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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los números, a más de ser muy numerosos, son muy contundentes. Sólo el subjetivismo de los hombres lesiona su verdad. Un cierto ejecutivo iba a escoger un contador para su empresa. Tres aspirantes se presentaron a pedir el puesto. El empresario le pregunta al primero: "¿Cuántas son dos y dos?". "Cuatro" -contestó sin vacilar el hombre. Al segundo solicitante le hizo el ejecutivo la misma pregunta: "¿Cuántas son dos y dos?". Tras breve pausa nacida de la suspicacia respondió el tipo: "Veintidós". Le pregunta el empleador al tercero: "¿Cuántas son dos y dos?". Replica el individuo: "¿Cuántas quiere usted que sean?". "¡Contratado!" -decide el ejecutivo de inmediato. Don Algón necesitaba una secretaria nueva. Acudieron tres chicas con su solicitud. Después de entrevistarlas el jefe de personal le dice a don Algón: "A cada una de las señoritas que ve usted ahí sentadas le puse el mismo examen: ?Cuántas son dos y dos??. La primera contestó: ?Cuatro?. Eso indica un gran sentido de la realidad, un perfecto apego a lo establecido y una firme voluntad de no asumir riesgos innecesarios, sino ir siempre a lo seguro. A la pregunta: ?¿Cuántas son dos y dos??, la segunda señorita respondió: "Veintidós?. Eso muestra audacia en el pensamiento, fina percepción para captar lo inesperado y originalidad en el ejercicio de la mente. También a la tercera la pregunté lo mismo: ?¿Cuántas son dos y dos??. Ella dijo: ?Pueden ser cuatro o pueden ser 22?. Eso implica perspectiva amplia de las cosas y una visión periférica de los problemas, con capacidad para abarcar en un solo acto todas las posibles eventualidades que ofrezca determinada situación. ¿A cuál de las tres quiere que contrate?". Contesta el salaz ejecutivo: "¡A la piernudota!". Hay cosas de los números, sin embargo, que ni el subjetivismo humano puede trastocar, pues son evidencia de datos de la realidad. Cosa de riesgo es juzgar la labor de un gobernante, pero si el juicio se apoya en esos fríos testigos que son los números entonces el juicio llega a ser menos aventurado. Enrique Martínez y Martínez, gobernador de Coahuila, mi natal estado, llega hoy al término de su gestión. Y llega con una calificación muy alta: las encuestas realizadas por los diversos medios de comunicación le dieron un 8.7 por ciento de promedio en una escala de cero a 10. Esa calificación le fue dada por ciudadanos pertenecientes a todas las regiones de la entidad y a todos los estratos sociales. No son muchos los gobernadores que al final de su sexenio logran tal reconocimiento. Lo alcanzó nacionalmente Martínez y Martínez, pues por sus aptitudes políticas y su labor en Coahuila obtuvo un liderato que le permitió aspirar a la máxima magistratura del país. En su labor Enrique Martínez fue apoyado en forma discreta y eficaz por su esposa, la licenciada Guadalupe Morales, quien realizó una encomiable obra de beneficio social que le ganó el afecto y respeto de los coahuilenses. Asume hoy el cargo de Gobernador de Coahuila un joven y carismático político, el profesor Humberto Moreira Valdés, quien fue excelente alcalde de Saltillo, de cuyo talento y dedicación los coahuilenses esperamos mucho. Ganó en forma arrolladora la elección -pocos candidatos han alcanzado una votación tan alta como la suya-, y eso, que es reconocimiento, también es compromiso, pues tiene que estar a la altura de la confianza que los electores le mostraron. Que todo sea para bien de Coahuila... Candorio, joven inexperto, casó con Balaceata. La noche de las bodas ella estaba muy nerviosa. "Cálmate, mi vida -procura tranquilizarla él-. Sé que es tu primera vez, pero no hay motivo de inquietud". "Perdóname -se disculpa Balaceata-. Así me pongo cada vez que voy a hacerlo por primera vez"... FIN.

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