EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

DIÁLOGO/ Eutanasia

Yamil Darwich

Eutanasia

Nuevamente se ha reavivado la discusión entre los distintos sectores sociales de México sobre la aceptación o no de la eutanasia; sin duda es parte del proceso de confrontación entre las distintas posturas y corrientes de pensamiento que se dan al interior de nuestro país y se presentan como una de otras muchas controversias que habremos de presenciar sobre temas de interés social, político y económico, particularmente ahora, en los inicios de contienda por la elección presidencial.

El Diccionario de la Lengua Española escribe que el término viene de las raíces eu, bien y tanatos, muerte; se define como: “acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él. Muerte sin sufrimiento físico”. Quise confrontar la definición con la postura de la Iglesia Católica, en consideración a la inmensa mayoría de los mexicanos, parte de ella, siendo su opinión de gran peso; la Congregación para la propagación de la fe dice que “por eutanasia se entiende una acción o una omisión que por su naturaleza, o en su intención, procura la muerte a fin de eliminar todo dolor”.

Desde luego, la eutanasia ha sido practicada a través de los tiempos, con fines de preservación de la especie o por motivos religiosos; los expertos piensan que los hombres de las cavernas fueron los primeros en aplicarla a los viejos, enfermos y deformes, quienes por sus malas condiciones físicas y/o salud entorpecían sus constantes traslados, como nómadas, en busca de alimento y mejor habitación; también algunas religiones de la India la practicaban, como las tribus de Aracan; igualmente algunos grupos Cachibas y Tupi del Brasil.

Para los espartanos, practicar la eutanasia en niños deformes e inválidos era común; ellos conformaban un pueblo dedicado al arte de la guerra y buscaban el mayor perfeccionamiento del cuerpo, incluida la condición física; así, no debe extrañarnos que vieran conveniente exterminar a los deformes. Tampoco olvidemos la exaltación de los romanos del Imperio Clásico a la belleza y la juventud, llegando a considerar la vejez repugnante.

Sin embargo, los filósofos antiguos, entre ellos los médicos seguidores del pensamiento Hipocrático -recuerde, primero estudiaban filosofía- la repudiaron, basando su rechazo en el famoso juramento; entre otras cosas dice: “no me dejaré llevar por la súplica de nadie, cualquiera que fuere, para proporcionar el veneno o dar el consejo en una contingencia semejante”.

En los tiempos modernos el tema se ha retomado con especial interés, influenciados por el deseo de obtener una vida más cómoda y placentera, ayudados por los avances de la ciencia y la tecnología. Fue en California, en 1976, cuando se activó una Ley llamada Acta de la Muerte Natural, que despenalizaba la eutanasia, apelando al derecho humano del libre albedrío; un año más tarde, otros seis Estados de la Unión se habían sumado a la propuesta y emitieron sus respectivas normas; al mismo tiempo, en Zurich, Suiza, se aprobó un referendo sobre el tema.

A partir de entonces han aparecido distintas organizaciones dedicadas a promover la “muerte asistida” y proponer leyes aprobatorias ante gobiernos del mundo, como la Sociedad Eutanásica de América, que ha llegado a solicitar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que la acción sea incluida como derecho humano fundamental. También hay múltiples escritos con disertaciones dedicadas a proponer la muerte para evitar dolor, como el panfleto “Suicidio, instrucciones de uso”, distribuido en Francia; o la Asociación para la prevención de la infancia discapacitada; ésta declara: “un médico no cometerá crimen ni delito alguno si se abstiene de administrar a un recién nacido de menos de tres días los cuidados necesarios para sobrevivir si el niño presenta una enfermedad incurable, de manera que se prevea que no podría nunca tener una vida digna de ser vivida”.

En el dilema humano los avances de la medicina moderna también han contribuido, al ofrecer alternativas para mantener la vida artificialmente por muy prolongados períodos; el materialismo existente llega a definir claramente, en pesos y centavos, cuánto cuesta sostener a un moribundo con vida y que representa, en términos de inversión o gasto para los gobiernos, tomar decisión en uno u otro sentido. Ni escribir del desmembramiento y pérdida de los valores familiares, que han llevado a los ancianos, en muchos de los casos, a ser considerados “estorbos”.

Las religiones del mundo occidental, especialmente las basadas en el monoteísmo, insisten en prohibirlas y hasta amenazar con castigos divinos a quien cometa o participe de alguna manera en un caso de eutanasia. La Iglesia Católica ha sido inamovible y no acepta discusión alguna: es pecado mortal y punto.

Los políticos no se podían quedar fuera de la discusión; el partido más fuerte de la izquierda mexicana, representado por la imagen del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, se niega a definir claramente su postura, a sabiendas del costo social que puede tener para sus propósitos definirse en uno u otro sentido, aunque los antecedentes indican el apoyo a la idea; de hecho, algunos de sus diputados ya han mostrado la tendencia de apoyar a los grupos minoritarios que la defienden. En la ultraderecha, personas como Carlos Abascal, afirman, francamente, estar en contra de la eutanasia y el PAN enuncia enfáticamente su postura a favor de la vida -otra forma de condenarla-. El PRI, con Enrique Jackson como muestra, se manifiesta demagógicamente sobre su posición, divagando sin especificar, declarando que el caso deberá ser atendido por el Poder Legislativo -integrado por muchos priistas-, “lavándose las manos como Pilatos”.

Desde luego, la postura humanista se refiere clara y contundentemente al respeto por la vida humana, por encima de todas las cosas, como el primero de los derechos individuales, habiendo dedicado sendos esfuerzos a declarar la inviolabilidad de la misma. La eutanasia es considerada como una agresión al ser que se le aplica, hágase con consentimiento o no.

No pase por alto que existen otras discusiones, referentes al sostenimiento de la vida, causa de diferencias entre los pensadores del materialismo y los conservadores humanistas.

Por favor recuerde la estrecha relación entre la eutanasia, ya definida en otros Diálogos, con el aborto provocado, llámenle inducido, terapéutico o criminal; o la disgenesia, referente a las malformaciones congénitas, que llevan a considerar a la raza humana como posible candidato para la “muerte asistida”; y la propia eugenesia, intento de mejorar a la especie por medio del manejo de técnicas modernas, gracias a los conocimientos de la genética y su ingeniería. También tome en cuenta a la agenesia, ante la imposibilidad de engendrar naturalmente, problema médico ahora atendido con distintas técnicas de fecundación artificial e implantación de productos propios o ajenos.

Entre todos hay un hilo de unión fuerte, de hecho, cada una de las anteriores acciones pueden ser consideradas como eslabón de una sola cadena.

La discusión debe ser más profunda y permitir la participación de todos los pensantes de las distintas corrientes humanas, no solamente dejarla a una disertación mediática, cabildeo de pequeños grupos y finalmente legislación de leyes, cuyas sentencias acarrean consecuencias no previstas. Lo invito a que se involucre.

ydarwich@ual.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 177525

elsiglo.mx