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Desquita el boleto

Humberto Vázquez Frayre

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- La decisión no era fácil de escoger. Asistir al Estadio Azteca a presenciar el primer partido de futbol americano de temporada regular fuera de Estados Unidos, o quedarse en casa para disfrutar la final del Mundial Sub 17, donde la Selección Mexicana enfrentaba a Brasil en tierras peruanas.

Tal vez los boletos ya los habían adquirido previamente y con un costo elevado, a comparación del futbol, basquetbol y beisbol, pero el espectáculo que rodea a la Liga de Futbol Americano (NFL, por sus siglas en inglés) valía la pena.

Había que recordar años atrás los partidos entre Vaqueros de Dallas contra los extintos Petroleros de Houston, Broncos de Denver ante Delfines de Miami, así como el de Potros de Indianápolis frente a los Acereros de Pittsburgh, que aunque fueron de exhibición en el llamado Tazón América, rebasó las expectativas de la liga.

Incluso los organizadores temían que la final a jugarse en Lima minutos antes y durante el encuentro del tradicional Sunday Night Football (Futbol en Domingo por la Noche), les quitaría la atención del juego que continuaba con la jornada cuatro de la NFL.

Desde el Periférico Sur hasta la calzada de Tlalpan, los jerseys en su mayoría de los 49ers de San Francisco, desfilaban como si se tratara de un partido en la bahía de California, en el deporte de las tackleadas.

En el estacionamiento del Coloso de Santa Úrsula los vendedores ambulantes guardaron los balones y los cambiaron por ovoides, desapareciendo también las playeras del América, Atlante, Cruz Azul, Pumas y Chivas. La catedral del futbol soccer en el país, y en todo el Continente Americano, desapareció un momento para dar paso al futbol americano.

Los tacos y las tortas de milanesa, chorizo, adobada y huitlacoche, simplemente se esfumaron de las inmediaciones del Azteca, a cambio, varios grupos de jóvenes en diferentes puntos, se deleitaban con carne y salchicha asada, los cuales cocinaron en asadores portátiles al puro estilo americano, previo al kick off (patada de salida).

Policías a bordo de sus patrullas observaban con asombro el asado tanto de mexicanos como de estadounidenses en pleno estacionamiento, sin entender el protocolo previo al juego, que es de lo más común y característico en la Unión Americana.

Había que aprovechar, antes de entrar al Azteca, la compra de souvenirs del equipo preferido, sin importar el precio que se desembolsaría, como un aficionado de los Acereros: ?la idea es comprar todo lo que sea de color oro y negro?.

El fiel aficionado de la cortina de acero, presumía y portaba con orgullo playera, chamarra y cachucha de la escuadra de Pittsburgh, además de mostrar banderín, placa y un pequeño casco. También enseñó a un mono de plástico, que simulaba la inmaculada recepción que realizó el corredor Franco Harris en la década de los 70?s, en la final de la Conferencia Americana ante los Raiders de Oakland.

Al igual que el seguidor acerero, otros aficionados acudieron con el jersey de su equipo, desde los Delfines hasta los Carneros de San Luis, con la intención de observar en vivo un partido de futbol americano aunque no fuera su escuadra favorita.

Afuera de la entrada del vestidor de jugadores, coaches y oficiales, varios seguidores se arremolinaron para tomarse una foto con las cebras (oficiales encargados de sancionar el partido), quienes extrañados por el hecho, accedieron gustosos.

Era fácil identificar a partidarios de los equipos de la Organización Nacional Estudiantil de Futbol Americano (ONEFA), con los jerseys de los Borregos Salvajes en sus diferentes campus, de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Águilas Blancas del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Todos con el mismo objetivo: disfrutar el partido histórico.

Pero las porristas se robaron el show y el suspiro de los asistentes. Había para todos los gustos: rubias, morenas, pelirrojas, latinas y asiáticas, con escotados y cortos uniformes, que deleitaban a la tribuna y a la lente de las cámaras.

Con su cabello suelto y con un promedio arriba del 1.75 metros de estatura, las animadoras de cada conjunto demostraron con sus habilidades y elasticidad las horas que ensayan para brindar coreografías estéticas, en un espectáculo inigualable.

Los reporteros de campo de la televisora Chapultepec, la responsable de transmitir el partido en vivo para todo el país, utilizaban a las porristas de fondo durante sus intervenciones para relatar lo que sucedía sobre el emparrillado, quienes con su sonrisa y pompones, complementaban la magnífica postal con un estadio repleto.

Fue un acierto retransmitir los goles de la Sub 17 en las pantallas gigantes, a pesar de que muchos aficionados presentes seguían el encuentro por radio o televisiones portátiles. Más de 100 mil personas gritaron las anotaciones, cimbrando con ello el inmueble, en una explosión de júbilo.

La ?ola?, antes y durante el partido, dejó con la boca abierta a los jugadores y representantes de los medios de comunicación extranjeros, quienes no daban crédito a la picardía y el ingenio de los mexicanos concentrados en las gradas.

El despliegue de la NFL era impresionante en cuanto a información, ya que después de cada cuarto entregaban detalladamente cada una de las jugadas realizadas por los conjuntos, así como las estadísticas individuales y de conjunto del encuentro, para que los reporteros que cubrían las incidencias, tuvieran un panorama más amplio de lo que acontecía.

En el emparrillado cada una de las series ofensivas era coreada por unanimidad, a pesar de que se enfrentaban dos equipos que sumaban una victoria y cinco derrotas en la campaña actual, para ubicarse en el fondo de la División Oeste de la Nacional.

A pesar de ser ?visitantes?, los 49ers contaban con el apoyo de los mexicanos, quienes todavía recuerdan en la década de los 80?s los Super Tazones conquistados por Joe Montana y Jerry Rice, así como el de mediados de los 90?s con Steve Young.

Los que no apoyaban a ninguno, para disfrutar solamente del juego, se cargaron del lado de los Cardenales, quienes supieron reponerse a dos balones perdidos que los tuvo con una desventaja de 14 puntos, para anotar 31 sin respuesta, que les fue reconocido por la afición azteca.

El pasto del Azteca, que fue cortado de más para cumplir con las reglas de la NFL, no sufrió daño en ninguno de sus sectores, incluso la zona del centro, por donde se juega más, lucía lista para albergar inmediatamente otro encuentro.

Tal vez los más desconcertados en el escenario eran los vendedores de refrescos y comida, quienes expresaban: ?no le entiendo a este juego de los gringos, pero la venta va bien? y cómo no, si el estadio se abrió desde las tres de la tarde y el partido terminó minutos antes de las 11 de la noche.

El encuentro llenó las expectativas de los aficionados, los equipos, la NFL, la televisora y los medios de comunicación, además, el Campeonato Mundial de la Sub 17 complementó un dos de octubre redondo de los mexicanos, en una fecha lamentable para el país, debido a la matanza estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en 1968.

Con el ojo cuadrado

El estadio se encontraba lleno hasta las lámparas, con una asistencia que superó las más optimistas proyecciones que la liga tenía dos días antes, probando que la afición por este deporte es la más grande después de los Estados Unidos.

La ciudad más grande de México fue la elección natural para este desafío. La NFL es ampliamente popular al sur de la frontera de los Estados Unidos, con cerca de uno de cada cinco mexicanos mostrando interés en la liga. La NFL abrió una oficina en México en 1998, con un grupo de ocho personas que ven un posible crecimiento.

Los Cardenales (1-3) acordaron ceder un juego en casa para hacer historia, y los rivales de la División Oeste de la Conferencia Nacional jugaron ante 68,398 aficionados más de los que convocaron en 2004 en el Estadio Sun Devil de Phoenix, Arizona.

La multitud superó el récord previo de la NFL para un juego de temporada regular, cuando 102,368 aficionados vieron jugar a los Carneros de Los Ángeles contra los 49?s en el Coliseo de Los Ángeles el diez de noviembre de 1957.

Sólo 65,000 boletos se habían vendido el fin de semana anterior. ?Creo que la gente quería ser parte de la acción y mientras seguían llegando, el estadio tenía un asiento para ellos?, comentó el entrenador de Arizona, Dennis Green.

Sólo unos cuantos asientos vacíos eran visibles en la parte superior del afamado estadio de futbol soccer. Los aficionados mexicanos demostraron su conocimiento del futbol americano, coreando las mejores jugadas y abucheando la pobre actuación de la ofensiva de San Francisco.

?Los aficionados alrededor del mundo deben tomar nota de cómo es esta gente, de su pasión por el juego?, comentó el entrenador de los 49?s, Mike Nolan.

FUENTE: www.nfl.com.mx

Factor altitud

Los 2,240 metros sobre el nivel del mar de la Ciudad de México fueron un factor importante en el desarrollo de las acciones en el juego entre Arizona y San Francisco.

?Sí afecta un poco la altitud?, dijo Josh McCown, mariscal de campo de los Cardenales, quien terminó con marca de 32 completos de 46 intentos. ?Algunos de los pases que lancé en el primer cuarto quería que bajaran, pero por la altitud simplemente flotaban. Es difícil de juzgar?.

Mientras que para su compañero, el pateador Neil Rackers, le encantó la altitud de la ciudad, 600 metros más que en Denver, conectando cinco goles de campo de 40, 45, 48, 23, 43 y 24 yardas, pero los Cardenales decidieron no patear un último gol de campo al final del partido para empatar el récord de la liga que tienen cuatro jugadores.

?Preferí ser caballeroso y no patear un gol de campo contra un equipo con el que tenemos que volver a jugar de nuevo esta temporada?, comentó Rackers.

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