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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El señor se sentía in the mood for love, con ganas de hacer el amor. Su esposa, en cambio, ya dormía. La mueve un poco para despertarla. "¿Qué quieres?" -pregunta la mujer con voz de endriago o anfisbena. Responde el febricitante (o sea cachondo) marido: "Quiero hacerte el amor". Contesta ella entre dormida y despierta: "¿Y qué no sabes dónde están las cosas?"... Doña Tebaida Tridua vacilaba entre decir no o decir sí. Decidió entonces abstenerse, conducta recomendada por su confesor para el caso de escrúpulos o duda. Sucede que pedí la venia de la ilustre presidenta ad vitam, interina, de la Pía Sociedad de Sociedades Pías para dar a las prensas el chiste titulado "Sicalipsis y política". Doña Tebaida pensó primero en prohibir tal cuento, por su salacidad (del cuento, digo), pero luego creyó oportuno autorizarlo, pues contiene un elemento de crítica al sistema político de México, con el cual la señora Tridua no comulga. En ese dilema se debatió una semana, hasta que fue atacada por una fiebre del tipo que en Japón llaman "nanukayami", que dura siete días. Fue entonces cuando tomó la decisión de no decidir nada. Me aprovecho, quizá indebidamente, de tal hesitación -es decir duda- y el próximo viernes sacaré a la luz ese vitando chascarrillo: "Sicalipsis y política". ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Al paso de los años he aprendido que todo tiempo pasado fue igual. Se habla por estos días de la rapacidad de algunos políticos, de su insolente corrupción. El enriquecimiento inexplicable -tan explicable- de Montiel es caso escandaloso, pero Madrazo es igualmente tachado de corrupto, y López Obrador, aunque presume de ser ave que cruza el pantano y no se mancha, es objeto igualmente de señalamientos, pues dispuso del dinero del erario y endeudó gravísimamente al Distrito Federal a fin de poner en práctica sus acciones y donaciones populistas, y así aprovechó el cargo para promocionar su imagen y colocarla en posición ventajosa en la carrera por la Presidencia. Eso también es corrupción, y sus alcances ya irán apareciendo. Hay quienes claman, haciendo eco a las palabras de un estimado colega, Cicerón: O tempora, o mores!, ¡Oh tiempos, oh costumbres!, en alusión a los actuales. Y sin embargo es obvio que en el pasado había la misma corrupción, y aun mayor. La diferencia es que no podíamos conocerla, o si sabíamos de ella teníamos que hacernos de la vista gorda por el poder incontrastable de aquella "familia revolucionaria" que tranquilamente se repartía el gran pastel de México. Ahora, en cambio, por obra y gracia de esa señora a quien recientemente conocimos, doña Democracia, los excesos y culpas de los malos políticos salen a la luz, y podemos castigar con nuestro voto esos abusos. Por eso yo no soy abuso, ni exceso o culpa: porque no quiero toparme con aquella robusta dama, doña Democracia, cuyo aspecto y talante son una combinación de Sara García con doña Josefa Ortiz de Domínguez, ni quiero ser objeto de su justificado enojo... Babalucas fue a un baile. Ahí encontró a sus amigos, tímidos todos, que no se decidían a sacar a una linda morena. "Sácala tú" -le dice uno a otro. "No me animo" -responde éste-. Mejor sácala tú". "Tampoco me decido" -confiesa el otro."Yo la saco" -declara con voz segura Babalucas. Se dirige a la preciosa chica y le dice con tono perentorio: "¡Fuera de aquí, muchacha! ¡Te sales o te saco!"... El ancianito y la viejita vivían frente al cementerio. Un día la vejuca mira por la ventana hacia el panteón y con lágrimas en los ojos le dice a su marido: "Me lleno de tristeza cuando pienso en nuestra hija, que yace ahí de día y de noche". Responde con aflicción el ancianito: "Eso también me causa gran dolor. A veces preferiría que estuviera muerta"... FIN.

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