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Defendamos nuestro idioma/Diálogo

Yamil Darwich

Sin duda que la globalización, además de beneficios, ha acarreado graves problemas a la humanidad; no sólo en cuestiones económicas y de desarrollo humano, también otras que fueron poco calculados en su momento, como la amenaza a las casi seis mil lenguas diferentes que se mantienen vivas en el mundo.

Los estudiosos del tema creen que de continuar con esa orientación de desarrollo, basado en la globalización mundial con el lenguaje incluido, para finales del presente siglo, tal vez sólo diez de cada cien podrán persistir.

Esto no preocupaba a los lingüistas, psicofonólogos y neurólogos del mundo del siglo anterior, ellos habían profundizado en la idea de que los mapas mentales del pensamiento, las estructuras profundas de la mente y la función de ésta, eran iguales en todas las etnias, a partir de que la humanidad, en su totalidad, provenía del Homo Sapiens.

En la medida en que se desarrolló la microbiología y con ella aparecieron nuevos elementos de juicio científico, como el conocimiento del genoma humano y otros avances en los campos de la antropología y sociología, dicha teoría se ha desvanecido y ahora prevalece la idea de que las lenguas promueven el pensamiento con rasgos culturales diferentes y que a partir de ese principio, la herencia étnica, patrimonio del mundo, se verá seriamente mermada si perdemos lo que llaman “lenguas minoritarias” o “en peligro de extinción”.

Ya existen varios casos útiles para llamarnos a darle atención al problema, como las lenguas de los grupos Inuit Esquimales, o los aborígenes de Australia; un ejemplo esperanzador es el del pueblo Aino, del Japón, sus pocos integrantes, ante las nuevas evidencias científicas, se han ocupado en que los parlantes, especialmente niños y adolescentes, sean bilingües; de tan sólo ocho personas que hablaban el Ainues hace cosa de una decena de años, ahora tienen quinientos nuevos parlantes de ese dialecto, rescatando así mucho de su cultura local.

Desde luego que el caso de nuestro idioma, el español o castellano, como quiera nombrarlo, no está en peligro de extinción, por el contrario, continuará siendo uno de los más hablados, entre los tres primeros, gracias al descontrol demográfico de los países hispanoparlantes, así como los fenómenos de migración, entre otras cosas.

Sin embargo, esto no debe llevarnos al descuido del romántico y vasto idioma de Cervantes, ya que el mismo ha sido agredido y limitado en uso por las nuevas generaciones, que son constantemente bombardeadas por el inglés, introduciendo neologismos, mezcla de idiomas o “espanglish”, verdaderos barbarismos idiomáticos; son casos “de jalarse los pelos”, según nuestro querido y respetado profesor lagunero de gramática, Luis Azpe Pico. Ni qué decir de la propia autolimitación en el manejo de vocablos y las deformaciones que se intentan con mucha frecuencia. Le invito a que revise cómo escriben nuestros jóvenes, por ejemplo en la computadora usando la Internet, donde cometen barbarismos como “q´”, o simplemente “q” para escribir “que”, u “oie” para “oye”.

Stephen Worn, presidente del Comité Permanente de Lingüistas y director de investigación de la Universidad Nacional Australiana, ha denunciado la gravedad del hecho y ha advertido que “la lengua es un símbolo de identidad étnica”.

Otros investigadores han encontrado que el bilingüismo y la promoción de su uso, no sólo favorece la protección de la lengua de la etnia minoritaria, sino que además fortalece los procesos del pensamiento, dando mayor capacidad de comprensión y memoria.

También es útil para ayudar a comprender otras culturas y contrarrestar la xenofobia y la intolerancia, graves problemas de nuestro tiempo; por último, es un excelente medio de defensa de la identidad nacional y el orgullo étnico.

Qué bien por las escuelas que favorecen el aprendizaje del segundo idioma; qué mal por todas aquellas que descuidan el manejo del nuestro, especialmente los profesores que no insisten en el correcto uso de la gramática, ortografía y mayor número de vocablos. El manejo de las “malas” palabras y su aceptación, incluso mal escritas como “wey”, es un claro ejemplo de esa negligencia.

Espero que ahora comprenda el porqué del Diálogo sobre el idioma.

Defender el español es una forma práctica y directa de proteger nuestra cultura mexicana, esa que se sigue sosteniendo enmarcada por el buen ambiente familiar a pesar de las influencias culturales que insisten en su disgregación; la mejor manera de asegurar otros valores nuestros, tanto sociales como religiosos, de usos y costumbres en temas tan cuestionados como vida social, incluyendo los de sexología.

Desde luego que convengo en la recomendación que nos hacen los educadores modernos en relación a la necesidad de aprender otro idioma, como el inglés que es de uso mundial en campos de las ciencias, las técnicas, relaciones económicas y distintas expresiones culturales; también le pido que no deje pasar desapercibido al chino, que será de especial utilidad para la comunicación de las nuevas generaciones; o al francés, la tradicional lengua romántica, de protocolo diplomático internacional del mundo.

La propuesta que hacen los expertos es que haga a sus hijos bilingües y si es posible trilingües, pero infundiéndoles amor por la cultura mexicana. El mejor medio es cuidar el idioma utilizándolo para comunicar los valores y sentimientos nacionales y latinos; o dígame ¿cómo se podrá usted referir familiarmente al bebé de la familia si desaparece la palabra “escuincle”, mezcla español y náhuatl?; ¿o pedir una almohada?, que viene del árabe castellanizado; así podemos encontrar otros muchos ejemplos. Lo invito a que haga un ejercicio.

Para el caso regional, le recomiendo un texto breve y delicioso, enriquecedor en el conocimiento de nuestra cultura: “El Habla Popular de los Laguneros”, escrito por el Dr. Luis Maeda Villalobos, nuestro combativo ecologista y científico, que nos hace un listado alfabético de palabras que también están siendo amenazadas por el desuso y que son muy nuestras, como “julia”, que además de nombre propio se refiere a los vehículos de la Policía, o “troca”, para citar a las llamadas “pick-up”, anglicismo que se oye mal al pronunciarlo en nuestra lengua.

Debemos dar la bienvenida al mundo globalizado, que de no hacerlo sería inconciencia, pero también revelarnos de sus conceptos esclavizantes, desculturizantes y hasta deshumanizantes. Para lograr nuestro objetivo existen métodos muy sencillos: hablar en voz alta y cuidando la fonación y acentuación; platicar con amigos esforzándonos en pronunciar mayor número de palabras; dialogar con personas de ocupaciones diferentes y escuchar su manejo del idioma; comentar sobre el origen de las palabras, felicitando a quien pronuncia las de uso poco frecuente; y hacer todo lo necesario, insistentemente, para practicar y aprender más del español, invitando a los más jóvenes al ejercicio. ¿Le parece bien una palabra nueva al día? Le ofrezco una dirección interesante:

http://www.elcastellano.org/palabra.html. ydarwich@ual.mx

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