Don Puritanio Calvínez, defensor de las buenas costumbres -las malas se defienden solas-, daba una conferencia acerca del tema de su especialidad, al menos en teoría: la moral. Dice con voz tonante: "¡Una ola de pornografía se ha abatido sobre nuestra ciudad! ¡Nada menos hoy vi anunciada una película con tremendas escenas de sexo, de lujuria extrema, carnalidad sin límites, desbordada libídine y lubricidad intemperante!". Acabada la disertación don Puritanio pidió a los asistentes que le hicieran llegar sus preguntas por escrito. Todos preguntaron lo mismo: "¿En qué cine se está exhibiendo esa película?"... Murió Ms. Windbag Jones, y lo primero que hizo al llegar al más allá fue buscar a su marido, que se le había adelantado varios años en el camino que no tiene retorno, al menos hasta donde se sabe. Lo buscó primero en el infierno, pero no estaba ahí. Encaminó sus pasos la señora al Cielo, y fue recibida por San Pedro. Le preguntó Ms. Windbag si ahí estaba su esposo. "¿Cómo se llama?" -preguntó el apóstol al tiempo que tomaba su libro de registros. "Joe" -responde la señora. "Aquí hay miles de Joes -le indica el portero celestial-. Dime el apellido". "Jones" -contesta la mujer. "También hay Jones por millares -replica el de las llaves-. ¿Tiene alguna seña particular?". "Ninguna -replica Ms. Windbag-. Era un hombre de todos los días". "Pues tienes mucha suerte -comenta San Pedro-. Aquí nos llegan mujeres que tuvieron hombres de una vez al año, de una vez al mes, de una vez a la semana, y hasta de dos o tres veces por semana, pero tú eres la primera que tuvo un hombre de todos los días. Te felicito. Volvamos, sin embargo, a lo nuestro. Si tu marido no tiene ninguna seña particular será difícil encontrarlo. ¿Puedes darme alguna otra pista?". "Bueno -vacila ella-. Poco antes de morir me dijo que se daría una vuelta en su tumba cada vez que yo lo hubiera engañado". "¡Ah, sí!" -exclama entonces San Pedro. Llama a un ángel y le ordena: "Dile al Reguilete Jones que aquí lo busca su mujer"... En la fiesta un elegante caballero elogió el vestido de seda que llevaba doña Macalota: "¡Y pensar -exclama con tono admirativo- que una tela tan fina viene de un insignificante gusano!". "¡Oiga! -protesta doña Macalota-. ¡Mi marido puede ser eso que usted dice, pero no le permito que lo llame así en mi presencia!". (NOTA: El caballero no aludía al esposo de la dama, sino al gusano de seda, Bombyx mora)... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, le cuenta a su amiguita Himenia Camafría, otoñal célibe como ella: "He dejado de salir con don Geronte. Después de ocho o diez copas empezaba a ponerse atrevido". "¿Y qué haces ahora?" -pregunta la señorita Camafría. Responde Solicia: "Ahora salgo con don Senilio. Para ponerse atrevido necesita nada más una copa"... Capronio tenía un perro pastor alemán. Cierto día lo llevó con el veterinario y le pidió que le cortara la cola al animal. "A estos perros no se les corta la cola -opuso el médico-. ¿Por qué se la quiere usted cortar?". Responde el incivil sujeto: "Es que la menea cuando llega un visitante. La semana próxima viene mi suegra a mi casa, y no quiero que vea ni la menor señal de bienvenida"... Goretino, piadoso joven de buenas costumbres, fue invitado por Rosibel a visitarla en su departamento. Llegó con un ramo de flores para ella. Al ver el delicado obsequio Rosibel no se pudo contener. Antes de que el muchacho pudiera reaccionar lo tumbó sobre el sofá y ahí le hizo el amor apasionadamente. Al terminar el trance Goretino se levanta, se arregla la ropa y se dirige hacia la puerta. Rosibel, confusa, se disculpa. Le dice muy azarada: "¡Perdona, Gore, si ofendí tu sensibilidad! ¡No te vayas, por favor!". Responde él: "Regreso ahora mismo. Voy a traer más flores"... FIN.