Los alumnos le preguntaron a su profesor cuál era el momento que más disfrutaba en su vida. ?El momento que más disfruto ?respondió el mentor- es el de la intimidad con mi esposa?. De regreso a su casa pensó que quizás a su señora le molestaría que él hubiese contestado eso, de modo que le dijo: ?Mis alumnos me preguntaron cuál es el momento que disfruto más. Les dije que es cuando voy a misa contigo?. Días después la señora les dice a los alumnos: ?Muchachos, mi marido les echó mentiras. Miren ustedes: la primera vez que hicimos eso casi tuve que obligarlo. La segunda fue el día de nuestra boda, y lo hizo porque no podía dejar de hacerlo. Y la tercera vez fue hace tanto tiempo que ya no me acuerdo cuándo, y además se quedó dormido a la mitad?... El angustiado farmacéutico cuya hija había sido secuestrada oye sonar el teléfono y lo descuelga ansiosamente. ?Somos los secuestradores de su hija ?dice una sorda voz-. Queremos que nos mande un millón a cada uno. Somos tres?. ?-¡Un millón a cada uno! ?se desespera el farmacéutico-. ¡Jamás podré reunir tanto dinero!?. ?No hablo de dinero -dice roncamente el de la voz-. Hablo de unidades de penicilina?... Una oruga le comenta a otra: ?Hace días que veo muy triste a la cigarra. ¿Estará enferma??. ?No ?responde la otra-. Lo que pasa es que ya tiene muchos hijos, y el doctor le dijo que se quitara el cigarro?... La esposa de Empédocles Etílez le dice a su alcohólico marido: ?Anoche llegaste borracho otra vez?. ?No es cierto? ?niega el temulento. ?Sí es cierto ?repite la señora-. Agarraste al reloj a besos, y a mí me querías dar cuerda?... Decía el dueño de una tienda especializada en hobbies: ?Los trenecitos eléctricos se parecen a los senos femeninos: se supone que son para los niños, pero son los papás quienes los disfrutan más?... Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera, compró un perico que, según le dijeron, ya hablaba. En efecto, hablaba el fementido loro, pero de su pico no salían más que tremendas maldiciones y blasfemias. Una vecina dice a Celiberia: ?No se preocupe, señorita. Hay un remedio para quitarles a los pericos la costumbre de decir malas palabras. La próxima vez que su loro maldiga métalo en un costal y dele varias vueltas. Con eso no volverá a decir ninguna majadería?. Así lo hizo la señorita. Cuando el perico dijo una de sus barbaridades lo metió en un costal y le dio vueltas largo rato. Cuando abrió el costal salió el perico todo mareado. Se quedó viendo con ojos bizcos a la señorita, y luego le preguntó: ?¿Cómo te fue de temblor, vieja jija de tu #$&*??... Himenia Camafría, otra madura célibe, fue de vacaciones a Cancún. Sola en su cuarto de hotel rezó con devoción: ?¡San Antonio, mándame un hombre!?. Sucedió que en el hotel se había declarado un incendio. En el preciso instante en que la señorita Himenia elevó su oración los bomberos irrumpieron en masa en su cuarto. Exclama la señorita Himenia: ?¡Caray, San Antoñito, se te pasó la mano! Pero en fin, ya puesta en este trance ahora dame fuerzas?... La maestra le pregunta a Pepito: ?Si tienes mil pesos y pierdes 975 ¿cuánto te queda??. Pide Pepito: ?¿No podría ponerme un problema menos triste??... A un hombre le dolía una muela, y fue con el odontólogo. El odontólogo se la extrajo, pero al hacerlo la muela resbaló de la pinza, y al hombre se le atoró la pieza en la garganta. ?Tendrá que ir con un otorrinolaringólogo? ?le dice el odontólogo. El otorrinolaringólogo trató de sacar el objeto, pero lo empujó más, y el hombre se lo tragó. ?Tendrá que ir con un gastroenterólogo? ?decreta el otorrinolaringólogo. El gastroenterólogo recetó una purga, pero al hombre se le atoró la muela en el conducto. ?Tendrá que ir con un proctólogo? ?dice el gastroenterólogo. El hombre fue con un proctólogo. Lo examina el proctólogo y le dice: ?Trae usted una muela ahí. Tendrá que ir con un odontólogo?... FIN.