Los Angeles (EU), (EFE).- De los cajones de Marlon Brando a las vitrinas de la casa de subastas Christie's, la mayor venta de objetos personales de la legendaria estrella del cine espera pasar a las manos de los mejores postores.
En total son 320 lotes que resumen la vida de un actor tan famoso como desconocido, cuyos filmes son clásicos pero cuya vida cotidiana era una incógnita, recluido en su mansión de Mulholland Drive (Los Angeles), de la que ahora proceden todas las piezas a la venta.
Un par de permisos de conducir de California, a 300 y 500 dólares de precio de salida, muestran un Brando víctima de la misma mala foto que padece durante años cualquier otro conductor.
Además, están esas otras tarjetas también en venta. ¿Quién se imagina al protagonista de "La ley del silencio" con los carnés de grandes almacenes de descuento?
¿Y quién piensa al ver sus dos autos también a la venta, incluido el Lexus LS430 nuevecito, que tenían su póliza en una de las principales aseguradoras del país también a subasta?
Brando, que falleció el pasado julio a los 80 años de un problema respiratorio, lo había avisado.
"Me robarán hasta los botones de mi camisa", dijo, supuestamente, al dar las instrucciones para después de su muerte.
La subasta del próximo jueves en Nueva York está lejos de ser un robo, más bien parte del legado que dejó a nueve de sus diez hijos (la hija adoptada, Petra, quedó fuera del testamento).
Los lotes incluyen todo lo que sus hijos no han querido y lo que se obtenga de la venta, que podría superar el millón de dólares, pasará a la recién creada Fundación Brando para el beneficio de sus herederos.
Otros objetos menos mundanos, como sus adorados tambores de conga, devuelven al artista inimitable y lleno de vida de la década de los 50, cuando se aficionó a tocar este instrumento.
Y sus muebles lacados de estilo japonés llenos de artículos de broma, entre ellos un dedo falso ensangrentado o el bocadillo con una cucaracha de plástico, recuerdan el más conocido burlón, siempre dispuesto a tomar el pelo a sus compañeros de rodaje en medio de la más serias de las filmaciones.
Otro contraste en su vida lo ofrece la venta de los aparatos de gimnasia (entre 600 y 800 dólares) de un actor más recordado en sus últimos años por un cuerpo voluminoso escondido en quimonos de algodón.
Entre los objetos que han levantado más interés está su futbolín, ya que era un forofo de este deporte de mesa.
Además, están los tres mil 600 libros de este lector empedernido que también coleccionaba gorras de béisbol para protegerse del sol, unas 25, incluidas esas con ventilador que funciona a base de paneles solares (de 400 a 600 dólares como precio de salida).
Todas estas ventas anecdóticas palidecen ante el interés levantado por ese otro Brando, el intérprete de "El padrino", cuyo personaje como Vito Corleone está detallado en las anotaciones que hizo en su copia del guión, ahora también a subasta.
O la copia de otro de sus clásicos, "El motín de la Bounty", con anotaciones tan copiosas como excesos se cometieron durante el rodaje.
Objetos muchos de ellos que según los historiadores estarían mejor en un museo que en manos del mejor postor, pero que la familia Brando ha decidido vender como parte de la fortuna paterna.
A nivel artístico la fortuna de Brando fue reconocida en vida una y otra vez a juzgar por las cartas, también a subasta, que recibió el artista eremita.
Entre ellas, la nota de Mario Puzo asegurándole que era el único actor capaz de interpretar su nueva novela, "El padrino".
O la del también escritor Jack Kerouac, instándole a que comprara los derechos de su obra "On the Road" para llevarla a la pantalla.
Brando también intercambió cartas con Francis Ford Coppola, para el rodaje de "Apocalypse Now", Joan Baez, Martin Luther King Jr., Barbra Streisand o incluso Marilyn Monroe, a quien envió un telegrama cuando estaba ingresada por una de sus depresiones.
Retazos de un hombre y de un genio que a su muerte deja un legado de más de 20 millones de dólares a sus herederos, una filmografía clásica a sus seguidores y a los postores, la posibilidad de poseer su alerta médica avisando de que era alérgico a la penicilina.
