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De Política y Cosas Peores

Catón

X. Esa letra, la equis, que algo tenía antes de cruz y de calvario, sirve ahora a los jóvenes para designar lo inane, lo anodino, lo fofo, lo que no tiene sustancia ni carácter, lo inodoro, incoloro e insípido. Por su brevedad y contundencia tal expresión me parece mejor que los modismos que usábamos nosotros para designar lo mismo. Decíamos: "Agua de borrajas", "Ni chicha ni limonada", "Ni fu ni fa", "Entre azul y buenas noches"... Más coloridas quizá esas expresiones, pero menos lapidarias. Lo de la X tiene claridad, eficacia y concisión. "¿Qué tal estuvo la película?". "Equis". Eso quiere decir que ni buena ni mala. "¿Cómo era el vestido que traía Fulanita?". Equis. O sea ni feo ni bonito. Equis nomás. Nada para recordar. Pues bien. O, mejor dicho, pues ni bien ni mal. Equis. Así estuvo el supuesto debate entre los aspirantes del PAN a la Presidencia de la República. Ese PAN no supo a nada. Fue puro migajón; nada de miga. Un vendedor puerta por puerta pone más entusiasmo y argumentación en sus ofertas que esos engominados señoritos que no se descompusieron un solo cabello del peinado y se limitaron a decir -a leer- teorías abstractas sin concretarlas ni contrastarlas entre sí. En un debate debe haber algo de calor y mucha luz. Ni una cosa ni otra hubo en el no debate de los precandidatos panistas. En ese encuentro se perdieron todos, y por lo tanto todos lo perdieron. No se hable más del asunto. Equis... A esa muchacha poco agraciada le dicen "La dieta". Nadie la sigue... Una chica de la difícil vida fácil fue a consultar al médico. La examina el galeno y le indica: "Quédese fuera de la cama un par de días"... Aquella joven mujer se presentó ante el juez: "Vengo a denunciar a mi vecino -dice-. Me violó". Pregunta el juzgador: "¿Es la primera vez?". "Sí -responde la quejosa-. Las otras me pagó"... "Aquello fue horrible -narraba con dramático acento Babalucas-. Caí del caballo, y el pie izquierdo se me quedó trabado en el estribo. Iba arrastrando con violencia por el polvo; mi cabeza golpeaba contra el suelo. Seguramente habría muerto si no es porque el encargado de los caballitos detuvo el carrusel"... En la conversación de sobremesa se discutía acerca de cuál era la cosa más veloz del mundo. "El pensamiento -opina la mamá-. Aparece de pronto, y con la misma velocidad se va". "Yo creo -dice el padre-, que la cosa más rápida del mundo es el párpado del ojo. Ni siquiera piensas para parpadear, y el parpadeo es tan veloz que casi no lo ves". Interviene el hijo adolescente: "La cosa más rápida del mundo es la electricidad. Accionas el interruptor de la luz, y en millonésimas de segundo se ilumina el cuarto". Le toca el turno al abuelito y dice: "Yo creo que la cosa más rápida del mundo es la pipí. Anoche me desperté con ganas de hacer, y antes de que pudiera pensar, parpadear o encender la luz..."... Un antropófago le dice a otro: "Con gusto te invitaría a comer en mi casa, pero mi mujer no está". "¿Y qué importa? -replica el compañero-. Comemos cualquier otra cosa"... Prevengo a mis cuatro lectores: sigue ahora un cuentecillo picaresco que las personas con escrúpulos no deberían leer. Sobre aviso no hay engaño... Minucio, joven varón con quien no se mostró muy pródiga mamá Naturaleza, casó con Pirulina, mujer conocedora de la vida. Al empezar la noche de bodas el fanfarrón galán dejó caer con ademán de artista la bata que lo cubría, y apercibió luego a su flamante desposada. Le advirtió: "Prepárate para todo, Pirulina. Has de saber que en cosas de sexo soy una enciclopedia". Ella lo mira bien y luego dice: "Si eres una enciclopedia has de ser el Pequeño Larousse"... FIN.

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