El Gobierno Federal, con la coordinación de la Secretaría de la Función Pública (SPF), ha establecido un compromiso para combatir la corrupción y promover la cultura de la transparencia. Por tal motivo, editó un folleto titulado ?Códigos de Honor?, dirigido a fomentar los valores trascendentes, sociales y humanos al interior de las instituciones de educación superior, en un intento más para construir una mejor cultura cívica, de legalidad e integridad, a partir de la concientización de las nuevas generaciones de graduados mexicanos.
El tema es por demás interesante para nosotros, si tomamos en cuenta que la Comarca Lagunera se transformó en un centro educativo en el que se han establecido alrededor de 27 universidades, institutos de educación superior y normales, que van desde las estatales y federales con subsidios del Gobierno, hasta las particulares que se administran a partir de los ingresos propios y donativos de particulares; entre ellas están las laicas, las de inspiración cristiana y un nuevo modelo; la universidad corporativa, organizada como centro de negocios donde la visión principal es generar ganancias a partir de la enseñanza superior.
El desequilibrio entre oferta y demanda en los servicios de educación superior, ha llevado a todos los participantes del mercado a buscar alternativas, ofreciendo nuevos productos, mayor calidad y tratar de disminuir los costos; desde luego que éstas son buenas noticias para quienes desean estudiar o tienen que pagar la colegiatura de los hijos.
Pero no todas son buenas noticias; algunas instituciones educativas -las pocas por fortuna- tratan de crearse espacios y nichos de mercado en un campo saturado, confundiendo la competitividad con la permisividad; descuidando la calidad por ofrecer comodidad que revista de interés el servicio ofrecido y en ocasiones, valiéndose de la competencia desleal y hasta mintiendo.
En ese entorno, curiosamente, el rector del ITESM, Rafael Rangel Sostmann, declara que sólo aceptarán alumnos con promedio arriba de ocho sobre diez; un ex rector y presidente del Consejo de Ciencia y Tecnología de Nuevo León, Luis Eugenio Todd le contesta que debe hacer investigación, no excluir a la gente; en tanto, otros buscan cómo facilitar las cosas a sus estudiantes -diferente a flexibilizar o simplificar- a fin de ?tenerlos contentos?.
¡Qué diferentes posturas!, ¿verdad?; pues esa es la diferencia que se refleja en la calidad de los egresados, sobre todo cuando hablamos de valores trascendentes, sociales y humanos.
Lo peor de todo es que los malos universitarios deseducan, siguiendo el principio inmoral del mal menor por el aparente beneficio mayor. Para esas Instituciones de educación superior, la SFP dedicó su folleto, en el que declara cosas interesantes en relación a lo que el Gobierno de México espera recibir de la educación superior.
Lo invito a que repasemos algunos conceptos escritos:
?Las Universidades e Instituciones de Educación Superior son instancias inmejorables para trasmitir el aprendizaje de valores de legitimidad e integridad?. Sin duda se refieren a la verdad contundente de que los alumnos ven en sus maestros y funcionarios modelos de conducta profesional y que la enseñanza va más allá del simple conocimiento científico y tecnológico, que incluye además, de manera importante, valores sociales y humanos, cuya única pedagogía útil es la del ejemplo dado.
Le recuerdo que algunas encuestas sobre corrupción mencionan los malos actos de algunos integrantes del medio educativo y que los profesores son imágenes ?iconos- que sirven de base para modelar y hasta moderar la futura actitud profesional de los estudiantes. Si les enseñan a mentir: mentirán; si aprenden a buscar ganancias materiales descuidando el espíritu: lo harán; si les inculcan valores: los aplicarán, etc.
Más adelante afirma que ?...los valores propios de la institución, hacen que el proceso de aprendizaje incluya, además de los conocimientos académicos, principios de convivencia social, de relación con la autoridad y la participación de decisiones que contribuyen a formar la personalidad en los estudiantes. El aprendizaje en las universidades es en ese sentido una experiencia intelectual y profesional, pero también personal, social y ética?.
Le pregunto ahora, ¿qué les están enseñando a sus hijos?; ¿qué enseñanza reciben a través del trato, exigencia en sus labores escolares y con el ejemplo dado? Le insisto en que se haga esas preguntas, porque mi mayor temor es al futuro, me temo veremos a muchos universitarios titulados, decepcionados por sus fracasados intentos de integrarse a la red productiva nacional, y/o insatisfechos con su vida espiritual.
Le comparto otro concepto: ?las universidades que mantienen reglas y valores orientados por criterios de integridad y ética, generalmente obtienen mejores resultados ... por el contrario, las instituciones que no tienen bien definidas sus prioridades y que no promueven criterios de comportamiento basados en valores éticos, no consiguen sus objetivos de manera eficiente y no logran cumplir con su función social de crear y transmitir conocimientos?. Esto me hace recordar a un profesor universitario, que hace cosa de 30 años me dijo: ?hay, escuelas que ofrecen carreras y otras... ?trotes??.
Más adelante describe las responsabilidades de los estudiantes, profesores y personal administrativo, haciendo mención de cosas tan elementales como estudiar, elaborar tareas, asistir a clase, no hacer trampa en los exámenes, servir de ejemplo para los alumnos, respetar opiniones, no permitir o cometer fraude académico y no buscar beneficios personales. Se dice fácil, pero concretarlo se percibe más difícil.
Nos habla de ?Códigos de Honor?, concepto de uso común en otros países, donde las instituciones lo han aplicado desde hace más de cien años; por ejemplo: la Universidad de Princeton, que desde 1893 estableció lo que llamó ?constitución? y trata temas de honradez y responsabilidad; la Universidad de Duke, promotora de cinco valores para ellos fundamentales: la honestidad, confianza, justicia, respeto y responsabilidad; o Stanford, que adoptó un Código de Honor en 1921 y establece los compromisos de alumnos y profesores; o Cornell que desde 1976 describe las responsabilidades generales de los alumnos.
En México existen distintas encuestas que han evidenciado conductas deshonestas tales como la compra de calificaciones, admisiones y hasta acoso sexual; en muchos reglamentos académicos de universidades mexicanas se habla de usos y costumbres sociales de los alumnos y los maestros, pero aún así, falta profundizar en el tema.
Desde luego que las escuelas son muy importantes en la formación integral final de los estudiantes, que al egresar deberán tener conciencia social y no sólo dominio de su profesión, pero la primera responsabilidad reside en sus padres y el ambiente familiar que les ofrezcan. Nos toca a los adultos asegurar esas dos columnas de soporte para la construcción humana.
La última reflexión que le propongo en éste Diálogo es sobre la grave importancia que tiene el educar bien a los bachilleres, preparatorianos y universitarios; de ellos saldrán los líderes de las ciencias, las técnicas y las humanidades, pero de mayor trascendencia en nuestro futuro: serán aquellos quienes deberán favorecer el cambio de México, llevándolo hacia mejores condiciones de vida. Le vuelvo a preguntar: ¿en qué tipo de escuela estudia su hijo?
ydarwich@ual.mx