Debe preocupar a los priistas de la vieja hornada la actual comedia de ambiciones que escenifican algunos priistas de hornada intermedia, contemporáneos de Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo, Arturo Montiel y demás corifeos: actores y extras de una compleja intriga escuchada, vista y leída por el pueblo a través de los medios de comunicación, con guión del inglés William Shakespeare.
Los cápites priistas se preocupan por amarrar preponderantes posiciones políticas para su beneficio personal y descuidan, irresponsables, la unidad corporativa que debería prevalecer en la organización política -cualquiera que éste sea- que busca conseguir metas comunes en temas políticos y sociales a través de la competencia por el poder público.
Pero en medio de la lucha electoral interna nadie se ha preguntado si quien resulte ser el próximo presidente de la República podrá tener la capacidad de cooptar los votos legislativos del PRI y del PAN para sumar una mayoría positiva que verdaderamente trabaje por México o resultará irremisible el mil billonario derroche de un sexenio más en discusiones fútiles, estériles e infecundas. Bien podríamos ver la repetición de la película de moda sobre un héroe solitario que advino esperanzador y devino frustrante.
¿Y cuáles serían tales objetivos para cualquier partido? El primero de ellos, aún desde el punto de vista más desinteresado, debería ser la recuperación del poder político total, logro necesario al fin de consolidar nuestro desarrollo en términos de economía y sociedad; una meta noble que parecería autorizar el uso de cualquier medio para hacerla realidad, pero harto difícil poner en práctica porque en la lucha por el poder las pasiones trasminan violencia, abusos y demasías, con sacrificio de otros nobles empeños como democracia, civilidad, honestidad y altruismo.
La posibilidad que los presidentes de la República ejercieran una autoridad tersa y grata en los setenta años del viejo PRI se extravió, posiblemente para siempre, en los callejones obscuros y abusivos del presidencialismo. Nunca supimos los mexicanos que un primer mandatario del siglo XX hiciera uso de un mínimo cabildeo ante los diputados y los senadores para lograr la aprobación de sus iniciativas ante el Congreso de la Unión.
Lo curioso, por otra parte, es que la situación interna del Partido Revolucionario Institucional ante las elecciones de 2006, es la misma que también van a enfrentar Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática. Los tres escogerán entre precandidatos débiles pero tozudos, elegirán sus muy divididas fuerzas internas y lidiarán contra vicios morales y políticos compartidos. Resulta lastimoso que aquello mismo que los partidos de Oposición planteaban en la campaña del año 2000, respecto a sanear la política nacional y fumigarla contra cualquier contaminación de virus priistas, sea asumido ahora mismo por los tradicionales opositores del PRI: las corruptelas, el amiguismo y las imposiciones.
Por ello será interesante escuchar el día de hoy la lectura del Quinto Informe presidencial del presidente Vicente Fox Quesada, cuyos avances ha venido ofreciendo en breves, pero onerosas, cápsulas de radio, prensa y televisión, en las cuales aparece un alto y humilde mandatario (¡vaya paradoja!) que reclama el mérito de inventar la democracia, la separación de poderes, el federalismo, la disminución de la pobreza, la inflación económica baja, el juguetón tipo de cambio frente al dólar y los índices sin precedentes en el crecimiento económico. (Perdón... ¿lo hizo solo o ayudado por la alta burocracia económica heredada del zedillismo?).
Será nuestro deber escucharle, sin embargo, y no aguarle su fiesta anual. Ya se encargarán de ello los diputados de los partidos de Oposición, incluido el PRI que nunca antes se vio en ese papelito. Nosotros escucharemos y preguntaremos inquietos, mientras Fox informa: ¿qué habrá pasado con la moderna versión de Hamlet que anunciaron en el auditorio Plutarco Elías Calles para este mismo día, los señores y señoras líderes del Partido Revolucionario Institucional?...
