Don Letanio era hombre muy católico, y cierto día le surgió un escrúpulo: ¿no sería pecado hacer el amor en domingo? Le costaba ya trabajo hacerlo, y no es lícito trabajar el día del Señor. Fue con un sacerdote y le consultó el caso. "Padre -le preguntó-, el sexo ¿es trabajo o es placer?". "Es trabajo -respondió el presbítero, severo-. No se debe hacer en domingo". Siguió con la duda don Letanio, y decidió consultar a un ministro evangélico. "El sexo es trabajo" -dictaminó igualmente el ceñudo reverendo. Quiso don Letanio una tercera opinión, y visitó a un rabino. Para su sorpresa el rabino le dijo: "El sexo es placer". Preguntó don Letanio: "¿Por qué?". Y respondió el rabino: "Porque si fuera trabajo mi mujer ya se lo habría encargado a la criada"... Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa: de joven participé en concursos de oratoria. Debo haber sido un pésimo orador, pues siempre ganaba. En mis peroraciones, dirigidas invariablemente "a la juventud de mi Patria", reconocía con humildad no tener la elocuencia de Demóstenes ni la sabiduría de Sócrates. Una vez un maestro me dijo: "Tu lenguaje me pareció ampuloso". Le respondí ofendido: "Quizá mi lenguaje sea rimbombante, prosopopéyico, fastuoso, hiperbólico, magnílocuo y altitonante, pero ampuloso no es". Dije tal cosa porque los adjetivos no me gustan. La excesiva adjetivación me parece algo fútil, inane, insubstancial, inútil, frívolo, vacuo, trivial y baladí. Tomen mis cuatro lectores, por ejemplo, el sonoroso adjetivo "nauseabundo". Jamás lo empleo, por las ideas desagradables que la palabra evoca. Pero bien lo asentó Petronio en su "Satiricón" (3,2): Necesse habent cum insanientibus furere. Para tratar con locos es necesario enloquecer también. Hoy uso el término "nauseabundo" a efectos de calificar las inmorales alianzas pactadas por el PRI de Madrazo con el Partido Verde, llamado falsamente "Ecologista", y por el PRD propiedad de López Obrador con el Partido que con desfachatez se nombra "del Trabajo" y con la empresa particular cuya razón social es "Convergencia Democrática". Esos arreglos ponen de manifiesto la extrema degradación a que ha llegado el ejercicio político en México. No se trata aquí de pactos fincados en coincidencias ideológicas, o que tengan por fin buscar el bien de la comunidad; se trata de un vulgar zoco para intercambio de mercaderías: chambas y huesos por supuestos votos. Véase si no: el Partido Verde apoyará a Madrazo y a cambio recibirá cuatro senadurías y 22 candidaturas a diputaciones. Para eso el jovencito Bernardo de la Garza (da pena ver que tanta juventud se allana a ser instrumento de tanta venalidad) renuncia a su candidatura, en cuya promoción gastó 150 millones de pesos, que no salieron de su bolsillo, claro, sino del nuestro. El PT y Convergencia, por su parte, cobrarán tres senadurías y 12 diputaciones plurinominales por sumarse a López Obrador. Algunas de esas senadurías y diputaciones ni siquiera se ganarán con el voto de los electores: son gajes ("prerrogativas" se les llama con cinismo) derivados de la viciosa legislación electoral hecha de espaldas al bien de la Nación por esos productivos negocios que son en México los partidos políticos, para su beneficio y el de sus detentadores. Estamos tocando fondo en esto de la corrupción de la política y de los políticos. Esperemos a ver qué alianzas pacta el PAN, no sea que en la rebatiña electoral ponga también su tienda en el mercado... FIN.