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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Hacía mucho tiempo que no tenía yo problemas con la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Doña Tebaida Tridua, presidenta de ese organismo titular de las buenas costumbres, había moderado su extrema severidad censoria, y no vetó durante varias semanas ninguno de los cuentos que puse a su consideración. Ayer, sin embargo, le envié uno a fin de recabar su Nihil Obstat. Lo leyó la ilustre dama, y tal fue la impresión que su lectura le causó que vino al suelo poseída por un vértigo con disnea, cefalalgia, midriasis, estrabismo, cianosis, tenesmo vesical, dilatación del nervio frénico y relajación de los esfínteres. Lamento el accidente sufrido por la señora Tridua, pero no se me debe juzgar culpable de él. La rígida educación que recibió doña Tebaida en el Colegio de Santa Eduwiges, en Suiza, la volvió sumamente sensible a todo aquello que se refiere al cuerpo humano, que en los programas de dicha institución aparece como ocasión continua de pecado, sobre todo de la cintura para abajo. Me preocupa sinceramente la salud de la señora, y deseo su pronta recuperación, pero no puedo dejar por eso de publicar el cuento que causó tan impensado efecto. La libertad debe ser libre. Lean pues mis cuatro lectores, al final de esta columnejilla, el cuento intitulado: "Menú para la cena"... El severo paterfamilias le dice a su hija Rosibel: "No me molesta que tu novio y tú hayan tenido sexo antes del matrimonio. Lo que sí me molestó es que debido a eso nos hayan hecho esperar casi dos horas en la puerta de la iglesia donde se iban a casar"... Susiflor, muchacha de muy buen ver y de mejor tocar, llama por teléfono muy preocupada al médico. "¡Doctor! -le dice con alarma-. ¡Confundí los frascos de las medicinas, y en vez de tomarme las píldoras tranquilizantes me tomé varias pastillas de un poderoso afrodisíaco! ¿Qué hago?". Responde con prontitud el facultativo: "Métase ahora mismo en la cama, señorita Susiflor. ¡Voy inmediatamente para allá!"... El optimismo es una sana doctrina. Por lo menos no causa tantas úlceras ni tanta dispepsia como el pesimismo. Yo voy por la vida tremolando un optimismo que mis amigos consideran excesivo. Mi tildan de ingenuo; dicen que me parezco a "Cándido", el personaje de Voltaire. Yo escucho pacientemente sus reproches, y me alegra ser de los que creen que vivimos en el mejor de los mundos posibles: el que se puede mejorar. Por ejemplo, a pesar de todo lo sucedido con el llamado "gobierno del cambio", en que no ha habido cambio y tampoco gobierno ha habido, sigo pensando que el triunfo electoral de Fox fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Peor habría sido que se hubiera perpetuado otros seis años la dominación del PRI. En lugar de eso empezamos a andar, aunque sea cayendo y levantando, por el camino de la democracia, uno de cuyos mejores frutos es el de la alternancia. Errático ha sido este sexenio, pero aquí estamos, en una paz que ni siquiera la necedad absurda del histrión de Chiapas alcanza a perturbar. Las instituciones nacionales se mantienen, pese a todos sus defectos, y eso es oportunidad para perfeccionarlas. Ahora se cierne sobre la República el espectro del populismo demagógico. También lo afrontaremos, y si acaso se alza con el poder eso será también resultado de la democracia. Sigamos en ese camino. Los tropiezos que en él podamos dar no quitan que sea el mejor camino... Viene ahora el cuento que arriba se anunció: "Menú para la cena"... Le cuenta una muchacha a otra: "Afrodisio me invitó a cenar en su departamento. Me dijo que habría patitas y mole. Y en efecto: me agarró las patitas y ¡mole!"... FIN.

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