Recordemos los inmortales versos de Margarito Ledesma: "El corazón humano de la gente / es como una vejiga que se llena: / si se le echa más aire del prudente / se va infle e infle e infle hasta que truena. / Como el mío también es de cristiano, / y lo tráis humillado y ofendido, / si le sigues cargándole la mano / el día menos pensado da el tronido". Esos románticos y ominosos versos, con todo y pertenecer al género lírico, pueden aplicarse al IMSS: si sus directivos, líderes y personal sindicalizado le siguen cargando la mano, el día menos pensado la institución dará el tronido. El Seguro, con todo y sus fallas y defectos -que, dicho sea de paso, cada día crecen y se agravan más- es una institución fundamental de México. Su futuro no se puede comprometer en aras de circunstancias de política o coyunturales. Aquí no pueden imponerse el capricho y prepotencia de unos ni el autoritarismo de otros. Todos han de asumir una actitud honesta, de buena fe, y considerar en forma detenida las condiciones en que se encuentra el Instituto y las amenazas que se ciernen sobre él. Las partes en conflicto deben andar cada una un tramo del camino para encontrarse y dialogar de modo que se evite perjuicio presente y futuro al organismo y no se causen daños a quienes reciben sus servicios. Adoptar una actitud intransigente o de inconciencia equivale no sólo a atentar contra el bien del Instituto, sino igualmente contra el bien de México y de los mexicanos. Luego no digan que no les avisé... Don Veterio, caballero senescente, le pregunta al médico: "Doctor: ¿a qué edad empieza el hombre a perder su vigor sexual?". Responde el facultativo: "Cuando empieza a hacer esa pregunta"... Babalucas le propuso matrimonio a una chica a la que acababa de conocer. Le dice ella: "Soy lesbiana". Replica muy vehemente el tonto roque: "¡Con tal de que me ames no me importa tu nacionalidad!"... En la cantina un parroquiano le dio sin querer un empujón a otro que bebía sentado en su mesa. Se vuelve éste con enojo y le dice al que pasaba: "¡Es usted un puerco espín!". "¡Óigame! -se irrita el otro-. ¡Si no retira esas palabras la va a pagar muy caro!". Se levanta de su asiento el empujado. Medía dos metros de estatura y pesaba como 200 kilos. "Retiraré una palabra -le dice con ronca voz al que lo había retado-. Retiro la palabra ?espín?". El otro mira de arriba abajo al gigantón y dice luego con tono conciliador: "Está bien. Con una palabra que retire de las dos me doy por satisfecho"... El gerente de compras de una tienda hizo un viaje que duraba ya varias semanas. Su esposa lo llamó a su hotel. "¿Cuándo regresas?" -le pregunta. "La próxima semana -contesta el hombre-. Ya estoy acabando de comprar". "Vuelve antes -replica ella-. Yo ya estoy empezando a vender"... El marido llegó a su casa en horas de la madrugada. "¿Dónde estabas?" -le pregunta su esposa hecha una furia. "En la iglesia -responde el individuo-. Rezando". "¿En la iglesia? -clama la mujer-. ¡Las iglesias las cierran a las 8 de la noche! ¡Eres un desvergonzado!". "No soy un desvergonzado -se defiende él-. Si lo fuera te habría dicho de veras dónde estaba"... Don Geroncio, señor de edad madura, cortejaba discretamente a la señorita Himenia Camafría, célibe igualmente entrada en años. Una noche la visitó en su casa, y empezó a besarle la mano con elegante cortesía. Le dice: "Los besos, querida señorita, son el lenguaje del amor". "Entonces, don Geroncio -le pide la señorita Himenia- ¡gríteme!"... La señora: "Dice el doctor que mi mamá necesita una transfusión de sangre!". El marido: "¡Santo cielo! ¿Y de dónde vamos a sacar tantas serpientes?"... FIN.
