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De todos, de nadie/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Lo que es de todos, no es de nadie”.

Anónimo

Una de las propuestas que surgieron del Foro Social Mundial que se llevó a cabo en Porto Alegre, Brasil, la semana pasada fue la que planteaba que se deben eliminar las patentes y otros tipos de protección de la propiedad intelectual en el caso de las medicinas y otros productos con fuerte incidencia social. Esta sugerencia revela una vez más cómo la miopía de las buenas conciencias es tal que están dispuestas a tomar medidas que perjudicarían principalmente a los más pobres: es decir, a aquellos que dicen que quieren ayudar.

La propuesta de eliminar la propiedad intelectual proviene del mismo tipo de actitud utópica que llevó a los intentos de crear sociedades comunistas en Rusia y otros lugares del mundo. Si no hay propiedad privada, era el argumento, no habrá las diferencias abismales que hoy existen entre las personas y por lo tanto, todo el mundo vivirá mejor.

La verdad es que el comunismo fracasó no por errores de aplicación sino por una incomprensión fundamental de los teóricos de la utopía sobre la naturaleza humana. No está claro que el reemplazo de la propiedad privada por la estatal genere una mayor igualdad, pero sin duda produce una mayor pobreza al eliminar los incentivos para la actividad económica, la inversión y la innovación.

La idea del Foro Económico Social, de que por razones de justicia social deben eliminarse las patentes y otras formas de propiedad intelectual, surge de la experiencia de los últimos años con los medicamentos que combaten el Sida y otras enfermedades virales de difícil tratamiento.

La industria farmacéutica internacional ha logrado impresionantes avances desde mediados de los años ochenta, cuando el Sida era una inevitable sentencia de muerte, para desarrollar en muy poco tiempo medicamentos que hacen de él una enfermedad penosa y de tratamiento permanente pero con la que se puede vivir durante años o incluso décadas.

El problema es que esas medicinas son muy caras y quedan fuera del alcance de los millones de africanos y de los pobres de otros países sin servicios adecuados de seguridad social, que padecen la enfermedad.

La solución de conformidad con las buenas conciencias del Foro Económico Social —las cuales menudearon también en el Foro Económico Mundial que supuestamente debería ser más realista— sería eliminar las patentes y en general los derechos de propiedad intelectual que les permiten a las empresas farmacéuticas cobrar altos precios por sus medicinas ya que evitan que sean copiadas y producidas a un menor precio por firmas que no han invertido en investigación.

El problema con esta propuesta es que simplemente suspendería el desarrollo de nuevos medicamentos y tendría un impacto devastador en los enfermos presentes y futuros, cuya salud y vida dependen de la continuación de los programas de investigación.

Hay una sola razón por la cual una firma dedica miles de millones de dólares al desarrollo de medicamentos o productos para mejorar la calidad de vida de un enfermo: porque podrá vender los productos que resulten de su trabajo en un mercado libre que le permitirá no solamente recuperar su inversión sino obtener los beneficios más altos que pueda. El hecho de que una enfermedad como el Sida, que hace 15 o 20 años era incurable, haya dejado de ser una condena de muerte es consecuencia precisamente de la enorme inversión que en un tiempo muy breve varias compañías farmacéuticas hicieron sobre ella.

El Sida no se puede curar definitivamente. Tampoco existe todavía una vacuna. Pero es indudable que con el tiempo las empresas farmacéuticas encontrarán curas más definitivas que las actuales y quizá, una vacuna. A ese propósito se destina la enorme inversión en investigación.

Esto sólo lo podrán lograr las empresas, sin embargo, si tienen la certeza de que podrán conservar en propiedad los frutos de su trabajo. Si los gobiernos, aunque sea por la mejor de las intenciones, los expropian, ninguna empresa estará dispuesta a hacer el esfuerzo de investigación que esta tarea requiere.

Lo que es de todos no es de nadie. Esto lo vemos, tristemente, en las propiedades comunales de todo tipo: desde los ejidos hasta los parques públicos que se deterioran sin cesar. Si queremos eliminar los derechos de propiedad de las empresas farmacéuticas, el resultado no será mejorar el acceso a los medicamentos, sino detener los avances de la ciencia que han permitido combatir enfermedades tan terribles como el Sida.

NO DEFENDERSE

Joel Ortega, secretario de Seguridad Pública del D.F., le recomendó a la gente ayer que no se arme para defenderse de los delincuentes porque si los hiere podría violar la Ley. Pero ¿qué Ley es esa que nos ordena a los ciudadanos quedarnos quietos mientras se nos roba, viola o mata?

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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