Don Adolfo Ruiz Cortines era un sabio viejo. O, si se prefiere, un viejo sabio. Alguien debería ocuparse en recoger sus anécdotas, que andan dispersas por ahí. Con ellas se formaría un tomo de tomo y lomo que a más de ser deleitoso daría mucha enseñanza a quienes se ocupan en haceres y deshaceres de política. En cierta ocasión alguien ponderaba ante don Adolfo la honradez de un individuo. Preguntó Ruiz Cortines: "¿Ha estado ese señor donde hay dinero?". "La verdad, no" -contestó el que hacía la recomendación. Y sentenció don Adolfo: "Entonces no sabemos si es honrado o no". El dramaturgo español Jacinto Benavente, a quien muchos leyeron en su tiempo y a quien ahora nadie lee (y con razón) hablaba de "la honradez de la cerradura": ésta es inexpugnable hasta que llega alguien con la llave que sirve para abrirla. Cada hombre -y cada mujer también- tiene una llave ante la cual su resistencia cede. Esa llave puede ser la vanidad, el dinero, la adulación, el apetito de poder, las varias concupiscencias de la carne... A diferencia de Aquiles todos sabemos cuál es nuestro talón de Aquiles. El de México, me apena confesarlo, es la corrupción. No se acaba nunca; es como la mitológica hidra de Lerna, monstruo de siete cabezas, cada una de las cuales, si era cortada, proliferaba en otras siete. Últimamente han salido a la luz los nombres de imberbes hijos de políticos que a los veintitantos años de edad tienen puesta a su nombre mil veces más fortuna que la que puede allegarse un hombre honrado trabajando a lo largo de su vida. Esos juniores son fruto de un sistema cuyos integrantes tienen en la impunidad una de sus prerrogativas. Sean del signo que sean se tapan con la misma cobija de ilegalidad. Hay ahora en México una nueva clase: los políticos, casta cada vez más detestada por la gente común a causa de su inutilidad y de su altísimo costo para los ciudadanos. Los integrantes de esa "partidocracia" que ahora nos domina y nos expolia se apoyan los unos a los otros para evitar que los enjuagues y trapicheos de sus protegidos salgan a la luz y sean objeto de castigo. Impunes son Ponce y Bejarano; impunes son Montiel y su adinerada descendencia; sin investigación siquiera salen limpios de todo polvo y paja los súbitamente acaudalados vástagos de la señora del señor. En este país la Justicia no es ciega, y la Ley no es la misma para todos. En fin; ya que no podemos cambiar de país cambiemos de conversación... El próximo día último de diciembre saldrá aquí "El chiste más pelado del año". Su publicación, lo sé, arruinará la cena de fin de año de doña tebaida Tridua, presidenta ad vitam, aunque interinamente, de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Pero pregunto: ¿puede sacrificarse la libertad de prensa en aras de la buena digestión de una señora? Y otra cosa pregunto: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... Decía Babalucas: "Soy inventor. Entre mis inventos están las bolsitas para té a prueba de agua y el rompecabezas de una sola pieza"... Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, le contó a un amigo: "Anoche un ladrón entró en mi casa mientras estaba yo en la cantina". Pregunta el amigo: "¿Y qué sacó?". Responde el temulento: "Sacó un ojo morado, la nariz aplastada, cuatro dientes de menos y tres costillas rotas. Mi mujer creyó que era yo el que había entrado"... Comentaba una señora: "El vecino y la vecina son inseparables. De hecho ayer se necesitaron cuatro policías para separarlos"... Hay un caso documentado de muerte a causa del Viagra. Cierto señor de edad madura tomó doce pastillas, y su esposa murió de extenuación... FIN.