EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Al sonido de la música de la Camerata de Coahuila, inició la representación de la ópera Dido y Eneas.
La cita para disfrutar de este espectáculo el viernes pasado sería a las 8:30 de la noche. Momentos después de la segunda llamada, se anunció que los asistentes tendrían que esperar un poco más el comienzo de la representación, la razón: había una larga fila en la taquilla.
Por fin se escucharon los primeros aplausos y el maestro Ramón Shade saludó a su público. Se elevó el telón y apareció una escenografía que de primer momento recordaba aquella plataforma sobre la cual se paseaban Raúl Méndez y José Juan Meraz en El Camino de los Pasos Peligrosos -claro, momentos después el público se pudo percatar de que era una tarima multifacética ya que cambiaba de posición.
Iniciaron con una iluminación azul que llevó de inmediato a la época de los troyanos, escenografía (tarima) blanca, y al fondo una proyección de la traducción de la ópera. Arriba, centrada sobre la tarima, se veía la figura de Belinda, excelentemente representada por Claudia Gutiérrez, la cual dio la pauta de un inicio contundente y prometedor.
Claudia demostró sobre el escenario su calidad y técnica vocal, entonces apareció Dido y la iluminación cambió a tonos cálidos. La propuesta parecía ser contemporánea, pero con un agradable toque clásico.
El coro hizo su aparición y fue ahí donde el espectador se dio cuenta de que el barroco lo permite todo, y aunque el estilo permitió ensayar distintas posibilidades, los vestuarios descontextualizaron de la propuesta inicial.
Apareció Eneas y aunque Óscar Raúl Rodríguez consiguió una buena interpretación, para ese momento la ópera ya comenzaba a ser algo así como un intento de Andrew Lloyd Weber.
La Camerata de Coahuila en todo momento se mostró como siempre: Excelente. Shade dirigió a esta prestigiada agrupación con la cual respetó e interpretó a la perfección las creaciones de Henry Purcell, quien fue un compositor conservador, dedicado en un principio a la música instrumental. Sonido muy inglés, al que se añadió el extraordinario talento y dominio contrapuntístico.
Aparecieron las brujas y él hechicero, (ah, y también el encargado de la tramoya del Nazas en su motocicleta). Grandes posibilidades vocales tiene Alejandra López Fuentes (segunda bruja y espíritu), todo esto sucedió en un ambiente influido claramente por la película El Cuervo. Dentro de todo este maremagno, hubo un punto muy rescatable, una aportación muy buena de este montaje, y es que sirvió como foro para poder apreciar las jóvenes promesas -cantantes y actores- que surgen en Coahuila.
La tarima se podía abrir y en el centro se podía observar el muy utilizado recurso de poner al coro bajo un enorme manto de tela negra. Un manejo un tanto pretencioso y queriendo parecer que no era así.
Interesantísimo resultó el trabajo que hizo Arturo Rodríguez (director de los cantantes solistas) con estos jóvenes.
También muy agradable fue la participación del Coro del Instituto Coahuilense de Cultura (Icocult) Laguna, dirigido por el maestro Francisco Valdés Barba.
La puesta en escena constó de tres actos, en el último (la despedida de Eneas), aparecieron Dido y Belinda, en el canto que dio pie a la entrada de Eneas, salió Belinda y quedaron solamente los dos personajes principales terminando con la escena en la que Eneas se aleja y Dido y finalmente muere.
Los solistas
Ellos son los cantantes que dieron vida a los personajes de Dido y Eneas:
Dido: María de los Ángeles Peña Soto.*
Eneas: Óscar Rodríguez de la O.*
Belinda: Claudia Gutiérrez Almanza.
Hechicero: Armando Martínez Rodríguez.
Primera dama y segunda: Ana Lucía Escárcega Nevárez.
Primera bruja: Laura Elena Méndez Rodríguez.
Segunda bruja y espíritu: Alejandra López Fuentes.
Marinero: Jorge Ramón Pedroza.
*Alumnos de la Escuela Superior de Música de la UA de C.
FUENTE: Teatro Nazas
