El Sol y la Luna no estaban en buenas relaciones. Le dice aquél a ésta: "Eres una cualquiera. Te la pasas de cuarto en cuarto". Aludía burlonamente a las diversas fases de la Luna: cuarto creciente, cuarto menguante. "Y tú -le dice la Luna al Sol- eres un indejo. Te la has pasada millones de años calentando a la Tierra y es fecha que todavía no te la puedes fornicar"... Luego de ver el menú del restorán el cliente le pide al camarero: "Tráigame el pato a la naranja, por favor". Contesta el hombre: "Le recomiendo mejor el lechón en salsa de ciruelas". Inquiere el señor: "¿No hay pato a la naranja?". "Sí hay -responde el mesero-. Pero debe usted probar el lechón en salsa de ciruelas". "Yo quiero el pato a la naranja" -insiste el cliente. "Podrá usted querer lo que sea -replica el individuo-, pero el lechón en salsa de ciruelas es algo especial". "No lo dudo -concede el señor, que empezaba ya a amoscarse-. Pero tráigame el pato a la naranja". "Le traeré el lechón -declara el camarero-. Cuando lo pruebe reconocerá que usted estaba equivocado y yo tenía razón". "Por vida de...! -clama el cliente alzando ya la voz-. ¡Le digo que quiero el pato a la naranja!". El gerente del establecimiento oyó la voz airada y se acercó. "¿Qué sucede, Pertinacio?" -le pregunta al mesero. "Este señor, jefe -contesta el hombre señalando con desdén al cliente-, que no vino aquí a comer, sino a discutir"... Susiflor era romántica, y el romanticismo es camino seguro a la desilusión. Comentó un día: "Buscaba yo un novio que fuera dulce, tierno, sensible, delicado y emotivo. Y lo encontré. Pero él ya tenía novio"... La naturaleza, no cabe duda, es señora respondona: cuando recibe agravio lo contesta multiplicado y acrecido. Sin ser experto en la materia -en ninguna materia soy experto, lo cual me permite hablar de todas- considero que los desastres naturales que estamos viendo son efecto del daño que hemos causado y seguimos causando a la naturaleza. El hombre es criatura extraña cuya portentosa inteligencia sólo es sobrepasada por su asombrosa estupidez. Don Francisco Aguirre González, paisano mío saltillero, contó que estando en la alameda un día fue arrebatado de repente por una fuerza extraña que lo elevó en el aire hasta llegar al espacio exterior, desde donde pudo ver la Tierra allá lejos, muy abajo, del tamaño de una pelota de ping pong. Sobre esa experiencia, ciertamente interesante, don Francisco escribió un libro cuya lectura es muy ilustrativa. Si todos pudiéramos ver nuestra casa común como él la vio nos daríamos cuenta de la fragilidad del planeta en que vivimos. Quizá en esa fragilidad está su fuerza, pues la Tierra debe tener, como nosotros, instinto de conservación. Si no queremos que nos dañe no la dañemos. Aunque la Tierra no me pidió que escribiera esto lo hago gustosamente como una modesta y desinteresada contribución a la salvación del planeta. La humanidad tiene la palabra... El padre Arsilio y el rabino Feldman llevaban entre sí buena amistad. En un solo punto discordaban: el sacerdote católico decía que era absurdo que a los judíos se les prohibiera comer carne de puerco, y el rabino judío sostenía que era una aberración que a los curas católicos se les vedara tener tratos carnales con mujer. Un día hicieron un trato: el rabino comería carne de cerdo y el cura tendría sexo. Cumplido el pacto se reunieron a comentar sus experiencias. Confesó el rabino Feldman: "La verdad es que esa carne no tiene mal sabor". Y dice muy mohíno el padre Arsilio: "Sí, pero lo otro es mucho mejor"... FIN.