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Desde antes

Pablo Marentes

LLa Administración Federal busca febrilmente presentarse como hacendosa cuando ha sido abúlica y laxa para cumplir la mayor parte de sus obligaciones. En sus finales 14 meses empleará cualquier acontecimiento para mostrar como portentosas sus actividades ordinarias, en especial las de investigación policiaca y de seguridad pública. El montaje radiofónico y televisivo de la liberación del secuestrado entrenador Rubén Omar Romano y los funerales de Estado para los ocho servidores de la Secretaría de Seguridad Pública, muertos al estrellarse el helicóptero en que viajaban del Campo Marte hacia el penal de máxima seguridad de La Palma, son dos ejemplos.

El dolor de esposas e hijos de Martín Huerta, Tomás Valencia, Juan Antonio Martínez, Silvino Chávez, Francisco Becerra , Jorge Alberto Estrella, Habacuc de Léon y Rafael Esquivel, podría haber sido mitigado en la intimidad de sus hogares, en la tibieza del círculo de amigos fraternos. Sin embargo, los ataúdes desfilaron sobre la grama del campo de polo del Campo Marte, como objetos de atrezo dentro de una gran escenografía.

De las transmisiones en redes nacionales, se pasó a la crónica por radio y televisión locales de las exequias en los terruños. Los asesores en mercadotecnia política e ingeniería del consenso han convencido al presidente y su gabinete que 83 por ciento de los mexicanos son débiles mentales, mentecatos susceptibles de ser manipulados instantáneamente a través de montajes dramáticos en la televisión y en la radio. Su empleo abusivo hace recelar a los ciudadanos cada vez más cuando las autoridades pretenden informar a través de ellos. Y las imágenes y las voces que esos medios captan para que las vean los gobernantes son mal interpretadas por éstos.

A partir de las cuatro de la tarde del 19 de septiembre de 1985, mientras se implantaban los planes del Ejército y la Marina, los habitantes de las zonas aledañas a las más dañadas por el sismo ya se habían organizado para remover escombros y rescatar a quienes habían quedado abajo de ellos. Los que sabían conectar diablitos dotaban de luz a quienes movían los pesados fragmentos de muros y lozas. Los más jóvenes habían constituido cordones para que de brazos a brazos, a lo largo de trechos de 40 metros, fueran despejados los estorbantes. Y en la penumbra trabajaban en silencio, para escuchar gemidos.

A las 21:30 horas vio el gabinete 30 minutos de imágenes: los habitantes del Distrito Federal ordenadamente ocupados –como siempre en esos casos- en suplir las omisiones, la tardanza de los servicios públicos ordinarios o asistenciales. Un buen número de secretarios de Estado, conmovidos hasta las lágrimas, destacaron la “espontánea solidaridad de nuestro pueblo, su enorme capacidad de improvisación. Alguien dijo: señores, esto no es espontaneidad. No hay improvisación. Es la organización inmediata que durante siglos han alcanzado las gentes comunes y corrientes que aquí viven para suplir las carencias de servicios públicos ordinarios o aquellos que son indispensables después de las inundaciones o los temblores. Así ocurrió en 1911 cuanto tembló en la madrugada del siete de junio, el día en que Francisco I. Madero, entró triunfante en la ciudad de México. Y el 19 de noviembre de 1912 y el 22 de marzo de 1928, y el 28 de julio de 1957 cuando se derrumbaron edificios mal construidos en la colonia Roma y se vino abajo el Ángel de la Independencia. Y el 14 de marzo de 1979 cuando resintió más daños la colonia Roma, cayeron los edificios escolares de la Universidad Iberoamericana, se rompió el drenaje y se derrumbaron casas en la colonia Campestre Churubusco.

La población mexicana que no está en los executive suites y cubículos aledaños, la que acude diariamente a trabajar ocho o más horas en oficinas burocráticas, fábricas, talleres y parcelas, o a cargar en centrales de abasto y mercados tradicionales, es decir 85 millones de mexicanos, suple a lo largo de sus 16 arduas horas de vigilia las incontables omisiones que caracteriza cada minuto del quehacer diario de la alta administración local o federal.

El pueblo llano, los hombres, mujeres, adultos y adolescentes que no tienen influencias secularmente han satisfecho sus carencias mediante un impulso comunitario que se origina en la colonia. Algunos presidentes de la República y los dirigentes políticos o empresariales que los rodearon y rodean, los sorprende, al presenciarla por primera vez “la inigualable capacidad de improvisación de nuestro pueblo y la espontánea solidaridad que le brota y le permite enfrentar desastres de la magnitud del terremoto de 1985”. Es un agravio para esa población que mediante montajes se intente conmoverla con la fabricación de circunstancias heroicas en torno de un accidente de un helicóptero que transportaba a nueve funcionarios a una ceremonia en un penal de alta seguridad.

Quedan unos cuantos meses para que se desate la contienda electoral más compleja que ha vivido la República en 50 años. Nadie debe intentar restarles eficacia informativa a la radio y a la televisión. El partido en el poder está dispuesto a retenerlo. La disputa será de proporciones extraordinarias, inusuales. La capacidad del Estado para que los resultados de la elección sean acatados dependerá de la capacidad informativa y de descripción equilibrada que posean los medios.

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