La vida tiene sitios donde uno dejó vida. Cuando por ellos pasas oyes los ecos de aquel vivir pasado. Eso me pasa a mí cuando paso por el austero y señorial edificio del antiguo Colegio Civil de Monterrey. En su Aula Magna profesé cátedra durante varios años como maestro huésped de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Mis estudiantes no eran estudiantes: eran gente de toda edad y condición que acudía a oír hablar y a hablar de historia y letras mexicanas. Entre mis alumnos estaba un riquísimo industrial y estaba también un hombre de procerosa estatura y espléndida melena blanca -¿te acuerdas de él, regiomontano?- que se ganaba la vida alimentando a las palomas de la Plaza Morelos y recibiendo las monedas que los turistas le daban a cambio de fotografiarlo. Me pregunto qué habrá sido de Ricardo -así se llamaba ese genial artista de la vida-, y me pregunto también dónde está Mario, que en la cafetería de Benavides hablaba de la Fata Morgana, y que cuando en el aula acababa yo mi exposición se ponía de pie, entusiasmado, y apostrofaba al grupo con una clamorosa incitación: "¡Aplaudid, manos ociosas!". De ese recinto salí con memorias que ponen en el alma luz de estrella y con afectos que hasta la fecha duran. Por eso me ha alegrado saber que el rector de la UANL, ingeniero José Antonio González Treviño, que tanto cuidado ha puesto en la conservación y enriquecimiento del patrimonio universitario, ordenó la total restauración del entrañable edificio del Colegio Civil, y de su hermosa Aula Magna, a fin de que funcione ahí el Centro Cultural Universitario. De la gestión del rector González Treviño han derivado muy buenos frutos para la comunidad regiomontana y nuevoleonesa en general. Éste será uno de los mejores. ¡Aplaudid, manos ociosas!... Pete O?Flacio, señor de edad madura, vivía con su mujer en el departamento 9, y el 10 lo ocupaba Miss Tep, fémina joven y de buenas carnes. Con cierta frecuencia el senescente señor llamaba a la puerta de la frondosa vecina, dizque para pedirle una tacita de azúcar, o un sobrecito de café. Eso irritaba a su esposa, y más porque el hombre tardaba mucho en regresar. Un día que se demoró más que de costumbre la señora perdió los estribos. Marcó en el teléfono el número de la vecina y le preguntó con enojo: "¿Se puede saber por qué mi esposo se está tardando tanto?". Responde Miss Tep: "Es por su edad, señora. Y ciertamente sus interrupciones no le ayudan nada"... Decía el reverendo Gantry, pastor de la Iglesia de la Libre Opción: "Nuestra iglesia ha crecido mucho. Se basa en los diez mandamientos, como todas, pero nosotros pedimos a los fieles que cumplan solamente cinco, a escoger"... Afrodisio, galán concupiscente, puso los ojos en la linda manicurista que le arreglaba las uñas mientras el barbero lo afeitaba. "Me gustaría salir contigo hoy en la noche, linda" -le dice con untuosa labia de seductor. "No puedo -responde la muchacha-. Mi esposo estará en casa". "Invéntale cualquier rollo" -sugiere el labioso galán. "Invénteselo usted -le dice la chica-. Es el hombre que lo está rasurando"... En la casa vivían el señor, la señora, su hijo pequeño y la mamá de la señora. Un día el niño llega corriendo del jardín y le pregunta con agitada voz a su papá: "Papi: los marcianos ¿son buenos o son malos?". Inquiere el genitor muy intrigado: "¿Por qué preguntas eso?". Responde el chiquitín: "Porque un platillo volador aterrizó en nuestro jardín, y los marcianos se llevaron a la abuela". Dice el señor sin vacilar: "Entonces son buenos"... FIN.