Era la época de la Revolución agraria. Don Feudocio, rico hacendado morelense, tuvo aviso de que Zapata iba a atacarlo. Repartió armas entre sus peones, ordenó cerrar la gran puerta de la muralla que protegía el casco de la hacienda y se dispuso a defender su propiedad contra el ataque de los revolucionarios. Antes hizo que uno de sus hombres, Babalucas, viajara disfrazado de arriero al pueblo vecino a fin de averiguar a qué distancia se hallaban las fuerzas zapatistas. Al día siguiente regresó Babalucas. Desde lo alto de la muralla le pregunta el hacendado: "¿Viene Zapata?''. "No, patrón -contesta Babalucas-. Vengo en burro''... Arpiana, feminista de las de antes, fue a un bar. Se indignó mucho -las feministas de antes tenían marcada proclividad a la ira- cuando vio un cartel escrito en grandes letras: "Se prohíbe a las mujeres fumar''. "¡Oiga! -se dirige con acrimonia al cantinero-. ¿Por qué no se permite a las mujeres fumar en este antro?''. "Tuvimos que evitarles el cigarro -responde el individuo-. Ya con copas a algunas les daba por ofrecer la colilla''... El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada. Como en la preciosa oda que fray Luis dedicó al músico Salinas, el cielo mexicano se ve por estos días más limpio y transparente, y la paz reina en los corazones y vísceras adjuntas. Me apena confesar que tan propicia calma y tan dichosa paz no son efecto de la temporada, sino de la tregua que acordaron los partidos políticos. Al comenzar el año empezará de nuevo la aturdidora algarabía de las campañas, con sus mutuas acusaciones y sus continuos dimes y diretes. Entonces volveremos a la realidad, como quien pasa de un hermoso sueño a una pesadilla, y otra vez sufriremos las consecuencias de vivir en un país en donde la democracia es el artículo más caro ?y más ruidoso- que se puede hallar...Eran dos compadres a quienes preocupaban mucho las cuestiones relacionadas con el más allá. Hicieron un pacto: el primero que muriera regresaría a decirle al otro cómo es la vida después de la muerte. Uno de los dos compadres falleció poco después. Cierta noche el otro dormía en su recámara cuando lo despertó una voz grave y profunda, como venida de ultratumba: "Compadre... Compadre...''. Despertó el tipo lleno de pavor. "¿Es usted, compadre?'' -pregunta tembloroso. "Sí, soy yo -responde la misteriosa voz-. En cumplimiento de nuestro pacto vengo a decirle cómo es la vida en el otro mundo''. "¿Cómo es?'' -pregunta tembloroso el compadre. "Es muy buena -contesta la voz-. Existe la reencarnación, y ahora hago el amor diez veces cada día''. "¡Fantástico! -se sorprende el otro-. ¿Reencarnó usted en Casanova, o en don Juan?''. "No tanto, -responde modestamente el muerto-. Reencarné en conejo''... Le pregunta un tipo a su amigo: "¿Ya aprendió tu señora a manejar?''. Contesta el amigo: "Un par más y aprenderá?. "¿Un par más de lecciones?''. "No. Un par más de coches''... Le dice un señor a otro: "Los valores se han perdido. Ahora en todas partes priva una absoluta relajación sexual. Los jóvenes no tienen idea de la decencia o del pudor. Antes de casarme yo nunca toqué a la que es ahora mi esposa, y creo que igual actuaste tú''. "Yo sí la toqué -confiesa algo apenado el otro-. Pero no sabía que se iba a casar contigo''... Don Geroncio Dosalaño, señor de edad madura, llegó muy preocupado del trabajo. Le dice a su mujer: "El médico de la compañía me examinó de la cintura para arriba y me dio un certificado de inhabilitación''. "Pues te fue bien -replica con sequedad la esposa-. Si te hubiera examinado de la cintura para abajo te habría dado un certificado de defunción''... FIN.
