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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La conejita blanca supo que una linda ardillita había llegado a vivir en el bosque. Quiso entablar amistad con ella, y le preguntó al conejo negro: "¿Sabes en dónde vive la ardillita?". "Sí lo sé -le dijo el conejo-. Pero el dato te va a costar". Era lujurioso y concupiscente el tal conejo; era libidinoso y lúbrico; y la conejita hubo de ceder a sus demandas eróticas con tal de conocer el domicilio de la ardilla. Pero el conejo negro se burló de ella al final, y no le dijo dónde vivía la ardillita. Fue la blanca conejita con el conejo café y le preguntó: "¿Sabes en dónde vive la ardillita?". El conejo café tenía también inclinaciones eróticas, de modo que le contestó: "Sí lo sé. Pero el dato te va a costar". Otra vez hubo de ceder la pobre conejita blanca a los deseos fornicarios del conejo café. Y de nueva cuenta salió engañada la pobrecilla, pues el conejo café, libertino y falaz igual que el otro, no le dio la información ansiada. Fue entonces la conejita blanca con el conejo gris. "¿Sabes en dónde vive la ardillita?" -preguntole. También era lascivo el conejo gris, igual que sus otros dos congéneres, y vio llegada la ocasión de holgarse con una refocilación sin costo. Así, le respondió a la conejita: "Sí lo sé. Pero el dato te va a costar". ¡Desdichada conejita! Por vez tercera hubo de rendirse a las urentes solicitaciones conejunas. Y por tercera vez salió burlada, pues tampoco el conejo gris le dijo dónde vivía la ardillita. Pasaron las semanas, y la conejita dio a luz una camada de nueve lindos gazapitos. Y he aquí una cuestión interesante. Sabemos que la conejita blanca tuvo cópula, cubrición, concúbito o apareamiento con un conejo negro, uno café y uno gris. Si tomamos en cuenta las leyes de la herencia propuestas por Gregorio Mendel (1822-1884) te pregunto esto: ¿de qué color salieron los conejitos? Yo sí lo sé. ¡Pero el dato te va a costar!... Infame columnista, aprovechaste el tradicional Día de los Inocentes para dar salida a esa chocarrería por todos conceptos deplorable y digna de la mayor execración. Si tus cuatro lectores no quedamos reducidos a uno, es sólo porque podemos aprovechar el cuentecillo para hacer hoy inocente a algún amigo o familiar, y reír todos juntos la añagaza. Y si de inocentes se habla no estará por demás repasar la profusa lista de inocentes que tiene este país. Inocentes son quienes todo lo esperan del Gobierno en vez de fincar en el trabajo su prosperidad. Inocentes son los que creen que un regreso al estatismo económico será el remedio a los males causados por el ejercicio de un neoliberalismo sin conciencia. Inocentes son los que todavía miran en Fidel Castro a un adalid de América Latina en vez de ver en él a un opresor, anacrónico resto de las tiranías que ensombrecieron la vida en nuestro continente, migaja última de las dictaduras totalitarias que había en el mundo. Inocentes son los que piensan que la democracia radica en los partidos políticos, todos los cuales han mostrado con sus manipuleos y sus transas que procuran más su interés que el bien de la nación. Inocentes son quienes piensan que la ola populista y los gobernantes demagogos que han llegado al poder en distintas naciones latinoamericanas harán salir a sus pueblos de la pobreza, siendo que los hundirán más en ella. Inocentes seremos, finalmente -y aquí el vocablo es peor- todos los que caigamos en la seducción del caudillismo, dejemos de creer en nosotros mismos y no sigamos trabajando en la tarea de preservar la libertad y la naciente democracia para dar a nuestros hijos un México mejor. He dicho... FIN.

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