“No juzguéis para que no seáis juzgados”.
Jesús (Mateo 7:1)
Quizá tiene razón el secretario de Gobernación, Santiago Creel, al cuestionar el informe del Departamento de Estado de la Unión Americana sobre los derechos humanos en distintos países del mundo, entre ellos México. Estados Unidos no tiene el derecho de convertirse en un Estado certificador ni en ésta ni en otras materias.
Estados Unidos dista de ser un país que se distinga por el respeto a los derechos humanos. A las faltas tradicionales en este campo en contra de inmigrantes y minorías, hay que añadir el encarcelamiento sin juicio de sospechosos de terrorismo en la base naval de Guantánamo en Cuba. Está también la invasión de Irak, que el propio secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, consideró como ilegítima. Los abusos a prisioneros de guerra en Irak son también un problema de derechos humanos para la Unión Americana. Si realmente los países se van a acusar unos a otros de violar los derechos humanos, Estados Unidos no puede quedar exento.
A cambio, los mexicanos no podemos ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el nuestro (Mateo 7:3). El problema para México es que cuando menos algunas de las violaciones de derechos humanos que se señalan en el informe del Departamento de Estado son reales y de consideración. El propio presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes -que a últimas fechas no pierde oportunidad de cuestionar al Gobierno del presidente Vicente Fox- afirma que “lo que nos apuntan nuestros vecinos del norte, independientemente de la legitimidad, pues desgraciadamente se cumple”.
Por otra parte, la fuerza de la protesta de México ante la “injerencia” en los asuntos internos de nuestro país que significa el informe del Departamento de Estado se ve debilitada por el hecho de que nosotros también hemos asumido una posición crítica frente a otros países en materia de derechos humanos. Si tradicionalmente México evitaba pronunciarse abiertamente sobre las políticas internas de otros países, hoy hemos tomado la posición de sermonearlos: y esto nos deja abiertos a que se nos sermonee también.
Es verdad que los mexicanos no nos atrevemos a cuestionar las violaciones a los derechos humanos en Estados Unidos, en China o en otros países poderosos, pero se ha hecho común que lo hagamos con Cuba. En particular hemos venido votando en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en contra del Gobierno de Fidel Castro por las violaciones a los derechos humanos en ese país. Éste ha sido el motivo de la disputa con Cuba que se ha mantenido durante buena parte del actual sexenio.
Se me podrá decir que una cosa es que un país en lo individual se yerga en calificador de otros, a pesar de sus propios problemas de derechos humanos y otra muy distinta que lo haga una institución multilateral. Y quizá haya algo de razón en esto. Pero las condenas de la Comisión de Derechos Humanas de las Naciones Unidas son tan sesgadas que pierden su valor. ¿Por qué se censura a Cuba y no a China y a Estados Unidos? Por razones estrictamente políticas y no porque estos dos países no tengan problemas de derechos humanos.
Se ha argumentado con frecuencia que las violaciones a los derechos humanos son un problema que trasciende la soberanía de las naciones. Esta fue la razón que llevó al Gobierno de Vicente Fox a asumir una actitud más activa en esta materia. Para los funcionarios del actual régimen, los gobiernos de antes, los surgidos del PRI, tenían motivos para avergonzarse de lo que acontecía dentro del país en materia de democracia y derechos humanos. Por eso no criticaban a otros: porque no querían ser cuestionados por lo que pasaba dentro de México.
Hoy nos damos cuenta, sin embargo, que el paraíso en derechos humanos no se alcanza simplemente por cambiar de partido en el poder. México necesita todavía trabajar mucho para lograr los avances que los mexicanos nos merecemos en este campo. Y lo que señala el informe del Departamento de Estado, a pesar de todos sus errores y simplificaciones, puede ayudarnos a fortalecer los esfuerzos para garantizar realmente que no se violen los derechos humanos en nuestro país.
Ahora que si nuestra actitud es que Washington simplemente debe abstenerse de juzgar nuestra actuación en materia de derechos humanos, cualquiera que ésta sea, quizá nosotros también deberíamos abstenernos de juzgar a los demás.
ME EQUIVOQUÉ
Andrés Manuel López Obrador afirmó ayer que fue un error clasificar como confidencial la información sobre los gastos de publicidad del Gobierno del Distrito Federal. Prometió abrir los expedientes que de otra forma habrían quedado cerrados por diez años. Esperemos que realmente lo haga, porque el dinero no es de él sino de los contribuyentes.
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