Esta columnejilla empieza hoy con una picaresca historia de sabor rural que las personas púdicas no deberían leer... Bucolia, zagala campesina, era muchacha candorosa. Su inocencia era columbina, es decir como de paloma. Por eso le creyó a su primo Eglogio cuando éste le dijo que cierta cosa que tenía él nada más él la tenía. Pero los viajes ilustran, aunque también estriñen: viajó Bucolia a la ciudad; ahí conoció a un primo de Eglogio, y tuvo con él trato cercano. Cuando la linda joven volvió al rancho le reclamó al mentiroso galán: "¿No me dijiste que nada más tú tenía eso? Tu primo Pitorrón también lo tiene". Cogido en la mentira Eglogio salió con una peregrina explicación. Le dice a la muchacha: "Es que yo le regalé una que me sobraba". "Pues cómo eres indejo -replica Bucolia con desdén-. Le diste la mejor"... La novia de Babalucas se enojó con él. Le dice terminante: "¡Lárgate! ¡No quiero verte sino hasta el día del Juicio Final!". "Está bien -responde con mansedumbre el badulaque-. ¿Cómo a qué horas?"... Un hombre acudió a la consulta de un médico sapiente. Le dijo que el cuello se le había puesto duro, rígido, tan tieso que traía siempre alta la cabeza y no la podía bajar. El infeliz parecía caballo engallado. Tal nombre se aplicaba a los caballos que tiraban de los carruajes de los ricos. A esos pobres animales se les ponía una rienda corta y tensa para que no pudieran bajar la cabeza y cobraran aspecto aristocrático y altivo. Así, como caballo engallado, andaba aquel pobre señor. El facultativo procedió a auscultarlo según los métodos de Ficker, Werner y Abderhalden para llegar a un diagnóstico clínico, diferencial, topográfico, de nivel y por exclusión. Al terminar su examen le pregunta: "Dígame, señor: ¿ha estado usted tomando Viagra?". "Y mucho -responde el paciente-. Ya hasta se me están poniendo azules los ojos". "He ahí la causa de su mal -concluye el galeno-. Se pasa usted muy despacio las pastillas, y el cuello se le ha endurecido"... Don Antonio Guerra y Castellanos, sabio maestro de Derecho Procesal Civil en la antigua Escuela de Leyes de mi natal Saltillo, detestaba a los alumnos parleros que por lucirse hablaban mucho al exponer la clase o presentar su examen. Les decía: "La piorrea es pudrición de boca. La diarrea es pudrición de vientre. La gonorrea es pudrición de bragueta. Pero la verborrea es peor: es pudrición de mente". En culpa de verborrea está cayendo López Obrador al hacer los ofrecimientos que hace, tan elementales y de tan pedestre nivel que más parecen de candidato a alcalde de un villorrio que de aspirante a dirigir una República. Eso de que cuando sea Presidente no usará el avión presidencial, y viajará sólo en vuelos comerciales, es cosa risible, pero da la medida exacta de los modestísimos alcances del candidato único del PRD que todavía no es candidato. Al hacer tal declaración AMLO no se pone a pensar en los problemas de seguridad que originaría el hecho de que el Presidente viajara en vuelos comerciales, ni en las molestias que sufrirían los pasajeros, ni en los inconvenientes y dificultades de todo orden para las líneas aéreas. Las dificultades y trastornos serían muchos y el ahorro ninguno. López Obrador se quiere presentar como un político austero de costumbres, pero al hacerlo cae en la chabacanería y la simpleza. Volvemos a lo mismo: populismo puro, demagogia barata que nada más a quienes no piensan ni razonan puede impresionar. Pronunciamientos aldeanos son los de López Obrador. Y un país como el nuestro no es aldea... FIN.