En este día suelen salir a la luz pública, más como recordatorio que como algo nuevo, los malos tratos, las injusticias, la discriminación, la desigualdad y violencia de que son objeto las mujeres en la actualidad. Para alguien que se haya mantenido al margen de los medios y de cierto contacto con la vida actual en sociedad, o como antes decíamos, para algún ermitaño que se haya mantenido en esta situación por lo menos dos décadas, salir ahora a la luz pública y enterarse de la situación debe ser una sorpresa.
No obstante y sin que esto suene a justificación, ni mucho menos a una declaración de conformismo, la condición en que viven las mujeres no es muy diferente de la de los hombres; posiblemente no ha cambiado mucho en las últimas tres décadas y visto desde otra perspectiva, casi hacia donde miremos podemos ver enormes contrastes.
Las mujeres han avanzado mucho tan sólo con darse cuenta de que su tiempo tiene un valor en el mercado de trabajo. En lugar de permanecer en casa ayudando a las labores domésticas o a cargo de ellas, actividad que no les redituaba mucho, a veces ni la gratitud o el reconocimiento del esfuerzo, ahora han decidido salir al mercado a buscar trabajo.
Luego fueron testigo del aumento en las percepciones que acarrea la educación formal, o algún curso específico de entrenamiento o capacitación. Sin pedir permiso ni a los padres o al cónyuge, decidieron permanecer en el sistema educativo o capacitarse, decisiones que en algunos casos han llevado hasta el divorcio o el abandono del hogar paterno, pero que a la larga consideran una situación con mayores garantías de seguridad.
También decidieron aceptar empleos y ocupaciones muy diferentes a las de antaño. Ahora aceptan trabajos en los que tienen que viajar y ausentarse de casa durante varios días o semanas, empleos de tiempo completo y a veces de más tiempo que el reglamentario y otras que requieren mayor esfuerzo físico o que implican mayores riesgos, lo cual ha resultado, sin duda, en mayores salarios.
Este evento lo general espanta al otro género, acostumbrado como estaba a ser el jefe en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia, llegando incluso a tener que aceptar trabajar o convivir en un entorno en el cual, quien manda, es una mujer.
Estos avances han llevado, casi en forma natural, a otras decisiones de parte de las mujeres, que coadyuvaron a aumentos adicionales en su bienestar, como casarse a una mayor edad y tener hijos hasta que esté bien afianzada la relación y haya mayor solidez económica, así como tener menos hijos y más espaciados en el tiempo, para que no la obliguen a dejar el trabajo. En conjunto ahora, a pesar del enorme avance en el bienestar de las mujeres, seguimos observando casos de violencia, malos tratos y discriminación.
Algo que es necesario resaltar es que en este avance poco han tenido que ver las instituciones que fueron creadas, supuestamente, para elevar el bienestar de las mujeres, como el instituto especializado en este género, o las ONG cuyo objeto es defenderlas, así como la cantidad de leyes, acuerdos y discursos orientados a este fin.
Tampoco figuran en estos avances los hombres, quienes simplemente no han terminado de entender que las cosas están cambiando a una velocidad tal, que seguramente ya se quedaron atrás y ahí permanecerán otro rato.
La respuesta institucional que se ha dado para supuestamente ayudar a las mujeres, al igual que la respuesta del género masculino, se presenta una vez que todos se han percatado de los avances logrados, quizá para usufructuar con ellos, no para impulsarlos. Posiblemente esto explique por qué dichos esfuerzos han sido vanos, con una gran cantidad de recursos desperdiciados y hasta podríamos decir que en algunos casos los resultados han sido en sentido opuesto.
A nadie le gusta perder su lugar, o la oportunidad, simplemente por el argumento, o bajo la bandera de la igualdad de género. Muchas personas siguen contrayendo matrimonio bajo la premisa de que contarán con servicio personalizado de limpieza y atención, por lo que cuando se hallan con el aspecto de que la mujer se encuentra en una situación de mayor poder, los actos de venganza y el boicot no se hacen esperar.
Las cosas se tornan más complejas cuando consideramos que este tipo de acciones conlleva una fuerte carga emotiva, por lo menos en una de las partes, por lo que, nuevamente, no debería extrañarnos el alto grado de riesgo y violencia que se ha alcanzado.
Repetimos que no es esto una justificación, ni tampoco un voto a favor, simplemente es el deseo de que dejemos atrás la verborrea tradicional y los remedios políticos. Al final sólo empeoran las cosas.