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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Con tristeza y asombro hemos mirado la tragedia de Nueva Orleans. Tristeza por las muertes ocurridas ahí, por la pérdida que muchos sufrieron de su hogar, por las penalidades de los damnificados. Asombro por la incapacidad que mostró la administración federal para ayudar con oportunidad y eficazmente a las víctimas de las inundaciones. Las escenas que vimos no parecían corresponder a una gran ciudad perteneciente a la nación más poderosa de la Tierra, sino a alguna remota población de un país subdesarrollado. Por otra parte los episodios de pillaje, los disparos contra los helicópteros que acudían en auxilio de la gente mostraron la pérdida de los valores en que se finca una digna convivencia. Hubo, es cierto, acciones en que se manifestó lo mejor de la naturaleza humana, pero en general la visión de ese drama ha sido sombría. Cosa poco prudente es hacer comparaciones. Ninguna cabe en este caso. Pero si se habla de desastres casi es forzoso recordar lo que pasó después del terremoto en la Ciudad de México. También ahí se manifestó la ineptitud oficial. El Gobierno pareció no darse cuenta de lo sucedido, y cuando por fin hizo su aparición fue para negar la magnitud de la catástrofe. En cambio se manifestó en toda su hermosa plenitud esa virtud social llamada solidaridad. Fue ahí verdaderamente cuando nació el México moderno, pues la sociedad civil se dio cuenta de sus potencialidades. Se organizó por sí misma, al margen del Gobierno, y convertida en un gran organismo no gubernamental acudió al auxilio de las víctimas. No hubo rapiñas ni saqueos; hubo sólo un esfuerzo colectivo por ayudar a aquellos sobre los cuales se abatió con mayor fiereza la calamidad. Si alguien hiciera un parangón entre el comportamiento colectivo observado en Nueva Orleans y el que si vio en la Ciudad de México, ciertamente los mexicanos saldríamos favorecidos, aunque los dos gobiernos fueran calificados de tardos e ineptos por igual. El caso de Bush asombra e irrita al mismo tiempo. ¿Cómo es posible que el Presidente norteamericano haya mandado hombres y aviones hasta Iraq, a matar mujeres, niños y hombres de otro pueblo, y no haya sido capaz de enviar esos recursos a Nueva Orleans a salvar vidas de hombres, mujeres y niños de su propio pueblo? Todas las riquezas las tiene Norteamérica, pero en esta ocasión dio la impresión de que sus gobiernos están más prestos y mejor preparados para usar esas riquezas en las cosas del mal que en las del bien... Aquel chico le preguntó a su novia: "Rosilí: ¿cuántos novios has tenido antes que yo?". Ella echó mano a su bolso. "¿Te ofendió mi pregunta?" -inquiere el muchacho preocupado. "No -contesta Rosilí-. Iba a sacar la calculadora"... Cualquier mujer que piense que el camino para conquistar a un hombre pasa por su estómago está pensando en forma demasiado elevada... Un argentino acudió a la consulta del doctor Duerf, siquiatra vienés de mucha fama. Ante el asombro del analista se echó de rodillas ante él y le rogó con gemebunda voz: "¡Ayúdeme, doctor, por quien más quiera! ¡Estoy desesperado! ¡Sálveme, por favor, se lo suplico!". "Tranquilícese usted -lo levanta el sabio médico-. Dígame: ¿qué le sucede que lo angustia tanto?". Contesta entre lágrimas el porteño: "Salí de Buenos Aires hace tanto tiempo que estoy perdiendo mi identidad. ¡Ya no me siento argentino, doctor! ¡Me creo cualquier persona!". Le dice el siquiatra: "Lo voy a hipnotizar para volverlo a su ser original". Lo pone en trance hipnótico, en efecto, y le aplica el debido tratamiento. Luego lo despierta. "¿Cómo se siente ahora? -le pregunta. Responde el visitante con arrogancia airada: "¿Y a vos qué te importa, atorrante, sotreta, otario rechiflao, gil fané?"... FIN.

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