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De política y cosas peores

Armando Camorra

La palabra "piropo" es linda voz. No la define bien el diccionario de la Academia cuando dice que es lisonja, pues la lisonja es alabanza simulada, y el piropo, para serlo en verdad, debe por fuerza ser sincero. Además los señores académicos parecen haber olvidado ya el galano arte de piropear, pues ponen en último término la más usada acepción de la palabra, que es la de requebrar, y la colocan después de "Variedad del granate" y de "Rubí, carbúnculo", usos escasamente conocidos. "Piropo" viene de dos vocablos griegos: "pir", que significa fuego, y también pasión, ardor, irresistible fuerza, brillo en la mirada; y "ops", que quiere decir aspecto, de "opopé", mirada. De modo que piropo es algo así como "mirada de fuego". El piropo es frase de galantería que se dice a una mujer para encomiar sus prendas. Decirle "mamacita" a una fémina no es un piropo, es mera vulgaridad, lugar común. (Comentaba una joven señora de buen ver: "No entiendo a los hombres. Cuando voy caminando por la calle me dicen 'Mamacita'. Y cuando voy manejando mi automóvil me gritan 'Vieja pen...'). En cambio sí es piropo decirle a una muchacha, por ejemplo: "Vamos a mi jardín a que te vean mis rosas", o hacer como aquel joven de 20 años que le dijo con voz admirativa a una hermosa dama de 70: "Señora: ¡quién tuviera 50 años más!". O aquella hipérbole de Góngora para encomiar la blancura de las manos y el fuego de los ojos de la amada, que podía hacer "...blanca la Etiopía con dos manos, tórrida la Noruega con dos soles". Todo esto viene a cuento para afear el comportamiento de Soecio, ruin sujeto que acostumbraba molestar a las mujeres diciéndoles groserías por la calle. Cierto día le dijo a una muchacha: "¡Mamacita! ¡Te voy a dar un beso en la parte que te gusta más!". Le respondió ella: "Tendrás que dárselo a mi marido en la puntita". ¡Bien empleada te está esa lección, descomedido majadero! Otra suerte de incivilidades hay también. En Coahuila, mi natal estado, la caballada está gorda. Quiero decir que nos hallamos en vísperas de elegir gobernador, y son muy buenos los candidatos presentados por los tres partidos principales. El PAN postuló a Jorge Zermeño Infante, de gran experiencia administrativa y parlamentaria; el PRI tiene como su abanderado a Humberto Moreira Valdés, hombre joven, dueño de extraordinario carisma y también con amplia experiencia de administrador; y el PRD presentó como su candidato a Juan Pablo Rodríguez Delgado, igualmente joven, con firmes principios ideológicos y valores personales apreciables. Todo iría muy bien si no es porque desgraciadamente el PAN está incurriendo en prácticas que no merecen alabanza. Los publicistas de Zermeño, político cuya valía hace que tales prácticas sean motivo de extrañeza, han optado por recurrir a la ofensa y la diatriba, usando en un spot televisisvo la palabra "chúntaro" en obvia alusión a su rival con mayor fuerza, el priista Moreira, a quien le gustan la música popular y el baile, aunque ciertamente no es ese gusto lo que lo ha puesto a la cabeza, con ventaja considerable, en las encuestas de opinión. Agresiones como ésa dañan más a quienes la hacen que a quien la recibe, y degradan la calidad de una contienda que debe ser de altura... El señor Mequínez, corredor de bolsa, recibió una llamada telefónica. Le dice una voz de hombre: "A mi mujer le ha dado por ofrecer su cuerpo a los extraños. Incluso me pide que le consiga clientes". "Perdone -lo interrumpe el señor Mequínez-. Seguramente usted quiere hablar con mi hermano, el doctor Mequínez, que es siquiatra. Frecuentemente recibo llamadas para él". "Ésta es para usted -replica el que llamaba-. Queremos invertir en la Bolsa todo el dinero que mi mujer está ganando"... FIN.

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