Los menores de 18 años representan del 40 al 50 por ciento de las víctimas del trabajo forzado.
Ginebra, (EFE).- El trabajo forzado tiene atrapadas en sus redes a 12.3 millones de personas, la mayoría explotadas por empresarios de la economía sumergida, señala el primer informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre este fenómeno.
La investigación, cuyos resultados fueron presentados hoy en Ginebra, revela que Asia es la región donde el problema es más grave con 9.5 millones de trabajadores forzados, seguida de América Latina y el Caribe con 1.3 millones de personas en esa misma situación.
En el África subsahariana el trabajo forzado afecta a 660 mil personas, en África del Norte y el Oriente Medio a 260 mil, en los países desarrollados a 360 mil y en los países con economías en transición a 210 mil personas.
El trabajo forzado está considerado como una "forma moderna de esclavitud" pues sus características son similares -con la excepción de que la víctima no se considera "propiedad" del explotador-, así como de restricción al movimiento del empleado o encierro, violencia física o sexual, y retención del salario o los documentos de identidad.
Del total de víctimas de este abuso, 1.4 millones (20 por ciento) sufren además de explotación sexual con fines comerciales, lo que individualmente genera ingresos por 13 mil dólares al año, y que colectivamente representan 32 mil millones de dólares anuales.
Los sectores donde se concentra la explotación de trabajadores son la agricultura, la construcción, la fabricación de ladrillos y la confección de vestidos, con una proporción similar de hombres y mujeres afectados.
Los menores de 18 años representan del 40 al 50 por ciento de las víctimas del trabajo forzado, indica el estudio.
En las regiones en desarrollo, la proporción de personas traficadas es el 20 por ciento de todas las que están sometidas a trabajos forzados, mientras que en los países ricos representan el 75 por ciento.
En ese sentido, el director del Programa de Combate al Trabajo Forzado de la OIT, Roger Plent, sostuvo que la migración está cada vez más vinculada al trabajo forzado sobre todo en el mundo industrializado, donde los inmigrantes irregulares pueden ser víctimas fáciles de este fenómeno.
El experto consideró que la solución no está en endurecer las legislaciones migratorias, sino "en encontrar un mayor balance" entre la oferta y la demanda laboral y establecer regulaciones y controles eficaces para el reclutamiento de empleados en el extranjero.
Por otra parte, Plent sostuvo que las cifras de víctimas del trabajo forzado presentadas por la OIT son "conservadoras" y que el problema podría tener un alcance real mucho mayor.
Preguntado sobre el papel de las compañías multinacionales en esta problemática, el experto recordó que los abusos se concentran en la economía informal, aunque reconoció que las subcontrataciones para las distintas etapas de la producción también pueden originar casos de trabajo forzado.
"Los directivos de las compañías transnacionales en ocasiones no son conscientes de las condiciones que existen en la cadena de producción", comentó.
La OIT considera que la única forma de luchar contra el trabajo forzado es con "voluntad política al más alto nivel" e implicación de los empleadores, sindicatos y otros colectivos de la sociedad civil involucrados.
En este aspecto, Brasil es considerado un ejemplo por las medidas adoptadas por su actual Gobierno para luchar contra esa forma de explotación, que según diversas fuentes de ese país afecta a por lo menos 25 mil personas.
Bolivia, siguiendo el ejemplo de su vecino, ha creado una entidad de alcance nacional que se dedicará a combatir el trabajo forzado, mientras que otros países suramericanos han expresado a la OIT su voluntad de seguir ese camino.