¿qué tengo?". "Unas manotas brutas" -responde el precoz niño... La industria mexicana de agroquímicos, productos indispensables en el trabajo del campo, está en riesgo de desaparecer. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) ha puesto en vigor exigencias para aprobar productos equivalentes o genéricos más rigurosas aún que las sugeridas internacionalmente por la FAO. Tan estrictos son esos requerimientos que ni la misma dependencia que las impone cuenta con el personal o los recursos técnicos necesarios a fin de hacer las pruebas técnicas correspondientes a la aprobación. A pesar de eso, desde mediados del año pasado no se han otorgado registros a los productores nacionales, con ventaja para los laboratorios extranjeros, en cuyas manos va quedando la industria agroquímica nacional, lo que aumenta más aún nuestra dependencia del extranjero, lo cual es peligroso especialmente en tratándose de la producción de alimentos. Para colmo, el comisionado de la COFEPRIS ni siquiera recibe a los representantes de la industria nacional, y se limita a enviarlos con funcionarios de nivel inferior que carecen de las atribuciones para decidir sobre los asuntos que se les plantean. El Presidente Fox y el secretario de Agricultura tienen ya conocimiento de este problema, de cuya solución depende no sólo la supervivencia de una industria nacional que genera miles de empleos, sino también la viabilidad de la actividad agrícola mexicana, pues los productos extranjeros equivalentes a los nacionales cuya producción impide la burocracia local se venden en precios que superan hasta en un 200 por ciento a los productos mexicanos de la misma calidad. Es necesario, desde luego, tener control sobre los productos agroquímicos, pero ese control debe hacerse en forma racional y equitativa, de modo que no se favorezca indebidamente el interés de las empresas trasnacionales por encima de nuestros productores. Y mejor cambio de tema, porque ya estoy muy encaboronado... Le dice una secretaria a otra a propósito de una compañera: "Yo creo que Nalgarina ha de usar calzones espiritistas". "¿Calzones espiritistas? -repite la otra sin entender-. ¿Por qué?". Explica la primera: "Es que cree que tiene unas pompis del otro mundo"... FIN.

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