Fueron exitosas las visitas que hizo Andrés Manuel López Obrador a las dos principales ciudades de Coahuila: Saltillo y Torreón. Si bien nadie podrá calificar tales visitas de apoteósicas tampoco nadie podrá decir que estuvieron desairadas. No se arriesgaron los organizadores a hacer a campo abierto -digamos en una plaza o un estadio- los encuentros del perredista con sus simpatizantes, pero los recintos en que tuvieron lugar esos encuentros, el Casino Leonístico en Saltillo, el Teatro Nazas en Torreón, se llenaron a su máxima capacidad. No incurre en demasía López Obrador cuando dice que la forma como fue recibido en esas dos ciudades coahuilenses rompió el mito de que únicamente tiene fuerza en el centro y el sur de la República. Nunca creí yo en ese mito. Claro, la presencia de AMLO es mayor en las regiones donde más se acentúa la pobreza, pero en el norte ésta no falta, y tampoco ahí la cultura política es tan grande como para suscitar en todos los votantes los recelos que en cualquiera que considere bien las cosas, y que no esté cegado por el interés personal o por el dogmatismo, causa un político de las hechuras de López Obrador. Tiene él asegurados, lo he dicho ya, dos votos decisivos: el de la pobreza y el de la ignorancia. Y en México esos dos votos son mayoritarios. Por ellos pudo legitimar el PRI su larga permanencia en el poder; por ellos lo alcanzará López Obrador. Y otros votos tendrá, igualmente numerosos. Con extraordinario tino AMLO ha dirigido su discurso a dos sectores importantes: los llamados adultos mayores y los jóvenes. Fueron principalmente estos dos grupos los que colmaron los recintos coahuilenses donde López Obrador se presentó. Ambos grupos han sido agraviados. La gente de la tercera edad siente desesperanza; los jóvenes sienten desilusión. Indigna la situación de los jubilados o incapacitados que perciben pensiones con las cuales ni siquiera les alcanza para mal comer. Toda una vida de trabajo a cuyo fin aguarda la miseria. Como antes se decía con dramático acento: esa injusticia clama al Cielo. La gente grande votará en masa por López Obrador, pues vio lo que hizo en el DF y espera de él ahora una pensión, y trato preferente. Por su parte los jóvenes están desilusionados por ese fiasco que fue Fox. Pusieron en él sus esperanzas, contribuyeron en forma definitiva a darle el triunfo, y sus expectativas resultaron vanas. "¡No nos vayas a fallar!" -le gritaron en la gran fiesta ante el Ángel de la Independencia. Y el hombre del gran cambio les falló. Ahora los jóvenes volverán la vista hacia otro lado, y ese otro lado no habrá de ser el PRI, partido que ellos relacionan con los peores vicios de la corrupción. Y no andan desatinados en su juicio, sobre todo tomando en cuenta que Madrazo será, casi seguramente, el candidato priista. También los jóvenes votarán por López Obrador. Y otro tercer alud de votos recibirá él si los aturrullados funcionarios electorales logran dar forma a esa sinrazón que es el voto de los mexicanos que viven en el extranjero. Los dioses ciegan a los que quieren perder, y tanto el PRI como el PAN apoyaron eso de que los paisanos que se fueron "al otro lado" puedan votar desde allá, aunque no vivan ya en México y por tanto no los vaya a afectar el resultado de su voto. Esos sufragios, sea cual fuere la forma en que se recaben y se cuenten, serán también para AMLO. Soy un optimista al modo Leibnitz, tan ingenuo como el Cándido que imaginó Voltaire. Aun así mi optimismo no es tan desmesurado como para ponerme un tapaojos. Pienso que la llegada al poder de López Obrador no es cosa que convenga a la República. Sin embargo ya lo veo en la silla presidencial... FIN.