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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Sé que la Navidad es triste para algunos: para el que sufre prisión o enfermedad, o está solo, o llora este día la pérdida de un ser querido, o recuerda felices navidades que sólo existen ya en la memoria, o no tiene empleo, o padece cualquiera de los muchos quebrantos que en la vida hay. Quisiera acompañarlos, y decirles que por encima de todas las tristezas una alegría nos aguarda a todos. La Navidad es anuncio de ese gozo. Celebramos el nacimiento del Dios que se hizo hombre para acercarnos a Él. Hoy es un día de esperanza, y esa esperanza nos invita a renacer. Quizá no podemos dejar nuestra tristeza, pero podemos iluminarla con la promesa de nuevos tiempos que vendrán, pues cada día trae consigo su propia Navidad, fruto de aquella Navidad eterna que comenzó en Belén. ¡Cómo quisiera yo ser aunque fuera un reflejo opaco y deslucido de esa alegría universal que llega más allá de todas las distancias y dura más que todas las edades! Pero estoy lleno de imperfecciones, y sólo puedo hacer lo que el saltimbanqui del antiguo cuento, que hacía piruetas en la penumbra y soledad de la capilla, pues otro modo de orar no conocía. Más pobre que el del saltimbanqui es el oficio mío, pero procuro hacer de él cada día, y más éste, un medio para llegar a mi prójimo y unirme a él en la común paternidad de que venimos. Que la promesa de la Navidad nos acompañe a todos -aun a los que no la celebran-, y nos una en la alegría fraternal de compartir esta vida y este mundo. Y, si estamos tristes, que su luz nos ayude a ver que también esa tristeza es parte de nuestra Navidad... Pero ya basta de piruetas. Compartamos ahora algunos cuentecillos de humor leve... Una señora contó muy triste en la merienda: "Pesqué a mi marido haciendo el amor". "Yo también -confiesa otra-. Pero a veces ése es el único modo de pescar marido"... Babalucas puso el seguro en la puerta del coche y la cerró. Demasiado tarde se dio cuenta de que había dejado adentro las llaves del vehículo. Su esposa le consiguió un gancho de alambre y Babalucas se aplicó afanosamente a quitar el seguro de la puerta. "Date prisa, Baba -le dice la señora-. No tardará en llover, y el techo del convertible está bajado"... Precocio no duraba mucho en el trance del amor. Decía su mujer hablando de él: "En vez de pijama debería usar traje de jockey"... Don Añilio y doña Vetulia llegaron juntos a los 80 años. "Me voy a hacer un buen regalo -anuncia jactancioso don Añilio-. Contrataré una chica de 20 años y pasaré un rato de placer con ella". Replica doña Vetulia: "Yo también me conseguiré un muchacho de 20 años. Y una cosa te voy a decir, Añilio: 80 no puede entrar en 20, pero 20 puede entrar cuatro veces en 80"... Contaba un sujeto: "Mi esposa llegó de un viaje y me encontró en la casa haciendo el amor con una rubia joven y guapísima. Me perdonó porque le dije: ?Discúlpame, mujer: fui a recogerte al aeropuerto y te confundí con ella"... Tres individuos, un inglés, un norteamericano y un mexicano, coincidieron en el pipisrúm del bar, y ahí desahogaron una necesidad menor. Al terminar, el inglés se lavó las manos usando mucha agua, mucho jabón y muchas toallas de papel. "Soy graduado de Oxford -explicó-. Ahí nos enseñaron a cuidar nuestra higiene personal". El norteamericano se lavó solamente las puntas de los dedos, para lo cual apenas gastó agua, y usó una sola toalla de papel. Explicó: "Soy graduado de Harvard. Ahí nos enseñaron a no desperdiciar el agua y a preservar el medio ambiente". El mexicano se dirigió a la puerta sin lavarse. "Soy graduado de la Escuela Primaria Rural ?Josefina Cancalledo? -explicó-. Ahí nos enseñaron a no mearnos los dedos"... FIN.

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