"¿Deseas a la mujer de tu prójimo?" -le preguntó el confesor al penitente. "Sí, padre -reconoció el sujeto-. Pero para compensar eso a la mía no la deseo nada". Pues bien: Lascivio, hombre proclive a todas las concupiscencias, deseaba vehementemente a su vecina, una frondosa fémina con plétora anatómica muy bien distribuida, pues tenía munífico tetamen y antifonario exuberante. La tal mujer, de nombre Carnelina, estaba en flor de edad. Se había casado, sin embargo, con un señor de edad más que madura, y además lleno de achaques, ajes y arrechuchos, pues lo que no le dolía era porque no le funcionaba ya. El señor se llamaba don Alí, apellidado Fafe. Un día Lascivio estaba en su departamento cuando sonó de pronto el timbre de la puerta. La abrió, y lo que sus ojos contemplaron lo dejó mudo de asombro. Miren: "?????????????????-". ¿Lo ven? Un largo silencio. Y es que en la puerta estaba Carnelina, aquella hermosa odalisca sin sultán, cubierta sólo por un vaporoso negligé de inconsútil gasa que permitía ver las ebúrneas morbideces de su cuerpo de diosa (Caramba, noto que estoy escribiendo como El Caballero Audaz). Quedó sin habla, pues, el lascivo hombre, y quien tomó la voz fue Carnelina: "Vecino -habló con voz meliflua-: perdone este inusual atrevimiento de venir a buscarlo. Mi marido, usted sabe, es persona mayor, y ya sin fuerzas. No puede hacer ciertas cosas que una mujer necesita. Usted, vecino, es hombre fuerte y joven. No me juzgue mal, entonces, si le pido que vaya conmigo a mi departamento y haga lo que mi marido no puede hacer". "Cla-claro que sí, vecina -farfulla Lascivio-. A la hora que usted ordene". "Ahora mismo" -responde la mujer. Se dirigen los dos al departamento de ella. Al entrar vuelve a decirle Carnelina a Lascivio: "Perdóneme otra vez que le pida que haga lo que mi esposo no puede ya hacer. ¿Sería tan amable de moverme el refrigerador de allá para acá?"... El PRD se presentará en la elección presidencial con un caudillo único, mesiánico, de anacrónico estilo absolutista. El PRI llegará a esa elección con un político también de viejo cuño que echó mano a todas las marrullerías para quedarse con la nominación. En contraste con esos procederes el PAN tiene ahora un candidato, Felipe Calderón, surgido de un proceso interno democrático en el cual salió triunfante no el candidato oficialista, sino el que los militantes escogieron. No pesará sobre este candidato el llamado "efecto Fox", pues con antelación Calderón se había deslindado de la administración foxista, y porque siempre tuvo en su contra al grupo más cercano al Presidente. De Calderón puede decirse que es el primer candidato auténtico de Acción Nacional con posibilidad de ganar la Presidencia. Fox la ganó, es cierto, extraordinario candidato como fue, pero su candidatura no salió del PAN, sino de un grupo adicto a él que maniobró con eficacia para hacerlo candidato al margen y por encima del partido. De sobra está decir que Felipe Calderón es ahora el mejor personaje en la contienda. Madrazo es todo desprestigio y López Obrador es todo deshonestidad, pues deshonesto es aquel que promete cosas a sabiendas de que no podrá cumplirlas, y que comprometió gravemente el erario del Distrito Federal para hacer obras costosas y poco útiles a fin de ganar lucimiento personal, y para otorgar dádivas que favorecieran sus ambiciones de poder. Así las cosas tenemos ya una buena opción. Si la mayoría de los mexicanos no vota por la vieja corrupción priista ni por esa cínica forma de deshonestidad que encarna en López Obrador, el próximo Presidente de México se llamará Felipe Calderón... FIN.