La recomposición de la democracia
No tengo la menor duda que el final del siglo XX y el principio del XXI, se han caracterizado por el triunfo de la democracia como forma política de vida entre los pueblos occidentales; tan es así, que muy diferentes pensadores han llegado a afirmar que el fin de las dictaduras se ha presentado y si persisten algunas, son las excepciones para justificar la aseveración general. Tal es el caso de Cuba, en la que se sostiene un decrépito, cansado y enfermo tirano, que ha llegado a imaginar su muerte planeando un nuevo régimen, simulando democracia.
Se ha producido una franca decadencia de las dictaduras, hecho que no significa, necesariamente, que la democracia se haya instalado como forma justa de hacer política sobre la faz de la Tierra. Ya lo dijo Karol Wojtyla: ?la democracia no es la mejor forma de vida, pero no conozco otra mejor?.
También es cierto que con la caída de los sistemas totalitarios, como la denominada por Mario Vargas Llosa ?dictadura perfecta?, se ha generado un clima político caracterizado por el dominio de unos pocos sobre la mayoría, élites reducidas que monopolizan el poder económico y político, manipulando descaradamente a la opinión pública, en la lucha irracional persiguiendo el ?poder para poder?, en la búsqueda del logro del interés particular por encima del nacional. Le pregunto: ¿es recomposición, inmadurez, o carencia de democracia?
Tan sólo haga un recuento del dominio que esos pocos mantienen sobre los medios de comunicación internacional, al menos sobre los más grandes, sin duda descubrirá que están en manos de unos cuantos personajes que se han transformado en jueces y partes omnipresentes en la política, la cultura y la economía. Ellos están asesorados brillantemente por ejércitos de publicistas, mercadólogos, sociólogos, politólogos y otros estudiosos de las ciencias relacionadas directamente con el comportamiento humano, orientando sus capacidades y potencialidades para atender las necesidades de sus amos e insistir en controlar, dominar, monopolizar y administrar todas aquellas actividades que generan beneficios económicos, sean éticas o no.
El planeta Tierra está cada vez más dividido: una parte constituida por los ?dueños? del mundo, que han impuesto una forma de vida llamada ?globalizada?; por la otra, una nueva versión de esclavitud humana, con los pobres tercermundistas que no tienen posibilidades reales de despegar económicamente.
El poder del mundo se ha escapado del control de las naciones y de las instituciones; hoy día, un pequeño grupo de personas dicta normas internacionales en temas de economía, impone los principios de orden público, acuerda las reglas de política mundial y local, hace reglamentaciones de relación entre los pueblos y hasta de sus culturas, administra las riquezas del mundo y se apropia de lo mejor de todo, siempre apoyado en campañas mercadotécnicas y de imagen pública, utilizando vocablos significativos para las aspiraciones humanas, entre ellos, sus favoritos: democracia, libertad y justicia.
La verdadera democracia requiere la libertad del ser humano; de la posibilidad real de decidir por sí mismo -el libre albedrío cristiano- y poder hacer un plan de vida donde el parecer de cada cual pueda ser tomado en cuenta y le genere satisfacción y felicidad, con el único limitante del respeto a los demás. Ahora dígame: ¿quiénes pueden acceder a ella?; seguramente sólo pocos, dejando a la mayoría en el camino de la búsqueda, seguramente con frustración.
La verdadera libertad se alcanza cuando existen caminos a seguir en pos de la realización humana o su perdición si así se quiere. Actualmente es difícil alcanzar ese derecho tan sobado en declaraciones de líderes internacionales, nacionales y regionales. La educación elitista es una muestra evidente de las hondas diferencias y ya empiezan a verla como un medio más de control y de ganancias materiales -La Laguna ya sufre ese mal- haciendo inversiones cuantiosas que les aseguran mayores ingresos y posiciones hegemónicas.
Las políticas sociales, que se esperaba fueran instrumentos para distribuir el bien común, son ahora utilizadas para buscar ?la seguridad?, que muchas veces significa represión de los inconformes y que casi nunca se transforma en términos de libertad con responsabilidad para generar desarrollo humano; la solidaridad mundial es sólo un enunciado y prácticamente no se aplica en buscar las mejores formas de vida para todos; aún más, cuando es necesario se rompen las reglas, acuerdos o compromisos impuestos al mundo, para alcanzar los fines de los pocos, caso ejemplificado con las últimas guerras por la ?libertad? y sus justificaciones no demostradas; trabajar por la inclusión de minorías, la pluralidad de ideas, la preservación de la diversidad de culturas y pensamiento o el reconocimiento al derecho fundamental a la vida, son frases publicitarias que confirman lo dicho por el maestro Pedro Cárdenas, catedrático universitario de La Laguna: ?quienes más las mencionan, más las quebrantan?.
Ante esos males, existían antídotos utilizados por las organizaciones sociales intermedias, entre otras. Éstas también están siendo rebasadas y cada día pierden su importancia e influencia. La descripción más acertada es la hecha por Alain Torreine, miembro de la Academia Europea y director honorífico de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia y el filósofo Michael Waltzer, miembro del Instituto para Estudios Avanzados de Princenton: ?la democracia ha funcionado más en el terreno de las apariencias, algunas veces en el terreno de la buena imitación, que en el terreno de la práctica social aceptada?.
Indudablemente la información no controlada, especialmente la de los periódicos libres y la que circula en millones de correos electrónicos, hacen al mundo diferente, más enterado, menos desinformado y cada vez con mayor conciencia de la realidad; permítame hacerle una observación: en las décadas de los setenta y ochenta del siglo anterior, los noticieros nocturnos de la televisión informaban y ayudaban a formar opinión a la inmensa mayoría de los ciudadanos y la prensa escrita confirmaba o combatía, según sus posturas ideológicas, por medio de sus editoriales; hoy en día, la comunicación por la Internet hace más abierto el diálogo, transparenta la información y ofrece oportunidades de expresión anteriormente silenciadas; hasta sirve como medio de denuncia en los casos de ocultación.
En ese tema, Hisanori Isomura, ex director del canal de televisión NHK de Japón utiliza como ejemplo el caso del informe de Kenneth Starr, sobre la relación de Mónica Lewinsky y Bill Clinton, que se hizo público en la Red. El final usted lo recuerda.
Sin duda que la democracia tendrá que ganar terreno en cuestiones de solidaridad y justicia social; dar más amplitud a las diferentes expresiones culturales, favorecer la pluralidad de ideas, incluidas las políticas y la libertad de expresión, no solamente permitiendo decir lo que se piensa sino facilitando se difundan las posturas en los medios que controlan las minorías; dar oportunidad de acceso a la educación competitiva y a la salud ofrecida por la tecnociencia del siglo XXI; buscar que los bienes del mundo, que son de todos, los alcance las mayorías; en pocas palabras, permitir la igualdad de oportunidades, dejando que el libre albedrío haga que cada quien ocupe el lugar que se gane en la escala social.
Le recuerdo que usted tiene, con el voto y la generación de corrientes de opinión, el arma más poderosa para hacer valer sus ideas, especialmente en estos tiempos en que ?nuestros políticos andan sueltos?.
ydarwich@ual.mx