Jamás acabaré de entender a doña Tebaida Tridua, Presidenta Ad Vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Apenas la semana pasada negó su Nihil Obstat para sacar aquí el vitando chiste que publiqué ayer, "El Menú de la Cena", y hoy concede sin mayor trámite el Imprimatur necesario para dar a las prensas un chascarrillo de color aún más subido que el anterior. Ya estoy pensando que el rigor moralista de la ilustre dama cambia con las fases de la luna. Lean mis cuatro lectores, al final de esta sección, el execrable cuento titulado "Por poco"... Dos individuos iban por la calle. De una tienda salió una señora estupendísima. Exclama uno de los sujetos con tono admirativo: "¡Mira nomás que viejorrón! ¡Cómo me gustaría pasar una noche con ella!". El otro se indigna. "¡Oye! -reclama airado-. ¡Esa señora es mi esposa!". El primero se apresura a hacer una pertinente aclaración: "Pagando, claro"... Babalucas afrontó una mala racha. Hubiese fenecido de hambre junto con su familia si no es porque el abarrotero de la esquina, bondadoso señor, y compasivo, le abrió una línea de crédito. Gracias a eso Babalucas pudo sacar al fiado cada día los alimentos necesarios para la subsistencia. Pero la fortuna es mudable. Lo dijo Julio César: Parvis momentis fortuna magnas rerum commutationes efficit. En un tris la fortuna obra grandes cambios sobre las cosas. De la noche a la mañana le empezó a ir muy bien a Babalucas. Pronto tuvo dinero para pagarle al generoso tendero el adeudo que con él tenía pendiente. Sin embargo el día que le pagó fue el último que el abarrotero vio a Babalucas en su tienda. Lo miraba pasar, próspero y rico, cargando bolsas llenas de mercancía de otro abarrotero, su competidor. Un día lo detuvo al pasar y le preguntó, dolido: "Baba: durante más de un año te di fiado todo lo que necesitabas. Y ahora que tienes dinero vas y compras en otra parte. ¿Por qué?". "¡Caramba! -exclama Babalucas sinceramente sorprendido y apenado-. ¡No sabía que también vende usted al contado!"... Cualquiera de mis cuatro lectores, escogido al azar, es más perspicaz que yo, posee más cacumen. Todos habrán observado ya, por tanto, que los asuntos que ocupan cada día la atención de la opinión pública mexicana se refieren siempre a una persona: que si López Obrador debía o no ser desaforado; que si el matrimonio religioso de la señora Sahagún era anulable o no; que si Creel prevaricó al otorgar permisos para casas de juego; que si Fox puede o no puede hacer proselitismo en favor del PAN desde la Presidencia... En esos dimes y diretes gastamos en infiernitos nuestra pólvora, y no están a debate las grandes cuestiones nacionales, entre ellas las reformas de fondo que se necesitan para sacar a México del cenagoso marasmo en que se encuentra. (Permítanme un momento. Voy a anotar esta última frase, la del cenagoso marasmo, no sea que la olvide y luego se me ofrezca usarla en un discurso). Eso de centrarnos en las personas, y no en el interés comunitario, habla muy mal de nuestra madurez política. Por eso yo no soy madurez política: para que no hablen mal de mí... Sigue el abominable chiste que arriba se anunció: "Por poco"... Un joven accidentado llegó con el doctor. Le pregunta el facultativo: "¿Cómo le sucedió este raro accidente?". Responde el lacerado: "Estaba haciendo el amor con una amiga. De pronto se desprendió el candil del techo y me cayó encima". "Pues tuvo usted mucha suerte -lo felicita el médico-. Sufrió sólo algunas contusiones en las pompas". "Es cierto, doctor -responde el joven-. Pero un minuto antes habría sufrido fractura de cráneo". (No le entendí)... FIN.