Si alguien me pidiera formular en relación con México un deseo para el próximo año, yo expresaría ese anhelo en una palabra de cuatro sílabas: legalidad. Esa palabra se traduciría en otra de una sola sílaba: paz. Tal es el don que se pide en esta temporada navideña como fruto para los hombres de buena voluntad, y tal el bien que espero en el 2006 para nuestro país. Nadie sabe cuál será el resultado de la próxima elección presidencial, pero todos sentimos que el proceso que conducirá a ella será difícil, complicado y lleno de los problemas que derivan de la ambición sin límites, del probado desdén que algunos de los protagonistas de la vida pública tienen por el orden jurídico, y de la proclividad a la corrupción y al manipuleo electoral por parte de otros. La deshonestidad y el caudillismo podrían dar origen a desórdenes, y aun a violencias, si el resultado de la jornada de elección no es de tal manera claro que cierre absolutamente el paso a impugnaciones y a actos de presión. Para evitar eso es necesario que quienes participan como árbitros del proceso, y quienes de una u otra manera pueden influir sobre él desde un puesto de autoridad o representación, actúen con imparcialidad y con estricto apego a las normas que lo rigen. Los ciudadanos, por nuestra parte, debemos expresar en las urnas nuestra voluntad, para que el abstencionismo no sea un elemento negativo más en esta importante coyuntura de la vida mexicana. Debemos probar una vez más, como lo hicimos ya en el 2000, nuestra decisión de transitar por la vía democrática. Si no lo hacemos, otra vez el país podrá caer en los males del autoritarismo, o despeñarse en la anarquía que surge cuando la violencia y la ilegalidad son empleadas como instrumentos de la acción política... ¡Brrrrrr! Al leer esas tus últimas palabras, columnista, sentí un extraño calosfrío que me llegó desde la glotis hasta el píloro. No sé si tal espeluzno se debió a tu sombrío agüero de catástrofe o a la temperatura reinante (o gobernante, pues que vivimos en República). Haznos a tus cuatro lectores el favor de narrar ahora un chascarrillo de subido color. No hará que ceda el frío, ciertamente -hasta el humor tiene sus límites-, pero nos quitará de las mientes la inquietud que suscitaste con tu ominosa predicción... Llegó el nieto a visitar a sus abuelos y se sorprendió al ver a su abuelito sentado afuera, en el porche de la casa, pues hacía un frío tremendo. El anciano señor estaba muy abrigado de la cintura arriba, con suéter, chaqueta, abrigo, bufanda y gorro, pero de la cintura abajo se hallaba expuesto por completo a los rigores de la baja temperatura, pues no llevaba pantalones ni lo de más abajo. "¡Abuelo! -exclama el muchacho, estupefacto-. ¿Por qué estás aquí, con el frío que hace, y además sin pantalones ni calzón?". "Hijo -responde el anciano caballero, tiritando-. Ayer se me ocurrió salir sin camisa ni camiseta y se me endureció el cuello de modo que ahora no lo puedo ya doblar. Esto fue idea de tu abuela". (No le entendí)... Rosilí le dice a Avidio, su prometido: "¡Amado mío! ¡Una mala noticia! ¡Mi padre su arruinó! ¡Perdió todos sus millones en una infortunada transacción!". "¡Carajo! -exclama Avidio con enojo-. ¡Jamás creí que tu papá fuera capaz de llegar a tal extremo con tal de impedir nuestra boda! ¡Y se salió con la suya el muy infame!"... Decía una elegante call girl: "Soy bilingüe: follo en español y cobro en dólares"... Don Cornulio le dice muy preocupado a su señora esposa: "Sabanilia, estoy sospechando que nuestro bebé fuma". "¿Por qué dices eso?" -pregunta con asombro la mujer. Explica don Cornulio: "Bueno, yo no fumo, y los pechos te huelen a tabaco"... FIN.