El martes 4 de junio de 1940 el periódico "El Norte", de Monterrey", encabezó su primera plana con este titular a ocho columnas: "¡¡PARÍS DESPEDAZADO!!". El jefe de redacción, cuyo extranjerismo era delicioso, mostró su vasta cultura en el sumario: "300 aviones echaron mil bombas sobre la Cité Lumiére". Decir que otra vez París está despedazado sería hipérbole magnílocua y altitonante. No gusto de rimbombancias y grandilocuencias, y sólo diré sencillamente que la capital francesa está jodida por los disturbios callejeros. Pienso que el más remoto origen de esos hechos violentos es la pobreza con todos los males que de ella derivan: ignorancia, fanatismos de diverso signo, todos los odios y resentimientos que derivan de la discriminación. Tal es también la fuente original del terrorismo. Si las naciones ricas e industrializadas ayudaran a los pueblos pobres y subdesarrollados no tendrían que gastar tanto dinero en cerrar puertas y levantar murallas para impedir la entrada de inmigrantes. Pero la idea que esos países ricos tienen del mundo es insular en unos casos e imperialista en otros. El llamado ?primer mundo? cree que no existe otro; ignora las carencias y sufrimientos de los pobres, y éstos buscan entonces entrar en esos paraísos que son -a sus ojos- los países ricos. ¿"Primer mundo"? ¿"Tercer mundo"? Esas expresiones serían válidas si dijésemos también: "Primer planeta", "Segundo planeta". Pero todos vivimos en el mismo: la Tierra es morada común de pobres y ricos. No invoquemos sentimientos religiosos o de humanidad para condenar a los países poderosos por no acudir en auxilio de los débiles. Reprochemos, sí, su falta de instinto de conservación. Obvio es decir que hay más pobres que ricos, y del tremendo contraste entre la excesiva riqueza y la pobreza extrema derivan conflictos como los que ahora agobian a la capital francesa y que a la larga pueden ser amenaza para los poderosos. Caramba, con París víctima de los motines, y con Nueva York, Madrid y Londres víctimas del terrorismo, ya la única grande capital del mundo donde se puede vivir en paz es Saltillo... Don Astasio llegó a su casa y encontró a su mujer, doña Facilisa, entrepiernada con un desconocido. Colgó don Astasio de la percha su saco y su sombrero y fue al chifonier donde guarda una libretita en la cual anota voces interjectivas para decirlas a su mujer en tales ocasiones. Volvió a la alcoba y le espetó a la señora el último vocablo que había registrado: "¡Paskudniak!". Esta voz es del Yiddish, y se aplica a quien es tan desagradable que con su sola vista nos produce náusea. Ni siquiera preguntó la mujer el significado del sonoro término. (Es increíble la falta de interés por cultivarse que algunas personas muestran). Siguió con su rítmico vaivén, lo cual -como digo una cosa digo la otra- habla muy bien de su concentración mental. Don Astasio, irritado, clamó entonces: "¡Zorra! ¡Vulpeja! ¡Raposa! ¡Bellaca inverecunda!". "Ay, Astasio -replicó entonces ella con aburrido acento-. Ya sé que soy infiel, pero ¿no puedes acaso disculpar esa pequeña extravagancia?"... La criadita se iba a casar. Le dice la señora: ?Marythorn: ahora que te cases la cosa será más fácil para ti?. ?Y también más seguido? ?responde feliz la criadita... Comentó una señora: ?Hace dos semanas que mi marido nada de nada?. Le dice otra: ?Dos semanas no es mucho?. ?Santas? ?precisa la señora... Pregunta la maestra: ?¿Cuál es el Principio de Arquímedes??. Arriesga Pepito: ?¿La A??... Una chica se presentó con un abogado. ?Quiero que me represente en juicio ?le dijo-. Un hombre me violó?. Inquiere el letrado: ?¿Cómo sucedió eso??. Relata la muchacha: ?Acordamos que me pagaría una cantidad por estar conmigo, y fuimos a un motel?. ?Entonces no fue violación? ?acota el profesional. ?¡Claro que fue violación! ?protesta la muchacha-. ¡El cheque rebotó!?... FIN.