He aquí una selección de chascarrillos de diversos colores que pueden servir para poner sal y pimienta en la conversación de hoy en la noche. !Que mis cuatro lectores tengan una alegre Nochebuena!... Un individuo sale del baño del restaurante, y al salir se topa con un amigo. Lo saluda de mano y le dice: “Disculpa que te salude con la mano mojada. Es que no había agua para lavarme”... Aquel pobre hombre vendía caramelos en la puerta de un banco. Los daba a cinco pesos. El gerente llegaba todas las mañanas y echaba una moneda de esa cantidad en la charola que sostenía el tipo, pero nunca tomaba el caramelo. Una mañana depositó la moneda acostumbrada. “Perdone usted, señor -le dice el pordiosero-. Ahora los caramelos cuestan diez pesos”... Doña Jodoncia fue a la tienda de mascotas a comprar un plato para su perro, el Canicón. Le pregunta el encargado: “¿Quiere que le pongamos al plato la frase: ‘Para que coma el Canicón’?”. “No es necesario -responde doña Jodoncia-. Mi marido tiene su propio plato, y el Canicón no sabe leer”... Aquellos casados tenían ya 20 años de matrimonio, y sin embargo el marido seguía insistiendo en hacer el amor con las luces apagadas. A la esposa le intrigaba mucho esa costumbre, y más porque él la estableció desde la mismísima luna de miel. Una noche la señora decidió averiguar la razón de aquel extraño proceder, y cuando estaban en plena actividad erótica encendió de repente la luz de la recámara. Lo que vio la dejó estupefacta: ¡su marido usaba un dispositivo artificial para hacerle el amor! Se indignó la mujer, claro. “¡Canalla! -le grita a su marido-. ¡Pensar que todos estos años has estado usando eso conmigo! ¡Te exijo una explicación!”. Responde con toda calma el individuo: “Te explicaré lo del aparato si tú me explicas lo de los cinco hijos que tenemos”... Eglogio, campesino él, iba por la orilla de la carretera a lomos de su burro. Una patrulla policiaca que venía a gran velocidad los arrolló. Con el impacto el pollino quedó tendido en tierra todo quebrantado, y el pobre Eglogio fue a caer en las ramas de un árbol. El patrullero ve al jumento y dice: “Pobrecillo: está muy malo”. Así diciendo saca su pistola y de un balazo termina con el sufrimiento del animalito. Seguidamente va a donde estaba Eglogio y le pregunta: “¿Cómo se siente usted?”. Contesta Eglogio: “Estoy perfectamente bien; no se preocupe”. Semanas después el campesino presentó una demanda contra el policía. Exigía de él una elevada cantidad por concepto de daños y perjuicios y para el pago de medicinas y hospital. El abogado defensor del patrullero le dice a Eglogio:: “Cuando mi cliente le preguntó cómo estaba, usted respondió: ‘Estoy perfectamente bien; no se preocupe’. Tales fueron sus palabras textuales. Y ahora pide usted una indemnización dizque para curarse. ¿Cómo es eso?”. Responde Eglogio: “Mire usted, abogado. Cuando el señor patrullero vio al burro dijo: ‘Está muy malo’ y le pegó un balazo. ¿Iba a decirle yo lo mismo?”... Jactancio y su esposa fueron al hipódromo con un amigo de él, asiduo apostador en las carreras. Jactancio quiso apostar también. Le pregunta el amigo: “Cuántos hijos tienes?”. “Cuatro” -responde él. “Apuéstale al caballo número 4” -le aconseja el otro. Jactancio le apuesta al 4 y el caballo gana la carrera”. “Todo lo que gané lo quiero apostar a otro caballo -dice Jactancio muy contento-. ¿Cuál me recomiendas?”. Pregunta el amigo: “Cuál es tu medida masculina?”. Responde Jactancio: “Ocho pulgadas”. “Apuéstale al caballo número 8” -sugiere el amigo. Jactancio le apostó todo su dinero al 8. Ganó el número 2. La esposa de Jactancio le dice con enojo: “¡Eso te pasa por mentiroso!”... FIN.