Dulcilí, muchacha ingenua y célibe, resultó ligeramente embarazada. Su madre la justificaba: "Es que mi hija tiene un problema de lenguaje". Inquiere una vecina, suspicaz: "¿Y a eso se debe que haya salido embarazada?". "Sí -confirma la mamá-. La pobrecita no sabe decir no"... Don Algón le dice a su linda secretaria: "La Navidad se acerca ya, señorita Rosibel. ¿Qué quiere que le regale?". "No se moleste en comprar un regalo, jefe -responde la muchacha-. Una simple tarjetita bastaría". "¿De Navidad?" -inquiere don Algón. "No -precisa Rosibel-. De crédito"... Un joven atleta en ropas muy menores hacía sus ejercicios matinales en el bosque de Chapultepec. Pasó un viejito y lo vio haciendo lagartijas, ese ejercicio que en inglés se llama push-up. Vio el veterano señor al sudoroso gimnasta y empezó a reír de buena gana. Se molestó el muchacho. Sin perder el ritmo de sus ups and downs le pregunta con enojo al ancianito: "¿De qué se ríe usted, viejo indejo?". "El indejo serás tú -contesta el riente senior-. Te sacaron la muchacha y ni te diste cuenta"... El condenado a muerte iba a recibir una inyección letal. Ve la aguja y le pregunta al encargado de la ejecución: "¿Está debidamente esterilizada?"... Los babianos, habitantes de Babia, son los hombres más tontos conocidos. Un babiano emigró a otro país y se vio ahí en estado de necesidad. A fin de remediar su situación secuestró a un niño y le prendió a la camisita, con un seguro o imperdible, un mensaje que decía: "Soy un babiano y estoy desesperado. He secuestrado a vuestro hijo. Si no me mandáis con él cinco mil babios, o su equivalente en dólares, no respondo de las consecuencias". Tomó luego al chiquillo y lo dejó en la puerta de su casa. Un día después regresó el niño. Traía una bolsa con dinero, y en la camisita otro mensaje: "Aquí tienes tus cinco mil babios. Jamás pensé que un babiano pudiera hacerle esto a otro"... Me permito enunciar un axioma impepinable, o sea que no admite discusión: economía de libre mercado es sinónimo de progreso, desarrollo y bienestar social; economía controlada por el Estado equivale a atraso, pobreza, ausencia de libertad y opresión. En un mundo como el nuestro ya son anacronismo los regímenes proteccionistas que tratan de cerrar sus fronteras para aislarse como si fueran coto o ínsula. Vivimos en una aldea global, y no en un globo aldeano, de tal manera que sólo en la libertad y en la capacidad creadora de los individuos puede fincarse el bien de una comunidad. Por eso es lamentable lo ocurrido en Mar del Plata, donde el temor al progreso y al cambio de los tiempos impidieron que todos los países de América Latina se abrieran por igual a la modernidad. El problema es que todavía en pleno siglo veintiuno a quien habla de libertad se le tilda de reaccionario, y a quien proclama la sujeción de la persona humana a un Estado todopoderoso se le llama revolucionario. En este sentido los caducos dogmas de un tiempo ya pasado serían en verdad patéticos si no hicieran tanto daño a los pueblos. Sobrada razón tengo para estar encaboronado, pero controlo mi encaboronamiento a fin de no añadir un factor más a la confusión que reina en nuestro continente... En el bar un tipo le dice a una muchacha de abundoso tetamen: "Te apuesto 20 pesos a que puedo tocarte las bubis sin tocarte la ropa". Ella, considerando la imposibilidad de aquello, acepta divertida. El individuo pone sus manos sobre las bubis de la chica y las toca, acaricia, estruja, soba, manipula, manosea y palpa a todo su sabor. "¡Oye! -protesta la muchacha-. ¡Pero tocaste mi ropa!". "Es cierto -reconoce el sujeto-. Aquí tienes tus 20 pesos"... FIN.