Don Cloroaldo, granjero acomodado, montó en cólera cuando se enteró de que un ranchero le había matado a ?Gengis Can?, su feroz perro mastín. Se enfureció aun más cuando supo la bárbara forma en que el sujeto quitó la vida a ?Gengis Can?: lo partió con una hacha. Va y le reclama lleno de ira: ?-¿Por qué mató a mi perro??. ?-Porque me atacó? ?responde el otro-. Insiste don Cloroaldo: ?-¿Y por qué en vez de partirlo en dos no le pegó con la parte de atrás del hacha??. Replica con toda calma el individuo: ?-Eso habría hecho si el ataque hubiera sido con la parte de atrás del perro?... En el crucero los señores estaban en cubierta tomando con el capitán la tradicional taza de caldo y hablando de mujeres. Dice un señor muy serio: ?-Por mi parte yo he viajado por los Siete Mares, he estado en los cinco continentes, y tengo la satisfacción de poder decir que mi esposa es la mejor mujer que he hallado en el mundo para hacer el amor?. ?-Es cierto? ?confirma solemnemente el capitán-... A la puerta de un cine un ciego imploraba la caridad de los transeúntes: ?-Una limosnita por el amor de Dios, para que este pobre ciego pueda entrar al cine con su novia?. ?-Oiga, -le dice una señora-. ¿Para qué quiere entrar al cine si dice que es ciego??. ?-Ciego sí, señora, -responde el invidente-, pero no manco?... Me preocupa, claro, quién ganará la próxima elección presidencial, pero más me preocupa saber cómo ganará esa elección. El ambiente político de México está muy enrarecido, y de seguro habrá de enrarecerse más cuando la campaña por la presidencia empiece formalmente. El gran desafío de la autoridad electoral es organizar un proceso eleccionario de tal manera limpio y transparente que no dé lugar a cuestionamientos por ninguno de los candidatos. No parece ahora que ninguno de ellos pueda obtener una victoria tan aplastante -"landslide" o avalancha, dicen los norteamericanos- que haga inútil cualquier forma de impugnación. En julio del 2000 los mexicanos dimos al mundo la espléndida visión del ejercicio democrático. Si no queremos perder el prestigio que nos queda debemos renovar esa visión el año entrante. Hacer otra cosa sería caer en todos los males derivados de la anarquía política, el desorden público y la ilegalidad... Se abrió la puerta de la celda del condenado a la silla eléctrica y el alcaide de la cárcel le presentó servida en una gran charola, su última cena: una ensalada deliciosa, un suculento filete con papas, pastel de manzana con helado de vainilla, fuerte y aromático café y un puro, además de una botella del mejor vino y una copa de exquisito coñac. El condenado a muerte toma el cuchillo y tenedor y se dispone a cenar. En eso llega corriendo un guardia. ?-¡Suspende todo, Genizario! ?grita el guardia-. ¡Se acaba de descubrir que el reo es inocente! ¡La ejecución ha sido cancelada!?. ?-¡Te odiste, caón! ?dice el tal Genizario al condenado con sádica sonrisa-. ¡Echa pa?cá la cena!?... El señor advirtió que el vecino del otro lado se acercaba cautelosamente a la puerta de su casa. ?-¿Qué hace, vecino?? ?le pregunta-. ¿Por qué se escurre así??. ?-Acabo de regresar de un viaje ?explica el hombre-, y mi mujer no lo sabe todavía. La voy a sorprender?. ?-¿Ah, sí? ?dice el señor-. ¿Ahora con quién??... La chica soltera que tuvo una bebita le pasa a su amigo la cuenta de la maternidad. ?-¿Y a mí por qué?? ?pregunta él desconcertado-. ?-Bueno ?responde la muchacha-. Tú sabes aquello de que ?El que la hace la paga??... FIN.
