Bien decía el Chaparro Tijerina: "Un pen... callado es oro molido". La frase es aplicable a Bush, que tantas y tan valiosas oportunidades pierde de cerrar la boca. Permítaseme un recuerdo de la infancia. Había en mi ciudad dos hermanas, célibes ambas y entradas ya en años, que nos enseñaban el catecismo de Ripalda. Eran bajitas, regordetitas y sonrosaditas; de ahí que le gente les dijera "Las caniquitas". Con sus vestidos llenos de faralaes; con sus mañanitas de croché y sus zapatitos de tacón panela parecían ilustración de una novela de Charles Dickens. Esas angelicales señoritas nos explicaban los mandamientos de la Ley de Dios. Con tres tenían problemas y pasaban por ellos a las volandas, como quien anda sobre carbones encendidos. Dos de esos mandamientos eran el sexto y el noveno. ¿Cómo explicarle a un niño lo que quiere decir "No fornicar"? Quizá ni ellas mismas lo sabían. Y ¿cómo decirle que no debe desear a la mujer de su prójimo? De seguro "Las caniquitas" lamentaban que esas vitandas cosas hubiesen cabido en el decálogo. El otro mandamiento que no acertaban a explicar era el segundo: "No tomar el nombre de Dios en vano". ¿Qué significaba eso? "Las caniquitas" nos enseñaban a no decir "por Dios" para afirmar una verdad, y hasta ahí. Con el tiempo he llegado a comprender que eso de tomar el nombre de Dios en vano consiste en usar torcidamente el nombre del Señor para mentir, obtener lucro o conseguir poder. Por ejemplo, Bush dijo que Dios le ordenó hacer la guerra. Manifestar tal cosa es gran temeridad, pues quien la dice hace de la divinidad un instrumento al servicio de lo peor que hay en la naturaleza humana. Cuidado con los hombres que se sienten inspirados por Dios. Son más temibles que salteadores de camino real. Cuando alguien declara: "Vengo de parte de Dios" yo me echo a temblar como azogado y salgo corriendo cual si me persiguiera una caterva de demonios. Bush es peligroso porque se siente inspirado por Dios. Desde ese punto de vista no hay mucha diferencia entre él y aquellos que en nombre de Alá ordenaron el atentado del 11 de septiembre y los bombazos de Madrid y Londres. La estupidez, por supuesto, es mala hierba que crece en todas partes. El imbécil que con motivo de los conflictos en el IMSS escribió frases de injuria antisemitas y pintó en ellas el más odioso signo que la historia del hombre ha conocido, la esvástica nazista, merecería ser infamado, pues muy infame fue su acción, que nos avergonzó a todos y nos hizo pensar que no está muerta entre nosotros la semilla del odio contra el pueblo de Israel, cuya comunidad en México ha hecho tanto bien. El descastado que perpetró esa injuria debería ser sorrabado. ¿Qué quiere decir eso? En los antiguos tiempos a quien cometía una villanía o indignidad rastrera no se le castigaba con las penas comunes, pues se consideraba que eso era deshonrar al castigo mismo. Se le obligaba a besar y lamer a un animal -generalmente un perro de la calle- debajo del rabo, en el orificio excretor, para mostrar así la bajuna condición de la falta y del culpable, que ni siquiera merecía otro castigo más que ese de baja estofa, que provocaba el escarnio de la gente y humillaba al castigado con lo más ruin y vergozoso en la escala de la penalidad social. Quede pues sorrabado ese ente canallesco... Narraré un cuentecillo final en vano intento por disipar mi cólera... Llegó a su casa un hombre y sorprendió a su esposa en compañía de un desconocido. "¿Quién es este individuo?" -inquiere hecho una furia. Se vuelve la señora hacia el sujeto y le dice: "La pregunta de mi marido es procedente. ¿Cómo se llama usted?"... FIN.