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Degradación interna

Javier Fuentes de la Peña

Unos califican a las elecciones internas como un montaje teatral. Otros opinan que son inútiles. Hay quienes también piensan que sólo generan desgastes innecesarios. Sin embargo, múltiples son las ventajas de celebrar comicios en un partido. Por un lado, se elimina, al menos en apariencia, la vieja y nociva práctica del dedazo. Por el otro, el futuro candidato a un puesto de elección popular puede darse a conocer entre los votantes y adelantarse así a sus próximos contrincantes.

Pero las elecciones internas acarrean también serias desventajas. Existe, por ejemplo, el enorme riesgo de la división partidista. Por otro lado, pueden dejarse en evidencia las prácticas corruptas que suelen utilizarse para obtener el triunfo.

Existen múltiples ejemplos de lo perjudiciales que pueden resultar los comicios internos. Recuerdo, por ejemplo, la pasada elección del PRI para elegir a su dirigente nacional. En un proceso repleto de acarreos, compra de votos, y demás tropelías, Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo resultaron “triunfadores”.

La elección interna del PRI en Coahuila está resultando todo lo peor que podía resultar. En lugar de proyectarse una imagen de apertura democrática, está sucediendo todo lo contrario.

Uno de los precandidatos, Jesús María Ramón, abandonó la contienda asegurando que los dados están cargados. Aunque es cierto que, si renunció a sus aspiraciones fue porque no vio ninguna oportunidad de triunfo, no dejan de llamar la atención sus fuertes críticas al gobernador Enrique Martínez por intervenir en el proceso interno al tener como favoritos a Humberto Moreira y a Javier Guerrero.

Otro punto negativo de la elección interna del PRI son los actos violentos que han surgido a raíz de la prohibición marcada en los estatutos para que personas como Raúl Sifuentes aspiren a la candidatura a gobernador. Por más injusto y anti constitucional que resulte el estatuto priista, es lamentable que los seguidores del ex secretario de Gobierno hayan emprendido actos vandálicos para defender las aspiraciones de su líder. Dirigidos por lideresas de barrio disfrazadas de políticos, tales como Carlos Villarreal, los sifuentistas tomaron la sede priista incurriendo en una falta penal. Sin duda resulta todo una paradoja que aquel precandidato que pretendió proyectar una imagen de promotor de la legalidad, sea justamente quien promueva ahora actos delictivos.

La elección interna del PRI ha servido también para que los coahuilenses seamos testigos de la desvergüenza de algunos aspirantes. No contento con haber utilizado recursos públicos para la promoción de su imagen, Humberto Moreira se aprovechará de prácticas tan despreciables como el corporativismo al asegurar 80 mil votos a su causa a costa de la libertad de miles de maestros, quienes bajo amenaza, le tendrán que brindar su apoyo.

Quien llega al poder gracias a prácticas nocivas, durante su Gobierno no hará otra cosa más que continuar con esas prácticas negativas a las que está tan acosutmbrado. Por eso Humberto Moreira, aunque las encuestas lo marcan como el favorito, no es la persona indicada para guiar el destino coahuilense.

Mal están saliendo las cosas al PRI estatal. Además de mostrar una desorganización sorprendente, están proyectando una imagen que bien podría crear el clima propicio para que partidos opositores ganen terreno en la contienda estatal.

El PRI está resurgiendo en todo el país. Sin embargo, da pena saber que ese resurgimiento no sea en base a la calidad de sus gobiernos, sino más bien al resurgimiento de prácticas mediante las cuales durante décadas se despojó a los mexicanos de su libertad de elección.

javier_fuentes@hotmail.com

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