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De Política y Cosas Peores

Catón

Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. Comparado con ella un iceberg es más ardiente que un ignífero volcán. Cuál no será la frialdad de esa señora, que un día pensó en la conveniencia de ver la posibilidad de quizá considerar alguna vez la idea de ir a Tahití, y ese solo pensamiento bastó para helar todos los cultivos de ananás en la isla. Pues bien: cierta noche don Frustracio -así se llama el malaventurado esposo de la doña- le pidió con timidez a su consorte el cumplimiento del débito conyugal. Opuso ella con enojo: "¡Pero si hace apenas unos días me pediste lo mismo!". "Mujer -se atrevió a replicar don Frustracio-, la última vez que lo hicimos fue el día que se cumplieron 100 años de la épica pelea entre Bob Fitzsimmons y Jim Jeffries, y eso fue el año 2002". "¡¿Y ya quieres otra vez?! -clamó doña Frigidia con escándalo-. ¡Eres un erotómano irredento!". Don Frustracio recurrió entonces a un vergonzoso recurso: le ofreció a su esposa regalarle un anillo de esmeraldas. Las joyas son para algunas mujeres lo que para los hombres es el Viagra: un gran estimulante. Movida por ese interés insano doña Frigidia accedió por fin a la dación. Pidió, sin embargo, que todo se hiciera con las luces apagadas. "No estamos en el programa de Cristina" -dijo. En la tenebregura de la alcoba don Frustracio empezó a hacer obra de varón. De pronto oyó algo que lo llenó primero de asombro y luego de excitación sensual: su esposa jadeaba, chasqueaba la lengua, aspiraba aire con fuerza y hacía otros ruidos bucales que daban idea de placer y gran delectación. Aquello jamás había sucedido. Osó don Frustracio encender una lámpara que estaba en el buró, y lo que vio lo asombró más aún, y lo decepcionó: en el mismísimo trance del amor su esposa se estaba comiendo con fruición una rebanada de sandía. Tal era la causa de los ruidos que hacía con la boca, no la sensualidad ni el ardimiento pasional... La mención que en el curso del relato se hizo del match Fitzsimmons-Jeffries me hizo recordar una famosa frase que este boxeador de peso completo norteamericano, Jim Jeffries, pronunció cuando le dijeron que su rival, el británico Fitzsimmons, era mucho más alto que él. Respondió Jeffries: "The bigger they are, the harder they fall". "Cuanto más altos son más fuerte caen"... Alto es Vicente Fox, y muy alto llegó con aquel triunfo del año 2002. Ciertamente ya tiene un sitio en la historia mexicana, pues su victoria acabó con la dominación del PRI, septuagenario partido, dominación septuagenaria. Llegó Fox a la cima del poder, y también alcanzó la cima en las expectativas de los mexicanos, expectativas que él mismo creó y agrandó desmesuradamente en su campaña. Ninguna de esas esperanzas se cumplió. Algunas eran de imposible realización, y para lograr las otras no tuvo el Presidente capacidad política. Su caída, por tanto, ha sido estrepitosa. El último tropiezo suyo, que causará graves daños al país, fue haber cedido a la presión de los cañeros y poner la producción de azúcar bajo un régimen perteneciente tiempos que este país ya debe superar. Ninguna imagen presidencial se ha derrumbado como la del guanajuatense. Junto con él cayeron las posibilidades del PAN de retener la Presidencia. Lo dicho. "The bigger they are..."... Le dice un tipo al traumatólogo: "Fui a una casa de mala nota y me di un golpe muy fuerte en esta pierna". Pregunta el especialista: "¿Y cojeó?". "Doctor -responde el tipo-, con el dolor quién se acordaba ya de eso"...

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