Un señor estaba hablando de la prenda más íntima del vestuario femenino. Dijo: "Antes, para verle las pompas a una mujer tenías que separarle el calzoncito. Ahora para verle el calzoncito tienes que separarle las pompas"... Murió doña Jodoncia y no le dejó nada a su esposo, don Martiriano. Pocos días después, sin embargo, el viudo apareció en compañía de una hermosa morena, alta, llena de curvidades y con notables atributos anatómicos tanto anteriores como posteriores. La preguntó alguien a don Martiriano: "¿Cómo hiciste para conseguirte esa muchachona?". "Bueno -explica él-. Mi mujer quiso perpetuar su memoria, y dejó una buena suma para un monumento. Éste es el monumento"... Con prudencia y buen sentido Andrés Manuel López Obrador canceló el viaje que iba a hacer a Los Ángeles, pues existía el riesgo de que ese viaje le acarreara una sanción por parte del Instituto Federal Electoral. Voceros de AMLO calificaron de ambiguo el texto del IFE que originó esa decisión del precandidato perredista. Esa sola ambigüedad basta para cuestionar al organismo: debió haber sido claro en el respeto al derecho que tiene López Obrador, igual que todo ciudadano, de viajar a cualquier parte y reunirse con quien quiera sin violar la ley. En puridad de términos, y para los efectos de la legislación electoral, Andrés Manuel López Obrador es actualmente un simple ciudadano. Su búsqueda de la candidatura perredista no lo hace todavía sujeto de la legislación que norma los procesos electorales. De otra manera también serían impugnables los actos que ha realizado en varias ciudades del país. No quiso López Obrador exponerse a una sorpresa, y actuó a la segura, en lo cual hizo muy bien, pero todo indica que sus derechos fueron vulnerados. Ciertamente AMLO se encuentra ya en plena campaña por la Presidencia. Eso, por encima de toda simulación y fingimiento, es la verdad monda y lironda. Pero también es cierto que no le es aplicable todavía la legislación en materia de elecciones. Ojalá en la redacción del texto del IFE no hayan intervenido simpatías o compromisos por parte de aquellos a quienes obligan los principios de legalidad e imparcialidad en que se finca el buen trabajo de un organismo electoral... Don Avaricio tenía un excesivo apego al dinero, tanto que poco antes de morir pidió que le pusieran en el ataúd un millón de pesos, pues hasta en la muerte quería seguir rodeado de riqueza. Cuando el albacea testamentario le comunicó a la viuda la voluntad del cicatero matatías, la señora suspiró y dijo: "Cumpliré ese deseo de mi esposo. Le pondré su tarjeta de crédito en la caja, pobrecito, y que de ahí agarre su millón de pesos"... Capronio, ruin sujeto, solía tratar muy mal a su mujer, doña Sufricia. Un día, sin embargo, fue a una conferencia en la cual el disertante dijo que los maridos deben tratar bien a sus esposas a fin de asegurar la duración y buen éxito del matrimonio. Impresionado por esa idea, y lleno de remordimientos por lo mal que se había portado siempre con la compañera de su vida, Capronio llegó a su casa esa noche, abrazó con ternura a su mujer, le dio un beso en la frente y luego le dijo conmovido: "¡Eres la mejor esposa del mundo, amada mía! ¡Infinitas gracias doy a Dios por haberte puesto en mi camino, como hada bienhechora o ángel de bondad, para que vayas conmigo por la vida apartando a mi paso las espinas del sufrimiento y el dolor y ungiéndome con el santo sacramento de tu amor y con el bálsamo de tu cariño!". Al oír esa inspirada elocución la mujer de Capronio rompió a llorar desconsoladamente. "¿Qué te pasa, bien mío?" -inquiere con ansiedad el tipo. Responde doña Sufricia llena de aflicción: "¡Qué día he tenido! ¡Tu hijo trajo muy malas calificaciones, se me quemó la sopa, y ahora tú vienes borracho!"... FIN.