Hace varias noches le preguntamos al cronista de Piedras Negras, don Julio Santoscoy, qué entendía por democracia y nos contestó: “Democracia viene de demos, pueblo y cratos Gobierno, asi que la democracia es el Gobierno del pueblo”.
Muy bien, asentimos, ¿y me podrás decir qué es la demagogia? “¡Claro!, respondió, la demagogia también tiene su etimología: “Demos, ya dije, es pueblo y gogia, gogia, viene de gogo y significa bailar al pueblo”.
Luego leímos los periódicos y nos dimos cuenta de lo mal que anda la seguridad pública en todo el país. Hace dos días, nada menos, se estremecieron las sociedades civiles de cuatro entidades federativas, en esta nuestra golpeada República, ante la suma de 11 muertos que arrojó la acción del crimen organizado: dos en Chihuahua, otros dos en el vecino Estado de Nuevo León, uno en Veracruz y seis en Sinaloa. Apuntan los corresponsales que en lo que lleva el año 2005 se han cometido 250 crímenes y la cuenta podría seguir.
Pero apenas dimos la vuelta a la página encontramos un titular esperanzador, entre comillas, pronunciado por nuestro inefable presidente de la República: “Están México y su gente mejor que nunca”, Fox había dicho en Buenaventura, Chihuahua, que los mexicanos ya podemos dormir tranquilos porque se superó la situación energética que había en el año 2000 y quedaron atrás los dolores de cabeza por el déficit fiscal de los gobiernos anteriores. Apacentados por estas palabras nos quedamos dormidos, arrullados por las tranquilizantes palabras de nuestro señor presidente.
Entonces soñamos, un sueño feliz, nada intranquilo. El mandatario no podía hablar con palabras vacuas, lo que aseguraba debía ser completamente cierto. ¿Y eso por qué?: ¿acaso nos sacamos el gordo de la lotería en el vecino Estado de Texas? ¿Pemex descubrió un nuevo manto petrolífero cuyos productos se dedicarán, exclusivamente, a paliar el hambre de los 40 millones de mexicanos en absoluta desgracia económica?... ¿o es que finalmente los diputados accedieron a dar reversa a su nacionalista posición contra cualquier reforma energética y fiscal? Confesamos, en verdad, que por unos momentos sentimos levitar entre blancas, inmaculadas, nubes...
¡Bendito sea nuestro padre Dios!, dijimos y aventuramos un cortísimo Te Deum: Al fin veríamos un resultado de las tantas genuflexiones ejecutadas por la pareja presidencial en la Basílica de Nuestro Señora de Guadalupe; de los viajes al Vaticano para darse un beso conyugal en su gran plaza, o para dar el pésame a la Iglesia por el fallecimiento del Papa Juan Pablo II o para testimoniar la ascensión al trono pontificio del nuevo jefe de la grey católica, Benedicto XVI...
Dimos una vuelta inquieta en el lecho. ¿Sería quizá que han rendido utilidades positivas los buenos oficios del señor embajador Tony Garza y su flamante esposa mexicana ante el presidente de los Estados Unidos, don George W. Bush, quien finalmente enviará una iniciativa de Ley a sus Cámaras de Representantes y de Senadores para legislar la cooperación México USA por una ordenada y fecunda inmigración legal de la mano de obra morenita que pueda hacer lo que no quieren hacer ya los ciudadanos de color en aquellas tierras?... No, no, no: con los brazos y las manos azuzo y espanto de mi cabeza tan utópicas figuraciones y despierto; entonces torno a las páginas de los diarios para revisar el discurso de don Vicente en Chihuahua: “Quiero comentarles que la economía está en crecimiento, que hoy tenemos los mejores indicadores en décadas, las más bajas tasas de interés, las reservas más altas que nunca ha tenido nuestro país, el menor riesgo país de todos los tiempos... Y agregó: “al final de la administración (la suya, suponemos) 25 millones de personas dejarán de estar con el ‘Jesús bendito’ en la boca, gracias al Seguro Popular”. Después recomendó el primer mandatario: “no hagan mucho caso por ahí de lo que se lee y se escucha. ¡el país está bien! ¡sus indicadores están bien! ¡y su gente está mejor que nunca!... Afortunadamente hoy, a diferencia de lo que sucedía en el año 2000, los mexicanos y las mexicanas podemos dormir tranquilos”.
Con este colofón me olvidé de todo, de los crímenes, de la inseguridad, de la inutilidad de los bancos, de la pobreza en el campo y en las barriadas urbanas, de los bajos índices del rendimiento escolar, de los salarios que apenas compran algo, de la falta de empleo, de los rostros angustiados que luego vemos en los cruceros, rostros de jóvenes y niños con un trapo en la mano, disfrazados de payasos, torpes malabaristas, hambreados peticionarios de una moneda que nos sobre...
Irresponsablemente me olvidé de todo, menos de la definición etimológica que unas noches antes había escuchado del cronista de Piedras Negras: “Democracia, Gobierno del pueblo; demagogia, bailar al pueblo”...