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MÉXICO, DF.- Según la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los ritos funerarios en el Templo Mayor revelan importantes apuntes sobre la cosmovisión mexica.
La antropóloga Jimena Chávez Balderas afirma que los vestigios estudiados provienen principalmente del Complejo ?E? del Templo Mayor, y corresponden al periodo comprendido entre los años 1469 y 1481.
La mayoría de las urnas intervenidas contienen huesos de personas de entre 24 y 28 años, las cuales son acompañadas por diversos elementos funerarios, a partir de los cuales ha podido determinarse la importancia de los individuos.
Chávez Balderas explica que el análisis de los espacios sagrados permitirá comprender el significado y los procesos rituales que seguían los sacerdotes mexicas, así como los diversos niveles de complejidad de cada una de las ceremonias, las cuales estaban determinadas por la importancia del personaje en turno.
?La nueva información se refiere al contenido de las urnas funerarias encontradas en estos espacios, pues a través de diversos estudios se ha podido determinar que cada recipiente poseía un significado específico, y que dentro del mismo los sacerdotes colocaban huesos que representaban, o sintetizaban al esqueleto completo.
?También pudimos determinar que los cuerpos eran cremados posteriormente a la muerte, en una pira formada por camas, al estilo hindú y en donde solamente los personajes más importantes eran enterrados a los pies de las deidades, en el caso de los edificios principales de Tenochtitlan -dedicados a Huitzilopochtli y a Tláloc-, entre otros objetivos, para que el gobernante se convirtiera en una deidad?.
Otras de las investigaciones consiste en la interpretación de los glifos encontrados en las urnas funerarias de los espacios sagrados del Templo Mayor, lo que ha permitido entender que los personajes y las imágenes zoomorfas, se refieren a la cosmovisión mexica que explica el proceso de cambio de un universo a otro, de nuevo, con referencias distintas para cada uno de los individuos colocados ahí.
Apunta, además, que se encontraron dos tipos diferentes de entierros: el primero, para quienes morían por vejez o enfermedad. Eran acompañados por ofrendas vistosas pero austeras, como el esqueleto de un perro que de acuerdo a la cosmovisión mexica les ayudaba a llegar al Mictlán; y el segundo, en las que el fallecimiento se debía a la muerte en batalla, los elementos mortuorios eran más numerosos, y en ese caso, el animal que acompañaba al cadáver era el halcón, símbolo de fuerza?.
Chávez Balderas agrega que, de este modo, se amplía el conocimiento acerca de los diversos rituales y la cosmovisión que se seguía en la época de mayor auge entre los sacerdotes y jerarcas de la ciudad de Tenochtitlan.
De acuerdo a la mitología mexica, los dioses expresaban la concepción de un mundo mágico, oculto y a veces terrible; eran presencia de una realidad que vivía y moría, y fueron creados por el hombre quien, motivado en parte por el miedo y por la esperanza, buscaba respuestas a la necesidad innata de trascender.
Para consolidar la comunión del hombre con las divinidades, el ritual hacía las veces de enlace, y frecuentemente los ritos representaban a los mitos que dieron origen a los dioses.
Refirió la investigadora que toda la actividad humana estaba impregnada de un profundo sentimiento religioso, por lo que el ritual formó parte inherente e indisoluble de la vida del hombre que quería comunicarse con sus deidades.
Igualmente, los rituales eran una necesidad colectiva y un instrumento de control de los jerarcas hacia la sociedad y también instrumento de poder y excusa para dominar a terceros.
Los rituales se celebraban conforme lo dictaba el calendario Tonalámatl y variaban en forma, contenido y duración, dependiendo de la divinidad invocada; pero uno, el ritual del sacrificio humano, guardaba la esencia primigenia de morir para nacer, concluye Chávez Balderas.